La confusión es enorme. Sin necesidad de hacer una gran investigación y simplemente con seguir las mañaneras, es evidente que para el presidente López Obrador los enemigos de su administración son en general la clase media, y todos los que no pensamos como él, esto es, una buena parte de los intelectuales, académicos, periodistas, instituciones, medios de comunicación, órganos autónomos, científicos, creadores culturales, oposiciones, feministas y desde luego los pequeños y medianos empresarios (los grandotes que han salido beneficiados no tanto). Ahí están la mayoría de los “conservadores” que el desprecia, detesta y combate con vigor. ¡Cómo se atreven a oponerse a sus designios!
A lo largo de estos casi tres años, sin pausa alguna, su maquinaria propagandística se ha dedicado, día tras día y evento tras evento, a estigmatizar y señalar y eventualmente a poner en peligro a todos los que nos atrevemos a disentir.
Todo esto es muy grave para la vida democrática e institucional. Se pueden poner todos los calificativos que se nos ocurran, pero el hecho es que el presidente no gobierna para todos, mantiene una actitud antidemocrática, polarizante y autoritaria. Esto hay que decirlo abiertamente.
Pero a mi juicio lo más preocupante es que mientras se critica y promueve la venganza contra una parte de la población, el crimen organizado, los delincuentes, asesinos, violadores y corruptos se despachan con la cuchara grande y se les dice, para su mayor tranquilidad, que la política de abrazos no balazos es la que va a imperar en este sexenio hacia ellos.
Si la impunidad era el pan nuestro de cada día en administraciones pasadas, hoy está certificada oficialmente y no se combatirá a los delincuentes, no se les sancionará, ni se les perseguirá por no convenir a los intereses de la cuarta transformación.
No estoy exagerando. La situación de muchas ciudades de Michoacán, Tamaulipas, Zacatecas, Colima y Guanajuato, así como de un gran numero de carreteras de nuestro territorio (como la México-Querétaro, por ejemplo) por mencionar algunos de los estados y zonas donde esta situación es más conspicua, prueban que pase lo que pase el gobierno no está dispuesto a actuar, ni a cambiar de estrategia, ni a tomar las riendas del problema de la terrible inseguridad que afecta a nuestro país. Valdría la pena escuchar a los expertos juristas que nos aclaren si lo que estamos viviendo es o no es algo muy parecido a un Estado fallido, para hablar claro.
A los ciudadanos no nos interesa si estos niveles de violencia se deben a un conflicto entre cárteles, si es terrorismo (que creo que desgraciadamente en algunos casos, lo es), si el problema lo originó Calderón o lo acrecentó Peña. Lo que reclamamos es que a la mitad de su sexenio ni de lejos vemos que exista el anunciado imperio de la ley y mejore la seguridad para todos.
AMLO nos pidió al inicio de su gobierno un año; después, que esperáramos 24 meses para revertir esta situación y que los indicadores criminales comenzarían a bajar. Nada de esto ha sucedido.
Para mayo de este año, 3 mil 68 personas (incluidos los feminicidios que van en ascenso) han sido asesinadas, casi 100 personas por día. La violación se ha incrementado en un 30.5% y la trata de personas ha crecido un 40%. ¿Esto puede seguir así?
Más valdría que antes de estar generando odios y risitas burlonas con la nueva sección de la mañanera, la “mentira fifí del día”, el jefe del ejecutivo se pusiera a trabajar, a consultar a los expertos, y a proponer un cambio de estrategia que nos permita vivir en paz en México. ¿De qué sirven esos desayunos a las 6 de la mañana con el “gabinete de seguridad” si no se ha avanzado un milímetro en el problema numero uno de nuestro país? ¿De que ha servido que los militares no hayan regresado a los cuarteles —como lo prometió el presidente— si no se ha conseguido abatir estos terribles indicadores?
El señor López Obrador está muy confundido, sus enemigos no somos los “aspiracionistas”, los que queremos vivir tranquilos y mejor. Sus verdaderos enemigos son los malsanos pensamientos que le sugieren que México se ve mejor manchado de sangre.