Las delirantes críticas contra Nicolás Alvarado

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La designación de Nicolás Alvarado como direcfor de TV UNAM provocó reacciones diversas y es natural pues el asunto involucra a la máxima casa de estudios y a un personaje público. Pero entre entre la polémica destacan proclamas grotescas que reflejan nítidamente el bajo nivel de nuestro intercambio público: la cantaleta dice que “rechaza” esta designación porque Alvarado proviene de Televisa e incluso plantea que este “rechazo” es independientemente de las virtudes o insuficiencias que este comunicador tenga.


Esta es una variante, entre tantas otras que parecen inagotables, de la sospecha como forma de comprender los hechos públicos, que en el fondo implica una renuncia a razonar. Según esa manera de prácticar la suspicacia, al provenir Alvarado de la empresa de Chapultepec entonces tiene fines aviesos en contra de la institución, lo cual es inadmisible porque bla, bla, bla. El lector acucioso conoce bien la terminología que se emplea para ocasiones como esta.


Ya se sabe que esta enfermedad, la del llamado “sospechosismo” conlleva la muletilla de la confabulación como métido para hilvanar diatribas. Pero además resalta que ninguno de los críticos de esta decisión del rector se han referido a los enormes problemas y desafíos de la televisión universitaria ni al desastre en el que se encuentra Radio UNAM, temas que aquí en etcétera hemos documentado puntualmente. Esos problemas se deben, entre otras razones, a que tales espacios de radiodifusión (sí, de radiodifusión) han sido vistos como parcelas de la militancia, esa militancia que ahora está enardecida pero que, insisto, jamás ha señalado los problemas técnicos y de contenido que tiene TV UNAM y Radio UNAM y que les implica decisiones puntuales para salir del marasmo. Y es ahí donde se halla la discusión que púede ser provechosa para la UNAM, en la necesidad de conocer alternativas para enfrentar tales desafíos. Eso es lo que conviene hacer con los nuevos funcionarios, esperar a que planteen las propuestas que impulsaran, más allá de prejuicios y hasta de gruñidos como de changos empuñando el garrote.

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