En apenas veinticuatro horas, el presidente López Obrador se desdijo de su propuesta de pausa entre México y España, pero reiteró sus insultos a las empresas y gobiernos ibéricos. También reiteró su petición “de transparencia” sobre el monto y origen de los pagos que recibe el periodista Carlos Loret de Mola.
La insistencia presidencial en estos temas es una efectiva caja china, sobre todo si se considera que este jueves una reportera de El Financiero hizo evidente que López Obrador estaba mintiendo sobre el contenido de su conversación con John Kerry, quien había declarado a Reuters sus preocupaciones sobre la reforma eléctrica, lo que hacía improbable el tono candoroso y de entendimiento que el tabasqueño transmitió sobre esa reunión.
En suma, hay que tener entretenida a la audiencia con un conflicto con España, el pérfido Loret y alguna otra narrativa adicional que no haga discutir la recesión, inflación, los muertos de Sheinbaum, la nueva ola de Covid y la Casa Gris de José Ramón el chico. Si para distraer al respetable hay que insultar a otros países, nombrar embajadores de pena ajena o profundizar en el relato resentido del México robado por los extranjeros, adelante: para eso se tiene la tribuna más poderosa del país, el Aló Presidente Tabasco Edition, el Circo Atayde de la política nacional, con más de cien saltimbanquis, payasos, malabaristas, maromeros y patiños.
Desafortunadamente, la lectura generalizada de la comentocracia, sobre estos desfiguros, es de botepronto y le hace el juego al presidente. Ayer, opinadores grandes y pequeños salieron con la conclusión facilona de que López Obrador ya perdió la cordura, dice barbaridades porque no le irriga bien la cabeza o de plano ya chochea. Ese nivel de comentario, inmediatista, poco sólido o francamente estúpido, sólo sirve para granjearse likes y retuits, pero no aporta a la comprensión de lo que pasa en el país. Reducir al presidente a la condición de un loquito fortalece la contaminación de la conversación pública con la que el macuspano hace su agosto.
La regla general es que los políticos son necios e ignorantes. No solo ellos, parece una nota característica de los personajes públicos, por ejemplo, ahí está Carlos Loret, empecinado en violentar la presunción de inocencia con comentarios que solo lo acercan a una demanda gordísima, considerando sus vistas en Latinus. Resulta claro que tanto López como Loret tienen asesores que les dicen que hay consecuencias jurídicas por decir ciertas cosas, pero a los dos les vale. Y el tabasqueño y el yucateco están en los extremos del debate nacional: no hay dos sujetos más diferentes y, en ciertos temas, ambos son obstinados hasta lo poco inteligente.
Hoy Loret soltó otra bomba: adelantó que su programa presentará la confesión de un exfuncionario sobre un fraude del gobierno obradorista por 2 mil millones de pesos. El presidente quiere que Loret diga cuánto gana y quién le paga, el egresado del Itam le responde con otra nota que exhibe la corrupción en la 4T. Ese es el nivel de los trancazos.
¿Por qué insiste López en que Loret publique su sueldo? ¿Sabe algo o está jugando al póker? Antes de que salga alguno de los transparentistas comunes a invocar la privacía del ingreso, hay que hacer algunos matices:
- Si el dinero proviene de un gobierno extranjero, una persona políticamente expuesta o de una empresa con conflictos con el gobierno, es periodísticamente relevante que se sepa la identidad del fondeador;
- Si los pagos se hicieron con recursos públicos, de un gobierno estatal, un órgano autónomo, un partido político o cualquier entidad o persona que maneje ese tipo de fondos, es legalmente necesario transparentar los montos, origen y justificación.
- Si el sueldo no tiene alguna de estas fuentes, pero es muy alto, el resentimiento político se vuelve relevante. “Le pagan millones para atacarme”. “Imaginen cómo vive con ese dinero que gana”. “Atenta contra la 4T por treinta monedas de plata” y demás estupideces por el estilo.
Partamos de una realidad, Loret gana y gana bien. Pero eso no es nuevo: ¿cuánto estiman que recibía Carlos por su programa matutino en Televisa, sus participaciones en Tercer Grado, su programa en W Radio y su columna en El Universal? ¿Cuánto más tuvo que ofrecer Latinus para sustituir los ingresos que tenía en Televisa? ¿Gana más que el presidente? Lo racional es que sí y, si no fuera así, por favor me avisan para ponerle un zape.
No obstante, el mayor daño del asunto de la Casa Gris de Joserra está en que el pueblo bueno resiente el lujo, sea legítimo o mal habido. En eso radica el éxito del discurso del Peje de “no puede haber gobierno rico”, pero que, al igual que su perorata sobre la austeridad, se extiende al campo privado. En su cristianismo barato, de propaganda de secta, la riqueza es esencialmente mala y, en la mente popular, la fortuna es una cobija finita: si alguien se cubre con ella, es porque se la quita a otros. En otras palabras, si Carlos tiene es porque le quitó a Pedro, aunque Carlos no tenga nada que ver con Pedro e incluso Pedro sea un holgazán bueno para nada: el éxito de Carlos es la causa de la pobreza de Pedro. Este cuento no lo inventó López Obrador, pero lo aprovecha a plenitud.
Envío esta columna antes de que Loret transmita su programa. Dudo que transparente su sueldo y origen de los recursos, pero creo que será peor que López lo exponga antes que él. También dudo que el presidente no tenga esa información.
De lo que no tengo la más mínima incertidumbre es de un hecho político: que el silencio de Loret facilita que el Peje invente fondeadores y montos… y el periodista se verá en la mala posición de tener que desmentirlo, con lo que terminará ventilando lo que no quería publicar. Si Carlos se aferra al mástil de la privacidad, la calumnia tendrá más efecto. Pero ya sabemos que los dos son unos necios, en verdad espero equivocarme en esta ocasión.