lunes 08 julio 2024

Kissinger: los claroscuros

por María Cristina Rosas

Henry Alfred Kissinger -su nombre de nacimiento era Heinz Alfred Kissinger- ha sido uno de los grandes pensadores sobre las relaciones internacionales, la política del poder y el lugar de Estados Unidos en el mundo.

Con una prolífica producción de textos y reflexiones usadas al día de hoy en diversas academias diplomáticas, universidades, instituciones de estudios estratégicos y de formación de cuerpos castrenses y policiales en EEUU y en otras naciones, la mayor aportación de Kissinger estriba posiblemente en haber quitado a los estudios sobre la geopolítica el estigma de ser una disciplina nazi, reivindicando su importancia para la comprensión del quehacer político en el mundo. Desde los padres fundadores y precursores de la geopolítica, muchos de ellos inspirados en Aristóteles y Estrabón -quienes delinearon el determinismo geográfico o la influencia del ambiente en las sociedades-; Varenio -quien desarrolló estudios comparados-; pasando por el posibilismo geográfico de Montesquieu; hasta quienes consideraban al Estado un organismo vivo como Rudolf Kjellen -de hecho, autor del término “geopolítica”-, Carl Ritter, Friedrich Ratzel, y Karl Haushofer -éstos dos últimos defensores del lebensraum o espacio vital-, Kissinger reivindicó a la geopolítica en la gestión de los asuntos públicos estadunidenses entre los años 60 y 70.

A Kissinger se atribuye una frase icónica invocada por todos los estudiosos de las relaciones internacionales: “la diplomacia es un equilibrio entre el poder y la razón, entre los intereses nacionales y los intereses internacionales.” Efectivamente, cuando un país es poderoso tiene la posibilidad de hacer prevalecer sus intereses, y si su poder es menor al de otros actores, debe maniobrar para evitar que otros intercedan en la consecución de las prioridades de aquel. En otras palabras: el poder de un actor termina donde empieza el poder o los poderes de los demás, si bien, la disputa por ejercerlo y derivar de él la mayor cantidad posible de beneficios, es una constante.

Hablar de Kissinger en unas cuantas páginas es un reto formidable. Su estatus icónico no sólo fue alimentado por la alta política estadunidense. La cultura popular ha retratado a Kissinger en películas tan diversas como “Golda” (2023) de Guy Nattiv, donde a la fecha la única mujer primera ministra de Israel, Golda Meier, mantiene intensas conversaciones con el entonces Secretario de Estado -caracterizado por Liev Schreiber- a propósito del apoyo de EEUU a Israel en el contexto de la guerra de Yom Kippur; “Nixon” (1995) la película de Oliver Stone que retrata de manera despiada no sólo al controvertido y corrupto ex presidente estadunidense, sino la influencia que Kissinger -encarnado por Paul Sorvino- tenía sobre el personaje -por esa relación estrecha es que el biógrafo de Kissinger, Walter Isaacson acuñó el término “Nixonger”-; e incluso en el episodio 10 de la 5ª temporada de la exitosa serie “Los Simpson” Kissinger es motivo de escarnio.

Cuando el personaje visita la Central Nuclear de Springfield y pierde sus anteojos en el excusado, posteriormente va a parar al hospital al chocar contra una pared por su debilidad visual -por cierto, Homero Simpson encuentra los anteojos en el retrete, se los pone y coloca su dedo en la sien y dice “la suma de las raíces cuadradas de dos lados de un triángulo isósceles es igual a la raíz cuadrada del lado restante” extraída de y en homenaje a “El mago de Oz”, cuando el Espantapájaros recita la misma frase. En fin, que para “Los Simpson”, al igual que para la cultura popular estadunidense, Kissinger es alguien invocado con frecuencia.

Kissinger nació en Fürth, Alemania el 27 de mayo de 1923. En 1938 su familia y él arribaron a Estados Unidos, escapando de la persecución contra la comunidad judía perpetrada por el régimen de Adolfo Hitler. Una vez instalado en el vecino país del norte, combatió en la segunda guerra mundial en las filas del ejército estadunidense, apoyando las acciones en Alemania, siendo clave en tareas de inteligencia en la contienda. A su regreso se incorporó a la Universidad de Harvard donde estudió relaciones internacionales y obtuvo su doctorado. Con todo, su visión del mundo no fue la de un estadunidense, sino mucho más sofisticada y amplia, debido, ciertamente, a su procedencia germana, léase de un país que quiso dominar al mundo y fracasó estrepitosamente.

Kissinger era tan admirado como odiado. Según Barry Gewen en uno de los mejores análisis sobre Kissinger, éste asumía que la política mundial se basaba en la trágica e inevitable competencia por el poder. Así postulaba que bajo ciertas circunstancias Estados Unidos debía proteger sus intereses aun cuando ello implicara reprimir los intentos de otros países de democratizarse, dado que, como es sabido, la democracia no siempre le ha resultado funcional a Washington -piénsese en su relación con las monarquías árabes, por ejemplo, que, siendo autoritarias, han favorecido los intereses de Washington.

Claro que hay de monarquías a monarquías: cuando murió Francisco Franco, Kissinger se mostró a favor del ascenso de Juan Carlos I conforme a la premisa de que España sería fuerte sólo si contaba con una monarquía fuerte. En contraste, en el caso de la Sudáfrica del apartheid, Kissinger realizó una histórica visita a ese país en 1976, unos cuantos meses después de que las autoridades victimaran a más de 170 jóvenes, en su mayoría afrodescendientes, en la tristemente célebre matanza de Soweto. Kissinger viajó a ese país para asegurar a Pretoria el apoyo estadunidense de cara a la política de contención hacia la Unión Soviética en la región. Asimismo apoyó actos represivos en Camboya, Bangladesh y Timor Oriental, entre otros territorios. Pragmatismo puro.

Fungió como asesor de seguridad nacional (1968) y más tarde fue Secretario de Estado (1974) de la Unión Americana, si bien siempre mantuvo derecho de picaporte en las altas esferas políticas de Washington aun después de terminar su quehacer como funcionario público. Asesoró a las diversas administraciones estadunidenses sobre temas de importancia capital, incluyendo las crisis en Centroamérica de la década de los 80, las guerras del Golfo Pérsico y hasta la ratificación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN). Con frecuencia se le vio departiendo con Ronald Reagan, con los Bush -padre e hijo-, con Clinton, Obama, Trump y Biden. En sus últimos años se le escuchó decir que el peor presidente que había tenido Estados Unidos era Barack Obama. Fuera de la Unión Americana, también fue recibido por líderes como Leonid Brezhnev y Vladímir Putin de la URSS y Rusia; Margaret Thatcher del Reino Unido; Mao Zedong, Deng Xiaoping y Xi Jinping de la RP China; y también acompañó a personajes tan deleznables en América Latina como Augusto Pinochet y Jorge Rafael Videla.

A propósito de su visión de apoyar a aquellos regímenes y gobiernos que mejor sirvieran a los intereses estadunidenses, su gestión de la política exterior de Washington hacia América Latina en los años 60 y 70 del siglo pasado ha sido criticada y no pocos llegaron a pedir tanto en la región como en otros países que se juzgara a Kissinger por crímenes de lesa humanidad. De hecho, se considera que la decisión de Estados Unidos de no reconocer la jurisdicción de la Corte Penal Internacional se vio influida por evitar que sus connacionales, pero sobre todo que figuras como Kissinger, pudieran ser llevados ante el tribunal para ser juzgados -si bien la Corte no puede analizar casos anteriores a su creación en julio de 1998. Tanto el periodista Christopher Hitchens como el juez español Baltazar Garzón documentaron la participación de Kissinger en violaciones graves a los derechos humanos de millones de personas en todo el mundo y el segundo trató infructuosamente de juzgarlo.

Es bien conocido que Kissinger fue determinante para que EEUU apoyara el golpe de Estado contra Salvador Allende en 1973 en Chile. “No veo por qué debemos apoyar y ver cómo un país se convierte al comunismo por la irresponsabilidad de su propia gente” se le escuchó decir. Pero no se detuvo ahí. Su influencia también quedó de manifiesto con el Plan Cóndor mediante el que apoyó regímenes autoritarios en Bolivia, Brasil, Paraguay, Uruguay y Argentina.

Kissinger fue artífice de las negociaciones de paz para poner fin a la guerra de Vietnam. Por ello junto a Le Duc Tho recibió el Premio Nobel de la Paz en 1973. En esos años, contribuyó igualmente a negociar acuerdos para reducir las armas estratégicas de EEUU y la URSS. Pero quizá uno de sus mayores logros fue la gestión para el establecimiento de relaciones diplomáticas entre Estados Unidos y la RP China, que, si bien se materializarían hasta el gobierno de Carter, sin duda fueron la pauta para reinsertar a Beijing en las relaciones internacionales en plena guerra fría.

Admirador del Partido Revolucionario Institucional (PRI) de México, Kissinger apoyó la represión estudiantil del 2 de octubre de 1968 y las gestiones de Gustavo Díaz Ordaz y Luis Echeverría. Con este último se reunió varias veces, así como con sus sucesores, incluyendo Carlos Salinas de Gortari y Enrique Peña Nieto.A menudo se expresaba de manera favorable respecto a México, cuya estabilidad consideraba fundamental para la seguridad nacional de Estados Unidos.

También se mostraba empático con México porque aquí contrajo nupcias en 1974 con Nancy Maginnes, filántropa que había trabajado para el clan Rockefeller. Se sabe que su primer matrimonio en 1949 fue con Anne Fleischer con quien tuvo dos hijos y que tras su divorcio contrajo segundas nupcias con la citada Maginnes. Las causas del divorcio de Fleischer se pueden deducir fácilmente. Kissinger gustaba de la buena comida y buscaba la compañía de mujeres a las que consideraba, en sus palabras, un hobby. Tenía una amistad personal con Shirley MacLaine y su fama de “playboy del ala oeste” recuerda sus vínculos con las actrices Marlo Thomas y la “chica Bond” Jill St John. Su amistad con Hugh Hefner le valió una suscripción gratuita a “Play Boy.” En entrevistas reconocía haber tenido muchas parejas y el término “swinger” era frecuentemente asociado con el poderoso personaje.

La relación de Kissinger con el deporte es una faceta menos explorada, si bien él como nadie entendió la importancia política de las actividades deportivas en la política global. Por ejemplo, mientras la RP China impulsaba la “diplomacia del panda” para enamorar a Pat Nixon, Kissinger se anticipó con la “diplomacia del ping pong”, lo que permitió hermanar a ambos países. En el inter, los Harlem Globbetroters lo hicieron miembro honorario. Pero además, fue mediador en 1972 entre Bobby Fischer y Boris Spassky para que ambos pudieran disputar el campeonato mundial de ajedrez. Aficionado al fútbol se le recuerda como invitado de honor a la Copa del Mundo de Argentina de 1978, donde apareció al lado de Jorge Rafael Videla cuando la selección anfitriona se alzó como la vencedora del certamen. También recibió la medalla Pierre de Coubertin en el año 2000 y se convirtió en miembro de honor del Comité Olímpico Internacional. Estuvo al frente del comité que investigó los escándalos por corrupción que derivaron en que se otorgara a Salt Lake City la sede de los Juegos Olímpicos de invierno.

Su pasión por el fútbol tal parece que se materializó en la Copa del Mundo de 1970 celebrada en México cuando se cuenta que Kissinger quedó encantado con la semifinal disputada entre la República Federal Alemana e Italia. A lo largo de su vida se declaró admirador de Pelé y de Franz Beckenbauer. En 1988 impulsó una reunión entre el entonces presidente de EEUU, Ronald Reagan y el titular de la FIFA, Joao Havelange que fue clave para que el vecino país del norte fuera anfitrión de la Copa del Mundo de 1994, que a su vez ha logrado incrementar de manera exponencial la popularidad de este deporte en la población de aquel país, en tanto abrió a la FIFA el atractivo y lucrativo mercado estadunidense.

En 1982 creó la consultora Kissinger Associates y de la Kissinger & MacLarty Associates empresas de consultoría muy socorridas para el cabildeo en las altas esferas políticas de Washington. También fue miembro fundador del Grupo Bilderberg, el cual reúne a personajes académicos y políticos influyentes de países desarrollados occidentales para delinear directrices frente a la URSS y los países socialistas.

Henry Kissinger celebró sus 100 años el 27 de mayo del presente año. Su salud no fue la mejor, pero se sobrepuso a una cirugía a corazón abierto en 1984 para reparar arterias bloqueadas; un infarto en 2000; una angioplastia en 2005 y un reemplazo de una válvula en 2014. Mucho se habló de su longevidad pese a estos reveses cardiovasculares pero sus colaboradores más cercanos destacan que el trabajo lo mantenía ocupado y con ganas de vivir. Su muerte aconteció el pasado 29 de noviembre y la mayor parte de los líderes mundiales exaltaron su figura. Vladímir Putin dijo de él que fue un estadista con visión de largo plazo. También recordó que fue un político pragmático que logró reducir las tensiones internacionales, mismas que hicieron posible que Estados Unidos y la URSS llegaran a acuerdos que contribuyeron al fortalecimiento de la seguridad global.

El gobierno chino, que siempre ha tenido en alta estima al controvertido personaje, se refirió a su contribución a la normalización de las relaciones con Estados Unidos e hizo votos porque ese espíritu se mantenga en la actualidad en momentos de fuerte rivalidad y tensiones entre ambas naciones. Es de destacar que Kissinger visitó la RP China en más de 100 ocasiones y que tras su cumpleaños hizo una visita sorpresa en julio pasado. El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, hizo alusión a las profundas diferencias que mantenía con Kissinger pero destacó su visión estratégica y su gestión diplomática. Lo cierto es que, una mirada a quienes han sido consejeros de seguridad nacional o bien Secretarios de Estado de EEUU después de Henry Kissinger, se ven muy menores en sus visiones y capacidades para dimensionar las relaciones internacionales y las relaciones de Estados Unidos con el mundo. Kissinger sirvió y transformó a su país, pero en el camino pasó por encima de los derechos humanos de millones de personas y nunca se retractó ni pidió perdón por las acciones emprendidas o inducidas por él de manera directa o indirecta.

Así fue Kissinger, despiadado, pragmático y poderoso. Su partida se produce, irónicamente, cuando el declive de la Unión Americana en los asuntos globales parece irreversible.

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