La precaria cultura mexicana de la legalidad bombardea sistemáticamente al árbitro en las variables más diversas; el INE por ejemplo ha sufrido un asedio enorme de los partidos que son, vaya paradoja, los que diseñan el andamiaje normativo en el que los consejeros basan sus decisiones, pero no solo los partidos hacen eso sino los ciudadanos y entre ellos, ignorantes de la ley o irrespetuosos de la misma, quienes supuestamente tienen más preparación.
En estos días, los árbitros del futbol dijeron basta y yo lo celebro. Ustedes saben que llevo en mi pecho, muy en serio, los colores del América, pero coincido con los árbitros, Pablo Aguilar agredió a uno de los suyos en el partido contra Tijuana y debe ser suspendido un año, no diez partidos como quiere la Comisión Disciplinaria, y lo mismo pasa con Enrique Triverio de Toluca.
Ojalá ganen los árbitros, me refiero al INE aunque lo acusen de ser parte de la mafia en el poder o, en el extremo, aunque lo señalen por no actuar cuando no puede hacerlo si no media queja de los partidos (y no hay queja de los mismos sobre la bendición de Andrés Manuel López Obrador); ojalá ganen los árbitros del fútbol mexicano que, aún con sus errores, representan a la autoridad, esa autoridad que legiones de mexicanos se pasan diario por el arco de su precaria cultura de la legalidad.
¿Juega limpio siente tu liga? Pues órale, a respetar la ley y exigir que se cumpla; en todos los órdenes (no solo cuando me favorezca).
