El estado de inestabilidad que vive en lo general Centroamérica, va a provocar que se presenten más caravanas. Por más obvio que sea hay que consignarlo, porque el estado de las cosas está presentando una diversidad de escenarios, los cuales son todos de riesgo.
Honduras, El Salvador y Guatemala son los tres países donde se presenta la mayor migración a EU vía México; la situación no cambia ni se vislumbra que vaya a cambiar.
Las cosas en nuestro país tampoco han cambiado mucho, más allá de la voluntad presidencial, la de algunos funcionarios y de sus discursos. Se están diseñando nuevas estrategias migratorias que van a tardar en llegar a los niveles de la operatividad cotidiana.
Se requiere de tiempo y de una nueva formación profesional y cívica, de quienes tienen el trato directo con los migrantes. Urge además una formación en materia de derechos humanos y todo lo que conlleva la relación con los migrantes.
En estos días hemos tenido a las caravanas en el centro. Se ha ido aprendiendo qué hacer y cómo hacerlo, en un escenario que de suyo es de enorme complejidad. Lo que ocurrió el año pasado en la frontera sur no debe repetirse.
No está de más recordar que mucho de lo que sucedió en octubre fue producto de decisiones mal tomadas sin protocolo alguno. También tuvo que ver un elemento que es profundamente delicado: la falsa concepción de lo que es la migración, arraigada entre muchos funcionarios que hoy todavía están en activo. No supieron qué hacer y sin protocolo alguno cerraron la frontera.
La importancia de lo que está pasando nos está obligando a revisar a detalle la política de migración del país. Nos están llevando a un camino sin regreso, al tiempo que hoy más que nunca se está haciendo lo invisible visible, digamos que esto es lo mejor de lo que sucede.
Lo que se está poniendo en entredicho es lo que a lo largo de años ha sido la política migratoria en sus principios, objetivos, diseño e instrumentación. Nos la hemos pasado marcados por luces con una definitiva prevalencia de sombras.
Mucho de lo que ha pasado ha estado definido por la acción de funcionarios con algunos gestos de buena voluntad, más que por la definición de una política migratoria de Estado.
Se ha anunciado que en estos días podría salir una nueva caravana desde Honduras. La información al momento es confusa, se asegura que fue detenido quien la organiza y dirige en la misma nación centroamericana. La consigna que motiva a la caravana es brutal: “En Honduras nos matan”.
Haya caravana o no, la situación que prevalece en Honduras, la cual se viene denunciando desde hace años, obliga a organismos internacionales y a países de la región atender lo que está pasando. México tendría obligación y derecho a hacerlo no sólo como nación de la región, sino también como país que está siendo afectado por la caravanas que parten desde Honduras.
Existe en el país una severa crisis en derechos humanos, profundos problemas de inseguridad, violencia generalizada en algunas ciudades, agresión a mujeres. A todo esto se suman las pandillas como las Maras Salvatruchas, que tienen en vilo a familias enteras a las que les exigen que sus hijos se integren a la organización, lo contrario puede ser la muerte.
En el camino se está enfrentando otro serio problema, el cual denunció ayer en La Razón el padre Alejandro Solalinde, pocos como él, por cierto, tienen tan claro el pulso de la migración. Asegura que la ONG Pueblo Sin Fronteras arma un nuevo éxodo por dinero.
Entre más se agudiza la situación interna en Honduras, mayores son las razones para dejar el país. A los migrantes no les importa el costo de lo que hacen.
Lo grave es lo que se van encontrando en el camino: líderes corruptos, violación a sus derechos, violencia y todo se les puede aparecer.
Las caravanas y las caminatas terminan siendo interminables.
RESQUICIOS.
¿Qué más supone que dirán en el juicio de El Chapo? La clave está en el final, el camino es un vodevil.
Este artículo fue publicado en La Razón el 16 de enero de 2019, agradecemos a Javier Solórzano su autorización para publicarlo en nuestra página.
Autor
Javier Solórzano es uno de los periodistas mexicanos más reconocidos del país, desde hace más de 25 años. Licenciado por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales por la Universidad Nacional Autónoma de México, cursó estudios en la Universidad Iberoamericana y, hasta la década de los años 80, fue profesor de Comunicación de la Universidad Autónoma Metropolitana.
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