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miércoles 16 octubre 2024

Ismael Kadaré, diseccionador del totalitarismo

por Pedro Arturo Aguirre

“La pirámide es el pilar que sostiene al poder. Si ella vacila, todo se derrumbará…
una obra tan innecesaria para los súbditos como imprescindible para el Estado.”
Ismail Kadaré (La Pirámide)

Falleció hace unos días el extraordinario escritor albanés Ismael Kadaré y con ello se consuma una más de las incontables pifias de la academia sueca, la cual nunca tuvo el buen tino de otorgarle el Premio Nobel de Literatura, y eso que estuvo “nada más” nominado por ¡14 años consecutivos! El tema central de su obra es el totalitarismo, sus mecanismos de funcionamiento y las complicidades que lo hacen posible. Afrontó la relación entre literatura y poder, la represión bajo el régimen tiránico del dictador comunista Enver Hoxha (uno de los peores de la historia europea) y los intrincados e interminables conflictos balcánicos. Pero al principio de su carrera parecía llamado a ser parte de la vanguardia de la Albania comunista. Tras recibirse en la Universidad de Tirana como maestro en Letras fue enviado a ampliar sus estudios en Moscú, un privilegio reservado para los hijos consentidos de la dictadura. Pero en 1960 Albania rompió con el URSS y Kadaré fue llamado de vuelta a casa para actuar como intelectual del régimen. Escribió poesía y algunos relatos, pero tardó poco en cambiar su vida a través su novela revelación fue El General del Ejército Muerto (1963), publicada cuando el autor tenía 26 años, la cual trata sobre un general italiano que recorre Albania en busca de los restos de los soldados italianos que murieron allí durante la ocupación en la Segunda Guerra Mundial. A medida que organiza las excavaciones y exhumaciones queda perplejo ante la magnitud de tan paradójica y absurda tarea, así como por la inutilidad de la guerra. 

Años más tarde salió a la luz El Puente de los Tres Arcos (1978), donde cuenta la crónica de un monje del siglo XIV que documentó el intento fallido de construir un puente sobre un tramo de río llamado las Aguas Malvadas, es una metáfora de la turbulenta historia de los Balcanes. Pero sus obras cumbre llegaría más tarde. En El Palacio de los Sueños (1981, cuando todavía regía la dictadura comunista), Kadaré construyó una inmensa parábola de la perversión despótica, en un país imaginario asfixiado por una inmensa maquinaria al servicio del poder absoluto: la Oficina del Dormir y el Soñar, el cual pretende controlar la vida onírica de los ciudadanos. Toda una alegoría entre orwelliana, borgesiana y kafkiana ambientada en tiempos otomanos, invita sutilmente a encontrar asociaciones con la represión y claustrofobia que se vivía a la sazón en Albania. ¿Añoranzas Kafkianas en la obra de este escritor albanés? ¡Desde luego! Otra obra maestra suya es la novela corta La Pirámide, la cual empieza narrando la construcción de la pirámide de Keops y llega hasta nuestros días. Escribo sobre la pirámide como un símbolo, el mismo siempre a través de los siglos, y termina en la actualidad con alusiones a las jerarquías piramidales. Se trata de una lúcida reflexión a la kafkiana sobre la naturaleza del poder megalomaníaco escrita por quien fue un gran diseccionador del totalitarismo. Algo parecido hizo Franz Kafka en la Muralla China la cual, junto a “La Pirámide” son admirables metáforas de la perversión despótica y sus procedimientos para inhibir la voluntad de los individuos  y exaltar la personalidad de los dictadores.

A la autocracia de Enver Hoxha le tocó en suerte tener un narrador de primera línea para describir sus largos y odiosos años de vesania. Dos novelas destacan en este sentido: La Hija de Agamenón (1988) y El Sucesor (1991). Ambas tienen como telón de fondo la cruenta purga de 1981 en la que Hoxha se deshizo del principal candidato a sucederle. Son frescos portentosos y poéticos del sacrificio que padeció Albania a manos del régimen comunista a base de la superstición, la propaganda y la mentira como sustitutos de la razón. Reseña prodigiosa de la dictadura que mató, torturó, envenenó la conciencia y, sobre todo, deshumanizó al pueblo albanés. Sobre La Hija de Agamenón Kaderé comentó: “El régimen siguió a Stalin al pie de la letra: había que mandar a la muerte a los propios hijos para poder atribuirse el derecho de exigir la muerte de cualquiera. ¿No es ésta otra forma de pervertir el mito de Ifigenia?”. También es genial la sátira El Gran Invierno(1992), inspirada en el encuentro entre Hoxha y Nikita Jrushchov que fue el preámbulo de la ruptura de Albania con la URSS. 

En 1972, Kadaré fue nombrado diputado albanés sin siquiera pedirlo, viéndose obligado a unirse al Partido Comunista Albanés. Era un autor incómodo pero necesario, dada su prestigio mundial. Sin embargo, continuaría su lucha constante contra el totalitarismo hasta caer en desgracia por sus escritos subversivos. Se vio obligado a publicar sus novelas en el extranjero. Finalmente salió de Albania en 1990 al conseguir asilo político en París. Años después se encontró en París con la viuda del tirano, Nexhmije Hoxha (conocida como “la Elena Ceaușescu de Albania”), quien le reclamó: “No fuiste honesto con nosotros”. A lo que él respondió: “Sería usted honesto con una serpiente? Por cierto, tampoco le gustaba el Islam y era especialmente hostil a la influencia turca en los Balcanes, tanto la contemporánea como la histórica. Sobre ello llegó a decir “El otomanismo no es una cuestión de anticuarios en estos días; es la preocupación del presidente turco Erdogan, que imagina a Turquía como una reencarnación del Imperio Otomano, con todo y expansionismo islámico”. Al final del camino, en alguna entrevista reciente Kadaré comentó como para redondear su legado intelectual: “He creado un cuerpo de trabajo literario durante la época de dos sistemas políticos diametralmente opuestos: una tiranía que duró treinta y cinco años y veinte años de libertad. En ambos casos, lo que podría destruir a la literatura es lo mismo: la autocensura”. 

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