Confieso que hace un año pensaba que la LXIV Legislaturas sería muy aburrida, toda vez que Morena tenía control sobre los órganos de gobierno de las dos cámaras y de ahí, sobre todo aspecto de la vida parlamentaria. No consideré el faccionalismo al interior de ese instituto político. Reflejo de ello es la lucha por las mesas directivas.
Como se ha dicho en este espacio, la presidencia de las mesas directivas no implica el control sobre las cámaras, pues éste se encuentra en las juntas de Coordinación Política. En cambio, es importante abrir estos espacios a los partidos de oposición para generar un ambiente de mayor confianza y gobernabilidad. También se ha comentado sobre la forma en que las presidencias son reflejo de los jaloneos por la presidencia de Morena.
Veamos qué ha pasado en la última semana en cada una de las cámaras y la forma en que han resuelto o no estas pugnas.
Cámara de Senadores
Aunque Martí Batres recurrió a los órganos disciplinarios de Morena, hoy día la senadora Mónica Fernández Balboa, del PES, preside el Senado. ¿Qué sucedió? Si bien el partido puede revisar y sancionar procedimientos de grupos parlamentarios en tanto no sean actos o decisiones tomadas en el Pleno, Ricardo Monreal ganó la partida.
¿En qué consiste la fuerza de Monreal? En dos factores. El primero, los órganos disciplinarios de Morena carecen de fuerza para imponer sanciones, toda vez que ya se van: son, en términos estadounidenses, lame ducks o “patos rengos”. En segundo lugar, el zacatecano todavía tiene la capacidad para premiar o castigar a los miembros de las bancadas hasta 2024, suponiendo que sea ratificado en su cargo por la nueva dirigencia del partido. Por lo tanto, la ratificación de Fernández fue cuestión de trámite.
Cámara de Diputados
La situación es más compleja en la Cámara Baja, debido a varios factores.
El primero, el PAN nunca supo explicar por qué era necesaria la rotación en la presidencia o la relevancia de abrir espacios a la oposición en órganos como éste. En cambio, redujeron toda defensa a una argumentación legalista que hasta suena falaz en varios puntos, como considerar que la Ley Orgánica del Congreso es una ley común con mecanismos vinculantes en vez de una norma imperfecta que puede ser vencida por mayoría simple vía acuerdo parlamentario. Otro problema: si uno de los retos es defender la institucionalidad interna, se decidió postular a dos desconocidos sin siquiera hablar sobre su idoneidad.
Por otra parte, Porfirio Muñoz Ledo manifestó su intención por reelegirse. Eso sería quizás hasta natural si no hubiera agregado que usaría su presidencia para promover la aprobación de su viejo caballo de batalla: la reforma del Estado. Con ello, él mismo se desacredita como el árbitro neutral que debería ser un presidente de Mesa Directiva.
El sábado pasado se votó durante la reunión preparatoria la renovación de la Mesa Directiva a cargo de un panista, contándose 169 votos a favor, 259 en contra y 5 abstenciones. Hubo tres abstenciones por parte de Morena y el PES votó dividido. El resultado no alcanza para aprobar una presidencia de Mesa Directiva, sea cual fuere la combinación, por lo que se está negociando una salida en la Junta de Coordinación Política. Mientras tanto, Muñoz Ledo será presidente cinco días más.
Hay dos opciones. La primera requerirá de un boicot abierto de los partidos de oposición en ambas cámaras y una campaña de comunicación que nunca se hizo: lograr que el PAN presida la Mesa Directiva. La segunda es más realista: se pactará que el presidente sea un diputado moderado de Morena.
En todo caso, urge que haya un pacto entre partidos para enviar legisladores moderados y con reputación de imparciales a este órgano.
Este artículo fue publicado en Indicador Político el 5 de septiembre de 2019, agradecemos a Fernando Dworak su autorización para publicarlo en nuestra página.