Muchos la ven como una historieta que romantiza la pobreza, otros no la creen, hay quien incluso siente envidia, algunos se identifican…
Hablo de la historia de Xóchitl Gálvez, la niña pobre e inquieta de origen indígena que decidió estudiar y trabajar mucho, se convirtió en empresaria, activista social y política exitosa, en una de esas, se convierte también, en la primera mujer en portar la Banda Presidencial.
¿Qué tan extraordinario es el testimonio de una mujer que nació en una comunidad pobre, que padeció las profundas desigualdades y casi nulo desarrollo social y económico que viven millones en este país? ¿Vale la pena reconocer la historia de alguien que le dio la vuelta a la exclusión, marginación, inequidad y vulnerabilidad que sufren comunidades completas?
En el México de la desigualdad y la falta de oportunidades, urgen más historias como la de Xóchitl, no porque suene bien y sea vendible electoralmente, sino porque es lo justo, vivir mejor es la aspiración de millones de mexicanos.
Aquí una durísima realidad, 74 de cada 100 mexicanos que nacen en pobreza, se quedan en esa circunstancia el resto de sus días, algo muy cercano a “origen es destino”. Nuestro país ofrece una alta probabilidad de nacer pobre, conservarse pobre y morir pobre.
La movilidad social significa cambiar de condición socioeconómica, para bien o para mal. Vivimos en un país que no ofrece opciones para mejorar la realidad de sus habitantes, al contrario.
Los estudios sobre movilidad social en México arrojan información clara, y perfiles como el de la niña Xóchitl Gálvez cumplía a cabalidad con casi todos los requisitos para perpetuar la miseria: nació mujer, en un hogar de bajo nivel socioeconómico, con la necesidad de trabajar desde niña en el comercio informal, en una región indígena y pobre… Pero no fue así, se reveló a su destino, huyó de la realidad de escasez y violencia de Tepatepec para regresar convertida en empresaria, conoce el fenómeno a profundidad y ahora quiere que millones repitan su historia, ¿acaso no es una buena idea?
Sin duda, para el presidente López Obrador no es una buena idea replicar el modelo de Xóchitl, no sólo le enardece que alguien más se atreva a hablar de la pobreza —es su tema, su terreno, su monopolio discursivo—, resulta que quien habla desde su propia experiencia del fenómeno, es una mujer y para colmo, esa mujer, tiene algunas claves para que la pobreza sea superada.
El presidente de los pobres, se ha negado a atender una de las causas más contundentes que provocan la falta de movilidad social ascendente: la baja participación femenina en el mercado laboral. En nuestro país, la participación laboral de las mujeres ronda el 45%, una tasa baja para países con niveles de desarrollo similares al nuestro.
Millones de mujeres mexicanas no tienen ingresos porque se dedican al trabajo de cuidados o al hogar, labores no remuneradas y que impiden que se inserten activamente en el mercado del empleo formal. El fenómeno se gesta cuando las niñas se quedan sin la oportunidad de estudiar, ya sea porque la educación es inaccesible, porque tienen que cuidar a alguien más o porque contraen matrimonio muy pequeñas.
Los niños en situación de pobreza que quieren estudiar, deben sortear muchos obstáculos que los arrojan a los brazos de la deserción escolar. Actualmente, la educación pública, vive una de sus peores crisis, la mezcla entre incapacidad de las autoridades en la materia, el abandono de las escuelas durante la pandemia de Covid y las intenciones de ideologizar a través de los libros de texto gratuitos, son el caldo de cultivo ideal para llevarnos al fracaso educativo y reducir aún más, la posibilidad de escalar hacia la posibilidad de tener mejores ingresos.
El sistema educativo mexicano de la actualidad, no sólo le resta valor a las matemáticas y otras asignaturas básicas, no tiene espacio en su estrecha visión para apostar por el desarrollo de las habilidades necesarias para enfrentar los retos del siglo XXI.
Ofende que una ingeniera que se forjó vendiendo gelatinas, hable de creatividad e innovación, pensamiento crítico, resolución de problemas, responsabilidad personal y social, ciudadanía local y global, desarrollo de tecnologías digitales, manejo de la información, comunicación y colaboración, habilidades que en su experiencia, deben ser fomentadas entre los estudiantes mexicanos para insertarse de mejor manera en el retador mundo laboral del futuro.
El tiempo vuela, el sexenio de López Obrador está llegando a su fin y la movilidad social avanza negativamente, generando las condiciones para que más mexicanos retrocedan y necesiten más apoyos económicos porque no tienen condiciones para salir adelante.
La realidad consume las posibilidades de salir de la pobreza, si las oportunidades no se presentaron a temprana edad, es muy probable que tiempo nos enfrente a retos diversos como la desnutrición, la falta de acceso a servicios de salud, la ausencia de servicios públicos de calidad y una serie de condiciones adversas que, acumuladas, hacen imposible dar pasos firmes hacia el progreso.
Necesitamos más historias de éxito, más relatos que inspiren y animen a otros, pero sobre todo, liderazgos comprometidos con la implementación de estrategias que reviertan las condiciones de bajo crecimiento y alta desigualdad económica que viven millones de mexicanos. Necesitamos demostrarnos que origen no es destino.