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martes 08 octubre 2024

La alianza verdadera

por Pablo Majluf

Quienes han estudiado al populismo coinciden en que para vencerlo es mejor una coalición opositora. No garantiza el éxito, pero aumenta las probabilidades. Casi invariablemente, los regímenes autoritarios se consolidan con más facilidad donde las oposiciones se dividen y fragmentan en etapas tempranas. La unidad es crucial antes de que el régimen antidemocrático se enquiste en el poder y cancele la posibilidad de celebrar elecciones libres. Después de eso, ni toda la oposición unida puede vencerlo por la vía del voto. Así ha sido en Turquía, Hungría, Polonia, ya no digamos Venezuela. 

Esa alianza pasa inevitablemente por los partidos políticos o algún vehículo de organización política que le dé cauce electoral. Sin embargo, puede no bastar la mera suma aritmética de siglas. Mucho menos ahí donde el populismo llegó al poder con un discurso antipartidista nutrido del descrédito de esos partidos. Los estudiosos enfatizan la necesidad de una suma política más amplia.

La alianza debe construirse desde abajo, aglutinando a los grupos sociales que no simpatizan con el régimen pero se encuentran desperdigados. Se trata de una colección de grupos que el propio populismo ha producido. Adversarios creados para mantener agitada a la base, damnificados de la destrucción institucional, nuevos desfavorecidos, agraviados de la incompetencia, decepcionados y traicionados. 

El collage de grupos a los que este régimen ha maltratado, abandonado y humillado es inmenso, empezando por los más pobres, defenestrados del sistema de salud, olvidados del sistema educativo, víctimas de la violencia y la extorsión, madres sin guarderías, microempresarios quebrados en la pandemia, campesinos, policías, precarias clases medias. Luego están los menos numerosos pero más influyentes: científicos, artistas, periodistas, la antigua administración pública federal, empresarios. Hay tela para cortar. 

Me han convencido quienes dicen que es una ilusión creer que esos grupos automáticamente votarán por una oposición por mera geometría y desencanto: es necesaria la persuasión, la oferta política y económica concreta, los compromisos, las aproximaciones locales.

La oposición partidista lleva un par de años luchando por estar unida y en ese proceso ha cosechado algunos éxitos a nivel local y nacional. El mayor de ellos fue arrebatarle la mayoría calificada al régimen en las elecciones intermedias del Congreso, salvaguardando así la Constitución. Sin embargo, desde entonces no se ha notado un esfuerzo para ampliar la alianza e incorporar a las oposiciones no partidistas. Picar esa piedra es acaso lo que más tiempo toma. Al propio López Obrador le tomó dos décadas. Acá estamos a un año de quizá la última elección libre y no se sienten acercamientos ni siquiera discursivos. Se percibe, de hecho, lo contrario: partidos cupulares cerrados a la sociedad.

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