domingo 07 julio 2024

La oposición pasgüata

por Marco Levario Turcott

El pensamiento crítico, para serlo deveras, no tiene tema vedado. El tema de la oposición no es tema vedado. De eso hablaré enseguida en el marco del cuestionamiento cotidiano que hago al Gobierno Federal.

Frente al embate autoritario que vive el país desde el poder establecido, las preguntas son pertinentes: ¿existe una oposición partidista fuerte y articulada que funcione como contrapeso del enorme poder presidencial? No me vayan a malentender. No hablo de una oposición ideal y menos lo hago desde el ámbito de la pureza.

¿”Con estos gueyes hay que arar” y a callar todos porque sino le están haciendo el juego a la 4T? ¿No hay una fractura importante entre partidos de oposición y sociedad? ¿El drama que vive el país sólo se explica por un Mesías tropical, una estructura de poder que lo soporta y legiones de creyentes fanáticos? ¿Los partidos opositores sólo son víctimas de ese fenómeno único y sin matices? ¿El PRI y el PAN no han dejado un enorme caudal de corrupción e ineficacia donde gobernaron?

Estoy seguro de que sí hay una distancia abismal entre las expectativas sociales que difieren del gobierno pero que no hallan acomodo en los partidos opositores. Y el asunto no es menor: la democracia mexicana será o no, con estos partidos políticos pero los partidos políticos serán nada sin el voto ciudadano.

¿Vivimos algo más complejo que la fábula del flautista de Hamelin con la que se trata de explicar nuestra realidad. Más aún, la fortaleza del gobierno federal también se explica por el descrédito de los partidos? ¿Deveras, Papo, hay que arar con Alito o con Marko Cortez? Para decirlo de otra manera: desde el análisis pero también desde el activismo político vale la pena otra pregunta: ¿vamos a avalar a los candidatos que ya están eligiendo las burocracias partidarias porque “eso es lo que hay”? Eso significaría convalidar las prerrogativas económicas de los partidos, darles a ellos el control absoluto de sus recursos y solapar sus vicios autoritarios. Yo no soy propagandista.

¿Es con esta oposición o con ninguna otra? La dicotomia es falsa. El tamaño de la gravedad de lo que está viviendo el país desemboca en la necesidad de que la oposición se nutra del activismo social o en 2024 no sólo perderá la presidencia sino las mayorías calificadas en el Congreso. Decir que con esta oposición hay que andar no es un acto de realismo sino de conformismo o, en el peor de los casos, un acto que convalida las peores prácticas políticas. No criticar a los partidos opositoras tiene la consecuencia de dejarlos solos para que elijan abanderado, ruta y trayecto sin intervención social. Por eso Morena está arrasando en las elecciones.

Criticar a los partidos de la Alianza no nos convierte en “antiopositores” sino en parte activa para definir mecanismos, tiempos y discursos en la participación política.

A mí no me gusta la oposición que veo. Lenta de reflejos, pobre en los discursos e indolente del avance de la autocracia. Ni en el terreno real ni en la esfera digital entusiasma. Y no lo hace porque no promueve interacción social sino proclamas que, según ésta, todos los demócratas estamos obligados a seguir porque, de lo contrario, confabulamos contra la oposición.

Si las cosas siguen como van, con una oposición débil y pasgüata, se reducen a un más las posibilidades de detener el avance de la llamada 4T. Por eso diario hay que exigir a los dirigentes de los partidos, sobre la base de que ellos abrieron camino al quiste social que hay en México y que le hemos dado en llamar “Populismo”. Ellos también son responsables del drama nacional.

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