marzo 9, 2025

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Rosa cedió finalmente a las súplicas de Roberto, sin imaginar que sería el último beso de su vida. Los hechos ocurrieron durante la madrugada del 9 de julio de 1951.

Antes de relatar la tragedia que ocupó las portadas de los periódicos, debo decir que hasta antes de la misma, Rosa era una muñequita de porcelana de 24 años y una historia truculenta. Hija del chino Florentino Su y la mexicana María López, quienes procrearon nueve hijos más, halló en la precariedad familiar otro incentivo para bailar. El periplo, por cierto, no se explica sin el apoyo de su hermana Margo, como le decía de cariño a Margarita pues, a instancias suyas, Rosa debutó en el teatro Colonial, a los 16 años, y más tarde fulguró en los teatros Apolo y Follies de la ciudad de México, para regocijo de los tandófilos.

Roberto Serna García era director de un mensuario de espectáculos llamada “Oiga”, los rumores afirmaban que tuvo amoríos con la bailarina Meche Barba y la vedette Amparo Arozamena. Lo cierto es que Roberto pasaba por una mala racha al haber perdido los talleres fotográficos a causa de una huelga y sus negocios como productor de cine iban mal según relata la revista Vea del 14 de julio de 1951. Durante un año, a la par de su éxito en las tarimas, Rosa Su le dio a Roberto una fortuna para lo que incluso empeñó abrigos y alhajas, sin que la deuda le fuera pagada.

Rosa era conocida como “La muñequita china”, tenía legiones de admiradores y, según los cronistas, pronto alcanzaría la cima. Además de sus actuaciones en los recovecos de la noche ya había bailado en la película “La Bandida” y desempeñado un breve rol en “Carta brava”, ambas filmadas en 1948. En la parte baja de 1951, Rosa había participado en dos cintas más, “Especialista en señoras” y “Mujeres de teatro”, es decir, su futuro era como un juego de luces mientras en el pasado quedaban atrapadas las sombras de los amores que le interrumpieron su carrera a los 18 años, al divorciarse de un empresario y liarse con su representante Lucky Mayorga para luego sufrir otro tormento pasional con el empresario de teatro Félix Cervantes, quien cortó el romance porque se enamoró de Margo, con quien finalmente se casó. Margo Su, quien había sido segunda bailarina tiple, describe así a su hermana:

“La piel de Rosa es blanquísima y suave; con las luces del teatro se le ve nacarada. Es más alta y de brazos largos, cuando baila los mueve dulcemente y con elegancia, da la sensación de estar dentro del mar. Su pelo es negro, color ala de cuervo con destellos azulosos. Es muy bella. Hasta su nombre es lindo. Su Muy Key. Muy Key quiere decir Rosa en chino”.

“Le sucedió lo peor”, sigue Margo, “la etiquetaron como exótica a pesar de que ella es lo opuesto. Su danza es exquisita, etérea, nada la liga al grito de selva africano ni a la sensualidad de las islas del Pacífico. Rosa es la danza mística, elegante, misteriosa y profunda. Reemplazó a Tongolele en el Club Verde, con todo y los anuncios espectaculares impresos y los carteles pegados en todas las calles de la ciudad y, desde luego, a su nombre se antepuso el adjetivo de moda: La Exótica Su Muy Key”.

Rosa conoció a Roberto en 1950 y de inmediato floreció. Pero mientras ella disfrutaba la primavera él la desprendía de sus pertenencias y, sobre todo, le tasajeaba el amor propio como le dijo Félix Cervantes, su ex amante, dueño del Teatro Cervantes donde haría su última presentación.

De acuerdo con la declaración de doña María López al Ministerio Público, el domingo 8 de julio, temprano, Roberto buscó a Rosa y la amenazó de muerte si no reconsideraba la ruptura de la relación. Madre e hija consideraron que esas eran faramallas y fueron a visitar a Margo al sanatorio San Hipólito donde estaba encamada. Incluso, más tarde Rosa tomó café en el Sanborns del Hotel Del Prado con Roberto a condición de que estuviera su madre y la plática terminara pronto porque, además de la función de la noche en el teatro Cervantes, al día siguiente debía presentarse en el cabaret “Las mil y una noches” de las calles de Uruguay.

María narró que al terminar la función en el teatro Cervantes Roberto estaba esperando a Rosa quien accedió a sus ruegos para ir al departamento donde vivieron un tiempo, el número 15 del edificio Paal de las calles de Arcos de Belén. Según la versión del Suplemento del Magazine de Policía, “cuando la madre daba vuelta a un pasillo, alcanzó a ver la sombra de los dos que se proyectaba en un muro, y percibió cuando él besaba a la bailarina y luego, tomándola de la mano, la hacía meterse”. Eran poco más de las tres de la mañana del lunes 10 de julio.

Rosa amaba al empresario. Ambos se abrazaron hurgando en su respectiva humanidad mientras María los esperaba sentada en una banca. Enseguida, tres balazos tasajearon el silencio. Dos impactaron en su hija, uno le perforó la sien y el otro el pecho. El tercero le partió la cara a Roberto quien quedó sentado en el suelo. Rosa estaba recostada en un diván, cualquiera diría que era una durmiente muñequita de porcelana sino fuera por la ligera cuarteadura que tenía a un lado de la cabeza y el charco de sangre que la inundó.

El parte policiaco relata que los médicos de la Cruz Verde rasuraron el cráneo de Rosa para examinar el orificio de salida, lo que acentuó la palidez de la bailarina que, en esos instantes, ya estaba rígida “porque el calor se había alejado de su cuerpo tan tentador y provocativo, que hacía aullar a las galerías de los teatrillos conforme danzaba sensual y exóticamente”. Mientras el personal del ministerio público ponía en bolsas de plástico las pertenencias de Roberto, tres postales de Rosa y dos billetes de a peso, doña María se repetía que ella pudo haber evitado la tragedia si hubiera permanecido a lado de su hija.

El último retrato de la bailarina lo hizo el fotógrafo O’Farril en el teatro Cervantes. Luce espléndida calipigea en mallas negras y tacones, sonriente y maliciosa. Seguramente así la recordaron quienes la vieron moverse en el teatro aquella noche. La prensa en cambio no tuvo reparo en encabezar, palabras más o menos, que “La exótica bailarina Su Muy Key fue asesinada por un periodista”.

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