Si bien en la política (al igual que en otros ámbitos de la vida de las sociedades) no hay amigos, sino intereses, la frase que da título a la presente reflexión resulta ilustrativa Tómese como caso la energía nuclear con fines bélicos. Actualmente existen nueve potencias nucleares -a saber, Estados Unidos, Rusia, Reino Unido, Francia, República Popular China (RP China), India, Pakistán, Israel y Corea del Norte. A pesar de que existe un Tratado de no-proliferación de armas nucleares firmado el 1 de julio de 1968 y en vigor desde el 5 de marzo de 1970, varias de las potencias nucleares que se comprometieron a no transferir tecnología nuclear con fines bélicos a países no nucleares, no cumplieron con esa consigna. Francia, por ejemplo, transfirió el secreto atómico a Israel. La Unión Soviética, inicialmente apoyó a Corea del Norte, en la guerra fría, con la construcción de reactores nucleares de investigación que, a la postre servirían para que el país deviniera en potencia nuclear. Canadá originalmente transfirió reactores nucleares para la generación de electricidad a India y Pakistán. Ambos países, sin embargo, utilizaron esta tecnología para fines del desarrollo de arsenales nucleares. Cuando India detonó su primera bomba atómica en 1974, Canadá cesó toda cooperación con Nueva Delhi e Islamabad. Pero en 1998, Pakistán, gracias al apoyo de la RP China, logró finalizar su programa nuclear detonando varios artefactos exitosamente. No está de más recordar que, a su vez, Israel apoyó a Sudáfrica en su programa nuclear, si bien Pretoria es el único caso en el mundo de una nación nuclear que, tras la democratización y el fin del apartheid, renunció y desmanteló las armas nucleares que poseía.
Lo anterior viene al caso de la reciente cumbre celebrada los días 9 y 10 de septiembre con motivo del encuentro entre líderes de los países que pertenecen al G20 que tuvo como sede y anfitrión a India. La reunión, que tuvo varias ausencias importantes -la del presidente mexicano, que ya es tradición, pero también la de los mandatarios ruso y chino- no fue tan deslucida y tampoco anti-rusa ni pro-Ucrania. En este sentido, el gobierno que encabeza Narendra Modi se aseguró de que las tensiones geopolíticas no empañaran el evento, donde los temas debatidos giraron sobre todo en torno a la crisis climática, las energías renovables, los biocombustibles y una condena a la guerra en términos más abstractos, evadiendo una alusión concreta a Rusia. Sin la sombra de Beijing y Moscú, era de esperar que India, una economía boyante con un exitoso programa espacial que ha triunfado ahí donde algunas de las grandes potencias espaciales han fracasado, se proyectara como un líder y promotor del diálogo. No está de más señalar, por ejemplo, que la Unión Africana se convirtió en miembro del G-20, cosa que fue vista como un enorme acierto de la diplomacia india, con lo que se pone al tú por tú con la RP China y Rusia, quienes tienen una importante presencia económica y militar, respectivamente, en ese continente.
También India necesitaba que, tras la Cumbre de los países BRICS (Brasil, Rusia, India, RP China y Sudáfrica) celebrada a fines de agosto del presente año y que culminó con el anuncio de la adhesión de seis nuevos países (a saber, Argentina, Arabia Saudita, Egipto, Emiratos Árabes Unidos y Kenia) al grupo, fortaleciendo con ello la iniciativa de la franja y la ruta de Beijing, Nueva Delhi presentara en el G20 iniciativas propias para afianzar su propia esfera de influencia en África y más allá.
La presencia del presidente de Estados Unidos, Joe Biden en la reunión, si bien entendible -más con la ausencia de sus dos archienemigos, esto es, Rusia y la RP China en la cumbre- no parece que haya servido para apuntalar a Washington en un mundo donde la pérdida de márgenes de maniobra de parte de los estadunidenses es más que evidente. Y es que la Cumbre del G20 dio más brillo a India que a los decadentes occidentales por varios razones. Con un Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) paralizado por el veto ruso y la guerra comercial entre EEUU y la RP China; con organismos como los de Bretton Woods donde la tradición marca que al Banco Mundial debe presidirlo un estadunidense y al Fondo Monetario Internacional un europeo; no debe sorprender el auge del minilateralismo, esto es, el ascenso de pequeños grupos de países que buscan abrirse paso en la escena internacional donde el monopolio de los “mismos de siempre” no satisface en modo alguno las aspiraciones ni intereses de las economías emergentes. La incapacidad de instituciones como las mencionadas para reinventarse y adaptarse al mundo del siglo XXI, explicaría por qué grupos de naciones con menor institucionalidad pero más voluntad política como el propio G20, los BRICS, los países africanos, los países árabes, etcétera, parecen resueltos a gestionar de otra manera los asuntos globales. En la Cumbre del G20 se pudo observar, sin ir más lejos, que la pretensión occidental de condenar a Rusia por su agresión contra Ucrania, topó con pared ante el reclamo de países de otras regiones del mundo que no aceptan la marginación a la que el “tema Ucrania” parece relegarlos. Vaya, ni siquiera Ucrania estuvo invitada.
Con todo, los retos que enfrenta el mundo en el momento actual son enormes y sin la cooperación entre los miembros de la comunidad internacional, prácticamente ningún tema será resuelto. La agenda ambiental, las pandemias que vienen, la revolución científica y tecnológica, el uso cada vez más intenso de la inteligencia artificial, el nacionalismo, el racismo, la exclusión, el proteccionismo comercial, entre otros tópicos, requieren una gobernanza quizá distinta de aquella que nació de las entrañas de la segunda guerra mundial y que no obstante su pervivencia, debe renovarse, dando cabida a países como India, Brasil, los de Medio Oriente y los del continente africano, con un mayor espacio de gestión dado que el “business as usual” hace tiempo dejó de funcionar. Así, más allá de la consigna de que India y la RP China son rivales; de que Rusia apoya a India para contener a los chinos; de que Pakistán afianza su relación con Beijing para contener a India; de que Rusia y la RP China mantienen lazos estrechos para contener a EEUU; etcétera, es menester un trabajo más constructivo de cooperación entre todos los actores referidos y otros más, para evitar la destrucción del planeta, sea por una contienda bélica, por una agresiva pandemia o bien por la devastación ambiental. La cooperación es la llave para salvar al mundo.