No se han podido atemperar los ánimos entre López Obrador y el 25 o 30% de ciudadanos, los cuales no se entienden ni simpatizan con el mandatario.
Las cosas han sido difíciles desde que el entonces candidato ganador dio a conocer algunos lineamientos de lo que sería su gobierno. El Presidente no encontró, ni la está encontrando ahora, algún tipo de empatía que le permitiera establecer canales propositivos de comunicación e interlocución. Da la impresión que este tema no anda en su radar.
El Ejecutivo ha sido corresponsable de la incomunicación y la tensión; pero también se debe identificar que los críticos de López Obrador poco o nada hacen por entender y asumir que la sociedad mexicana está viviendo un tiempo nuevo.
No hay un solo indicio de que las cosas vayan a cambiar. No se ve que el Presidente vaya a asumir nuevas formas en su gobierno; más bien parece que las va intensificar, a lo que se suma que da la impresión que también se regodea con ello.
Este fin de semana de nuevo el Presidente usó las singulares “consultas” a mano alzada para tomar importantes decisiones. Pareciera que poco importa lo que hay de fondo en algunas propuestas presidenciales; lo que importa es que se hagan como el propio mandatario desea, sin que medien opiniones de investigadores o especialistas.
De lo que se trata es de que se hagan las cosas, sin importar lo que pueda terminar sucediendo con ellas, o las consecuencias que provoque al mediano o largo plazo. Discutir es muchas veces farragoso, pero escuchar a los otros, quienes pueden plantear argumentos contrarios a lo que uno quiere o propone, es sabido que no es tarea sencilla, pero al mismo tiempo, necesaria.
Sin embargo, esto es lo que precisamente hace que las cosas funcionen mejor y que haya el mayor número de certezas en los proyectos. Es una ratificación y fortalecimiento de la democracia y la pluralidad.
La consulta de ayer en Oaxaca sobre la construcción del Tren Maya fue imprecisa, poco representativa y confusa, lo que provoca, a querer o no, lo que el propio Presidente decía ayer mismo que quiere evitar: los pleitos.
Quienes piden y exigen ser escuchados no necesariamente son opositores o contrarios a López Obrador; muchas de ellas y ellos votaron por él. Lo que han hecho es poner sobre la mesa elementos sobre la construcción del tren que merecen ser atendidos.
Uno de ellos es el del impacto ambiental, el cual, hasta ahora, es todo un enigma; un día se dice una cosa y al siguiente otra, es un tema que todos sabemos que es de la mayor importancia.
Pero en esto de los pleitos López Obrador no está solo. Quienes critican y hasta agreden al Presidente saben que en la mayoría de los casos todo lo que le digan va a tener una respuesta. Lo saben y por ello lo hacen con mayor vehemencia, sin estar a menudo muy claro qué pretenden.
Las redes se han convertido en uno de los ejes del campo de batalla diario, lo que las ha llevado a un terreno que merece el análisis antes que validar cualquier cosa. Los medios llamados tradicionales, tan señalados y fustigados a lo largo de mucho tiempo, están siendo la instancia para saber si lo que se dice es cierto o no.
Los pleitos tienen mucho que ver con no entender el momento, pero también con un Presidente al que siempre le ha gustado subirse al ring, sin importar con quien o en dónde.
Pudiera ser que estemos metidos en un callejón sin salida. Por un lado está un Ejecutivo que pide “ya chole con los pleitos”, y por el otro están ciudadanos que, si algo buscan, es agarrar al mandatario fuera de la base.
De seguir así los pleitos, van a durar todo el sexenio.
RESQUICIOS.
María de los Ángeles Moreno fue una mujer por muchos motivos admirable. Fue un personaje diferente, atractivo, inteligente, defensora de las mujeres y de las causas del país en todos los cargos que tuvo. Es triste su muerte.
Este artículo fue publicado en La Razón el 29 de abril de 2019, agradecemos a Javier Solórzano su autorización para publicarlo en nuestra página.