Todos los ciudadanos, mexicanos o no, en mayor o menor medida, hemos incurrido —o incurrimos de manera cotidiana— en actos de corrupción.
La casa familiar, los padres y el resto de la familia, además de la escuela y los centros laborales, son las grandes escuelas de corrupción.
Es falso que política y poder sean el epítome de la corrupción.
Y es que la corrupción aparece lo mismo en el Vaticano y en los jerarcas católicos y de todas las denominaciones religiosas, que entre delincuentes, iluminados y famosos. Muchas de las grandes fortunas y empresas son producto de la corrupción. Y es que la corrupción nació con la humanidad. Incluso, entre otras especies —distintas al ser humano— aparecen formas de robo, despojo y corrupción.
Sin embargo, una mayoría ciudadana gusta de ver la corrupción en el ojo ajeno y no ven las grandes corruptelas en el ojo propio. Y es que la moral social, sobre todo en tiempos de redes y de legiones de idiotas, es tan abundante que, incluso, alcanza para la doble moral.
¿Lo dudan? Van 50 ejemplos de que la corrupción somos todos.
1. Copiar al compañero las respuestas del examen.
2. Pagar al inteligente de la clase para que presente nuestro examen. 3. Sobornar al profesor para acreditar un examen. 4. Comprar el examen a las mafias escolares. 5. Sobornar al portero de la escuela para entrar y salir.
6. Pagar a un compañero para que hiciera tu tarea. 7. Robar dinero de la cartera o la bolsa de tus padres. 8. Falsificar las calificaciones para engañar a los padres. 9. Padres que sobornan a maestros o directivos para aprobar a sus hijos. 10. Maestros y directivos de escuela que ponen precio a calificaciones.
11. Godínez que ordeñan salarios de compañeros. 12. Empleados que sobornan a sus jefes para obtener privilegios. 13. Godínez que pagan para checar la tarjeta. 14. Jefes de Gobierno del DF que retenían diezmo a empleados públicos. 15. Partidos políticos que retienen 50 por ciento de salario a empleados.
16. Jefes de partido que se roban los spots. 17. Candidatos a puestos de elección que se roban el dinero. 18. Ciudadanos que venden su voto. 19. Cínicos líderes que recomiendan “agarren todo” y voten libre. 20. Ciudadanos que mienten al dar a conocer su intención del voto.
21. Ciudadanos que falsifican la credencial de elector para el antro. 22. Ciudadanos que compran título profesional en Santo Domingo. 23. Empresarios que sobornan al SAT para no pagar impuestos. 24. Funcionarios de Hacienda que hacen cochupos con impuestos. 25. Basureros que no se llevan la basura si no hay moche.
26. Federaciones de futbol que recurren a cachirules. 27. Actores que solapan a criminales como El Chapo. 28. Constructores que defraudan con casas patito. 29. Taxis pirata que, además, dan votos. 30. Jefes delegacionales que venden la calle para ambulantes.
31. Ambulantes que venden droga y productos pirata. 32. Trabajadores de la CFE que piden cuota para hacer su trabajo. 33. Encuestadores que venden los resultados al mejor postor. 34. Políticos que engañan con promesas imposibles de cumplir. 35. Electores que defienden al candidato preferido a pesar de que miente.
36. Normalistas que hacen del vandalismo un negocio. 37. Ciudadanos que dan moche al oficial de tránsito para no ser multado. 38. Automovilistas que pasan casetas de peaje sin pagar. 39. Empleados que “matan” a la abuela o el tío para no trabajar. 40. Automovilistas que sobornan al verificador de contaminantes.
41. Chistosos que difunden por redes la ubicación del alcoholímetro. 42. Empleados de la SEP que piden pase automático para sus hijos. 43. Políticos que estimulan no realizar evaluación y que regalen títulos. 44. Sindicatos que defienden agremiados ladrones. 45. Padres que solapan los delitos de sus hijos. 46. Padres que estimulan la mentira como modo de vida. 47. Escuelas que solapan alumnos delincuentes y criminales. 48. Ciudadanos que ocupan el lugar de discapacitados. 49. Ciudadanos que compran discos y películas pirata. 50. Ciudadanos que se roban la luz y el internet…
Sí, el que esté libre de culpa, que arroje la primera piedra.
Este artículo fue publicado en Milenio el 30 de septiembre de 2016, agradecemos a Ricardo Alemán su autorización para publicarlo en nuestra página.