Tanto ha sido escrito ya sobre lo dicho por el subsecretario Hugo López-Gatell en la emisión del programa Chamuco TV del pasado lunes 28 de junio que no puedo sino refrendar con brevedad lo que hoy parece consenso: resulta indignante que, ante el desabasto de medicamentos para el cáncer, el funcionario acuse de intenciones golpìstas a los padres de niños enfermos que protestan contra ello. La materia de este texto, sin embargo, no han de ser esos dichos sino una casi igualmente preocupante: el contexto político, mediático y jurídico en que se producen.
La emisión de marras dedica su totalidad a una conversación entre los conductores –los caricaturistas Rafael Pineda “Rapé”, José Hernández y Rafael Barajas “El Fisgón”– con el subsecretario. Que esto no redunde en buena televisión –una hora entera de los mismos cuatro señores platicando constituye el grado cero del discurso audiovisual– es lo de menos; mucho más preocupante resulta que, ante una epidemia que ha cobrado cientos de miles de vidas en el país, el funcionario y sus contertulios releguen el tema sanitario a segundo plano, arranquen el programa y dediquen la parte sustantiva de la conversación a hablar no de ciencia médica sino de política.
El contenido de la emisión es en esencia un monólogo de López-Gatell, apenas interrumpido por brevísimas intervenciones de los caricaturistas que, más que preguntas de periodistas desesosos de comprender e informar –el programa se autodefine como un “ejercicio de periodismo libre y crítico”–, funcionan como pases a gol revestidos de sarcasmo. Ni siquiera en ello, sin embargo, estriba lo más alarmante: en vez de priorizar la discusión de la pandemia, sus consecuencias, su manejo, las nuevas variantes, lo que la investigación científica arroja sobre ellas, la tercera ola que se avecina y que el subsecretario se empeña en negar, López-Gatell y sus corifeos dedican la parte inicial y sustantiva de la charla a lo que llaman “la infodemia”, que no es otra cosa que los trabajos científicos y periodísticos que evidencian los errores del gobierno federal en el manejo del Covid-19.
Ante una amenaza sanitaria renovada en un contexto en que un porcentaje mayoritario de la población no ha recibido la vacuna, Chamuco TV no sólo no cuestiona al funcionario responsable sino que ni siquiera lo invita a hablar de su materia. Ejercicio orondo de propaganda gubernamental, la emisión se concentra en descalificar los trabajos periodísticos que cuestionan la estrategia (aun sin hacer el mínimo esfuerzo por responder a ellos), en culpar a las farmacéuticas, a las industrias alimentarias y a los gobiernos anteriores, en hacer política. Lo grave es que, al ser Chamuco TV una coproducción de Canal 22, Canal Once y tv unam, hace uso patrimonial de recursos públicos en desahogar una agenda partisana a través de lo que en México malentendemos por televisión pública.
Lo malentendemos es porque no lo es, y en ello estriba el quid del problema, que es jurídico. Televisión pública son la BBC o France Telévisions, cuyas políticas de programación responden a un órgano autónomo que funciona sin intervención gubernamental alguna: son servicios públicos, no voceros del gobierno. No es el caso de Canal 22 –dependencia de la Secretaria de Cultura– ni de Canal Once –que depende del Instituto Politécnico Nacional– cuyas políticas de programación son dictadas desde el Ejecutivo. Y más injuriante resulta que tv unam –que sí goza de autonomía al ser una dirección de la UNAM– no sólo se haga cómplice del ejercicio propagandístico sino del descrédito al conocimiento científico, acaso movida por los intereses políticos de las fuerzas que controlan la Universidad.
El gobierno centralista que vivimos ha evidenciado la añeja necesidad que tiene México de un verdadero sistema de medios públicos autónomos. Quede como asignatura legislativa pendiente para cuando toque reconstruir la democracia.
IG: @nicolasalvaradolector