El INEGI le compone la plana por segunda ocasión al doctor Hugo López-Gatell y lo exhibe como lo que ha sido todo este tiempo: un criminal manipulador de cifras de una pandemia cuya magnitud no ha sido dimensionada correctamente, lo que ha costado cientos de miles de vidas que pudieron salvarse si desde el gobierno se hubiera puesto el énfasis en el riesgo de Covid-19 en lugar de minimizar la enfermedad comparándola con una gripa.
La primera ocasión fue el 28 de octubre de 2021. Ese día, la institución dio a conocer su reporte sobre las principales causas de muerte en México durante 2020, ubicando al nuevo coronavirus como el segundo motivo de los decesos de los mexicanos con 200 mil 256 defunciones.
Sin embargo, la información oficial de las muertes causadas por la pandemia entre el 27 de febrero y el 31 de diciembre del primer año de la crisis sanitaria, sólo reconocía 125 mil 807. Es decir: a Gatell se le olvidó o simplemente no quiso registrar en “su” estadística la muerte por el virus SARS-Cov2, de 74 mil 449 mexicanos.
Este 24 de enero volvió a ocurrir. Se trata del reporte preliminar del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) que abarca el primer semestre del 2021. La institución del Estado mexicano ubica al Covid-19 en este período como la principal causa de fallecimientos al provocar un total de 145 mil 159 defunciones.
La cifra, aunque preliminar, no es menor. Entre enero y junio de 2021 se registraron 579 mil 596 decesos y el 25% fueron causadas por el nuevo coronavirus. Uno de cada 4 personas fallecidas, murieron por esta enfermedad.
Sin embargo, Gatell tiene “otros datos” y asegura que en la primera mitad del año pasado sólo fallecieron 107 mil 600 mexicanos (233 mil 407 del acumulado al 30 de junio menos 125 mil 807 del 2020).
Es decir, el “experto” que cuestionó la utilidad del cubrebocas, que tardó en decretar los cierres de actividades, que pone semáforos cuando todo mundo se ha pasado la luz roja, que considera que la fuerza del presidente “es moral, no de contagio” y que ahora nos dice prácticamente que “es seguro contagiarse” porque la variante Omicron “es leve”, no tiene registradas en las cifras oficiales la muerte de otros 37 mil 559 mexicanos.
Lo peor sin embargo no es que una institución autónoma ponga en evidencia que las cifras oficiales que se dan a conocer diariamente excluyen 112 mil 8 registros mortales ocasionados directamente por el coronavirus en los primeros 16 meses de la crisis, cuando falta revisar las cifras del segundo semestre del año pasado.
Lo peor es que en su infinita altanería, López-Gatell se ha negado a incorporar a la estadística oficial, los datos que le echa en cara el INEGI como si la información fuera de su propiedad y de ello dependiera el juicio que a estas alturas ya le hizo la historia, de ser el principal responsable de un manejo no sólo deficiente sino criminal de la pandemia.
Hay evidencia de sobra todos los días sobre este interés del epidemiológo de tratar de revertir, casi a cualquier precio, la imagen bien ganada de un inepto y criminal que fue incapaz de dar la voz de alerta para evitar la muerte de cientos de miles de mexicanos, en el afán de una cosa que le importa más que su propia carrera como médico y científico: construir un proyecto mediático y político que lo lleve a trascender el sexenio.
Por eso es que ordena no realizar pruebas PCR masivas, o responde ciertos días a las presiones de la gente que las exige, pero vuelve a bajar el número el domingo y lunes para poder llegar el martes a la conferencia de Palacio Nacional a pontificar sobre la ruta que seguimos como país, basada en sus creencias de que un día, independientemente del tamaño de la estela de muerte que deja Covid-19 por todo el territorio nacional, todos seremos inmunes.
Por eso es que en las cifras diarias que se difunden se reporta un cierto número de vacunas aplicadas y él, desde sus redes sociales, decide que son muy pocas y sin explicar los motivos, da a conocer otro reporte al día siguiente, con un número mayor de personas inmunizadas.
La realidad es que, más que administrar la crisis, López-Gatell se ha dedicado a administrar las cifras y por eso en todo momento la epidemia ha tenido una nula contención al grado que la estimación de los expertos indica que las muertes reales sobrepasan las 660 mil, once veces el peor escenario que pronosticó este funcionario.
La pregunta obligada es por qué en el gobierno federal insisten en mantener en el cargo al subsecretario de Salud, habida cuenta del fracaso de una estrategia que ha consistido prácticamente en sentarse a ver pasar los cadáveres y, ahora sabemos, en mal contarlos.