Nacida en la Ciudad de México, Gloria Gervitz murió el martes 19 de abril de 2022 en San Diego, California, Estados Unidos. Ante el hecho, el poeta y editor Ricardo Cázares escribió que Migraciones —el poemario único y siempre en evolución de Gervitz— había sido: “el libro de poesía más importante escrito en México en muchas décadas”. En contraste, recordé el desdén de un miembro de la alta burocracia cultural cuando mencioné, en una ocasión, el poema de Gervitz. Interpreté el gesto —además de como evidente desconocimiento de la obra— como confirmación de que Gervitz no pertenecía a alguno de los círculos literarios notorios, que generan pleitesía sin necesidad de lectura. En breve, independientemente del valor literario de las obras, Gervitz no era tan famosa como otros autores. Afortunadamente, esto indica que, en vida, Gloria Gervitz y sus Migraciones no se convirtieron en parte de la cultura oficial mexicana.
La afirmación puede causar duda, pues dos de las múltiples ediciones de Migraciones (1991 y 2002) —que Gervitz corrigió y recompuso en cada ocasión— fueron publicadas por la editorial gubernamental Fondo de Cultura Económica y una de las dos que hoy circulan es coedición con la Secretaría de Cultura. Además, hay sucesos como la presentación del libro y homenaje a Gervitz en Bellas Artes el domingo 15 de abril de 2018. Sin embargo, aunque sea significativa en su formación, la cultura oficial de cualquier país no está constituida sólo por acciones de gobiernos, sino que conlleva formas de anuencia de la comunidad y coincidencia de procesos históricos. Es palpable la falta de integración de la obra de Gervitz a la cultura oficial mexicana más visible y vistosa. Esto, lejos de ser un problema es un bien para la potencial lectura de su poesía. Ser parte de esa convención —generalmente al servicio del nacionalismo, a través de la falacia del “orgullo”— suele llevar a la resonancia del nombre del artista y, como mencionaba, la casi nula frecuentación de su literatura. En cambio, hoy, aparte de las traducciones, Migraciones de Gloria Gervitz cuenta con presencia internacional en librerías gracias a dos remansos de la poesía, la mexicana Mangos de Hacha y la española Libros de la Resistencia, editoriales que acercan el poema a conjuntos de lectores reducidos pero factibles y de la mayor exigencia: quienes comprenden la poesía como ardua búsqueda, más que como encuentro acabado.
Sobre Migraciones hay mucho qué decir. En este espacio me limito a un punto: en su poesía, frente a retóricas literarias que tienden a disociarse del yo, y son con frecuencia abstractas, Gervitz abraza una forma de lirismo. Entre los poetas más significativos, la crisis del lirismo lleva más de un siglo e ideológicamente se acentúa en este tiempo por corrientes filosóficas globales que ponen en duda la consistencia misma del sujeto. La puesta en práctica del lirismo en Migraciones incluye versos que refieren a acciones, sensaciones y hasta sentimientos de la mayor intimidad —“me masturbo pensando en ti”, “me dañaste madre”— que pueden o no ser biográficos, lo que finalmente no importa. El yo de Migraciones, a pesar de semejanzas con la autora Gervitz —por alusiones a ritos judíos e irrupciones del hebreo y del inglés—, es la construcción de una personalidad textual, que es lo que importa en el acto de leer.
La resurrección de recursos y formas literarias no es virtud en sí misma, puede ser anacronismo tradicionalista, carente de efectividad. El de Gervitz, no obstante, es exploratorio: un lirismo consciente de la percepción, “¿cuál porción de la realidad es más frágil/ la mía/ o aquella en la que me ven los demás?”, “¿a quién le estoy hablando?”. A primera lectura, se refiere a cosas que no resultan extrañas, aunque, bien mirado, las temáticas no sean sistemáticamente aprehensibles (las poetas Olvido García Valdés y Tania Favela hablan de “un modo femenino” en Migraciones). Gervitz dice “meaning suddenly gone”, el poeta Cruz Flores lo califica como una “indagación sobre el acto de nombrar”. La peculiaridad de Migraciones es la individualidad de su escritura que, como cualquier perfil genuino, está hecho también de comunidad y, venturosamente, de exterioridad a ella: “yo avergonzándome de mi acento de extranjera/ y de las costumbres de mi casa”. Pero la particularidad no es suficiente, tampoco vale por sí misma: cualquier narcisismo cultiva medios para atraer la atención. En contraste, Gervitz ofrece la diferencia de la entrega a la palabra: “sábete que está en todos y es de nadie/ sábete que te ha bendecido”. El lirismo de Gervitz es contemporáneo y efectivo porque es también interrogación por su lugar en el mundo: “y los otros/ ¿qué ven/ cuando me ven?”.
Entiendo la declaración de Cázares como manifestación de entusiasmo. Alguien con menos prudencia habría dicho que Migraciones es el mejor libro de poesía mexicana en décadas (aludiendo incluso a reportes de octubre de 2021 que en Suecia mencionaban a Gervitz como posible receptora del Premio Nobel de Literatura). En cualquier caso, no habría que tomar las frases literalmente, sino como puntos de referencia, como los premios. Cuando al principio de los noventa, Brodsky listaba los seis escritores más significativos del siglo XX, por supuesto, no había leído y evaluado el conjunto de las literaturas del mundo. Pero su selección se asemeja a lo incontestable: Beckett, Faulkner, Kafka, Musil, Platonov y Proust. Ni Brodsky ni Cázares confunden la literatura, o las artes, con juegos clasificatorios. La clave está en el entusiasmo y acaso esa sea la síntesis de la especificidad de Migraciones en el panorama de la poesía mexicana actual. El poema de Gervitz es una exploración lingüística apenas perceptible: “hasta lo de para siempre se acaba”, parece coloquial, pero es extrañamiento definitivo. Migraciones puede mover al lector atento al entusiasmo, no al del optimismo como presentación propia ante la gente, sino al de la exploración de acontecimientos trascendentes y vanos. En un mundo de ojos que han aprendido a ver y lenguas que hablan, con todo y variaciones, de manera convenida y conveniente, se trata de una percepción abierta. Migraciones: voz del irrenunciable asombro de uno mismo, introspección, “mi vida más pensada que vivida”.