No nos engañaron, el presidente Peña Nieto construyó un candidato y lo destapó el día que desde hace meses se pensaba, su cabalístico 27. Desde el inicio del sexenio actual se dibujaron dos ejes dentro del gobierno, el encabezado por Miguel Ángel Osorio y el que se veía más cercano al presidente, de Luis Videgaray, eran los dos presidenciables originales y de ellos Osorio inicia y finaliza adelante en las encuestas, pero como se vio, estas no son las principales razones para la selección de candidatos, en ninguno de los partidos (salvo MORENA que la enarbola como su método de selección). En algún momento, tal vez con su renuncia después de invitar a Trump en campaña, Videgaray se autodescarta e inicia el crecimiento de uno de sus amigos, José Antonio Meade, que sin aparecer con gran fuerza en las encuestas entre priistas, empezó a posicionarse en las columnas políticas como una posibilidad. La señal importante fue la operación para eliminar de los estatutos y reglamentos del PRI algo que parecía imposible, el candado para que la candidatura presidencial fuera ocupada solamente por un priista probado, el presidente, porque así hay que decirlo, decide eliminar esa traba y lo hace sin problemas, no se escuchan voces disidentes en la asamblea. Al momento del “destape” Meade no era conocido por más de la mitad de los ciudadanos pero seguramente pronto lo conocerán; las preferencias electorales le daban entre 17% y 18%, por debajo de AMLO, de Anaya e incluso del nivel del priismo que es de 19% (todos estos datos en la encuesta realizada para El Economista); aunque son lugares comunes, esta candidatura priista es especial por muchas cosas: hace 42 años no postulaba a un secretario de hacienda aunque hubo aspirantes, él último fue López Portillo; Es la primera vez que el PRI partiría, al momento del destape, en el tercer lugar, porque Madrazo se desplomó posteriormente, y lo más importante, es la primera vez que el candidato No es priista, no solamente no ha ocupado puestos de elección sino que nunca ha militado en ese partido y es en este sentido donde se le presentan retos, para mí su camino es el siguiente:
1.- La “operación cicatriz” seguramente la inició ya el presidente pero no basta, no solamente se requiere el apoyo de líderes, dirigentes, exaspirantes y gobernantes de ese partido, se requiere ir a la base, a las oficinas partidistas, a que lo vean los que lo veían lejano, a quienes lo vieron como funcionario de otros gobiernos no priistas, a quienes lo vieron el adversario a vencer, convencerlos de que defenderá a su partido y que gobernará con ellos, decirles que aunque tenga simpatías entre los panistas su corazón será priista, requiere hacerlo porque debe asegurar la base tricolor, necesita esos millones de votos que aún tiene pero que preferían a Osorio, a Videgaray o a otro candidato; si no los convence el PRI se desplomará como lo hizo con Madrazo en 2006 o peor.
Para lograr lo anterior, no les bastarán a los priistas las palabras, están acostumbrados a los discursos y saben lo vacíos que pueden ser, requieren hechos y estos deberán ser, no hay de otra, candidaturas, Meade deberá ceder muchas candidaturas al priismo tradicional, así veremos que candidatos a gobernador, presidentes municipales, senadores y diputados serán personajes distintos a Meade, hombres y mujeres que no estaban apoyándolo y que no lo harán sin ese incentivo, si no son candidatos del PRI serán presa fácil de otros partidos que andarán a la caza de los disidentes y los enojados, que existen.
2.- Convencer a los simpatizantes no priistas, a aquellos que lo ven como una buena persona, con valores, con experiencia y conocimientos, convencerlos a ellos, de que su gestión no será la de un priista tradicional, que su oferta no es la continuidad, que con él habría un cambio no solo de nombres sino de forma de hacer política, que sabrá combatir problemas como corrupción e inseguridad que hoy tienen enojados a empresarios, a organizaciones y a muchos sectores.
3.- Pasar la prueba del ácido de una campaña, donde el lenguaje se aleja de los tecnicismos, donde aparecen rumores, postverdades, filtraciones, ataques y muchos elementos que nunca ha enfrentado, sus adversarios serán implacables no con él, sino con todo lo que esté cerca de él, deberá entonces no solo defender su historia de vida sino la de los gobiernos con los que trabajó, los funcionarios que lo acompañaron y los miembros de su partido en campaña. Si no lo hace bien, los ciudadanos no se le sumarán.
Como es fácil ver, los tres puntos anteriores no van en la misma dirección, sino que a veces son contradictorios, ¿cómo apapachar y dar candidaturas al priismo tradicional y al mismo tiempo mandar la señal de que es un verdadero cambio?, ¿cómo defender a las administraciones en las que trabajó y al mismo tiempo ser creíble en el castigo a la corrupción de la que pueden estar acusadas? Son retos para un candidato al que no se le puede reprochar nada, su carrera ha sido ejemplar, cinco veces secretario sin haber sido nunca manchado con casos de abusos de poder, de maltrato a empleados o periodistas o de enriquecimiento, parece que el PRI o el presidente para decirlo con claridad, apuesta por una imagen limpia cuando el coraje se dirige a los corruptos, el tiempo nos dirá si esa jugada le funciona, la respuesta no nos la darán las próximas encuestas, eso lo sabremos ya iniciado 2018 cuando se conozcan otros nombres y los ciudadanos puedan contrastarlos.
Este artículo fue publicado en El Economista el 27 de noviembre de 2017, agradecemos a Roy Campos su autorización para publicarlo en nuestra página.