Apenas han pasado algunas horas en que la OCDE nos dio un golpe de realidad en cuanto a la educación en nuestro país y de alguna u otra manera y de una u otra perspectiva muchos comentócratas, analistas y expertos ya se han encargado de poner los datos fríos en que nos encontramos; esos, ahí están y cualquiera que tenga interés puede consultarlos. (https://www.oecd.org/pisa/pisa-es/)
Quienes hemos vivido de, por y para la educación por algún tiempo no muy corto no es ninguna novedad esta información que cada 3 años nos pone los pies en la tierra (cada vez más enterrados de hecho) vemos esta información con otra perspectiva, además de la antes descrita.
Primero cabe destacar que esta prueba se aplica tanto en Finlandia, Singapur, México, Kosovo o República Dominicana, por lo que se esperaría que nuestro país estuviera en el “top 15” pero tristemente estamos en el tercio más bajo de la tabla de resultados.
Más que el lugar en el “medallero” nos deben preocupar otras lecturas de los resultados:
Se descendió 14 lugares en el “ranking” con respecto a la prueba anterior.
México está a 10 años escolares de retraso con respecto a Singapur pero estamos en los mismos niveles que hace 21 años (con respecto a nosotros mismos).
¿Cuáles pueden ser las razones?
Una que podría ser irrelevante pero en mi opinión influye mucho es el hecho de que (comenzando por el presidente) no se le da importancia a esta prueba. Se hace de manera forzada, obligada. Ni las escuelas, los maestros ni mucho menos los alumnos tienen el mínimo interés en aplicarla. En ocasiones anteriores me ha tocado estar presente en su aplicación y fui testigo de alumnos que en las hojas de alveolos (de respuestas) se ponen a hacer figuritas, no leen las preguntas y solamente contestan donde sea y como sea, y es que en nuestra idiosincrasia educativa “si no me va a afectar en mi calificación, ni para qué hago el esfuerzo”.
Otra que está más directamente relacionada es por supuesto los planes de estudio. En lo que va de este milenio, hemos tenido reformas educativas “por sexenio”: 2007, 2011, 2017 y 2023; Cada una de ellas con sus sesgos ideológicos, filias y fobias a veces veladas y a veces descaradas, pero ninguna como esta “Nueva Escuela Mexicana” que es aberrante y hasta ilegal. De estas 4 reformas, en lo personal, creo que la más adecuada y bien planeada fue la del sexenio de Enrique Peña (con Aurelio Nuño como secretario de educación) y por supuesto, la peor es en la que estamos ahora del actual presidente Andrés López y su brillante secretaria de educación, Delfina Gómez (sí, esa que hablaba con “dijistes” y nos comentaba como una amiga suya había sufrido un feminicidio pero afortunadamente se había salvado) y la actual Leticia Ramírez, una receptora de documentos con 90% de lealtad y 10% de ineficiencia.
“Es de que” (diría el clásico) la culpa del rezago es de la pandemia… como si el Covid hubiera sido exclusivo de nuestro país. Aunque efectivamente es un factor que influyó mucho para esta debacle educativa, pero no por haberla padecido sino por el pésimo manejo que se hizo de ella a nivel educativo, económico, de salud y en todos los rubros.
Otro factor muy importante es que realmente no contamos con un modelo educativo (o con varios) para nuestras realidades como país. Nos vamos por modas intentando copiar con años de retraso modelos que funcionaron muy bien en Finlandia, Corea del Sur o Irlanda con realidades totalmente diferentes. El hecho que los alumnos hayan pasado de año por 3 ciclos escolares sin poder reprobar, así su calificación haya sido de cero (por no estudiar, por no trabajar e incluso por no presentarse a clase) es otro de los factores clave que influyeron en que los estudiantes al día de hoy no sepan y que un niño de 15 años tenga la capacidad de resolución se situaciones matemáticas, de comprensión lectora o de conocimiento científico de un niño de 6º de primaria.
Finalmente considero otro factor importante para estos lamentables resultados en la prueba PISA es que se nos ha educado en y para la mediocridad, en una meritocracia mal entendida donde quien obtiene algo no es por méritos propios sino por ser el amigo o familiar de algún poderoso, donde el papel del maestro se ha vuelto en un simple empleado al capricho de los padres que han renunciado a educar a sus hijos y en donde cualquier desacuerdo entre alumno y maestro es este último quien siempre tiene todas que perder, incluso legalmente.
Así que no nos sorprenda que en 2026 estos resultados empeoren si no se hace algo realmente a fondo en nuestro sistema educativo.