La que hoy se libra en las calles del país por parte de la sociedad, y ahora también en los recintos legislativos federales en su rol de Poder Constituyente Permanente y, en su momento seguramente lo será en el radar del Poder Legislativo Ordinario, es una lucha justa por la sobrevivencia y perdurabilidad de la democracia.
Si lo llevamos figurativamente a la arena de la lucha libre, diríamos que es una lucha solo a dos caídas sin límite de tiempo entre limpios y/o técnicos contra rudos, como suele decirse en este argot del cuadrilátero. El cetro que está de por medio para los limpios, es conservar la permanencia de la democracia. El primer round, como acabamos de decir, en este momento se está librando en el Poder Revisor de la Constitución, y el segundo se dará en el Poder Legislativo Ordinario.
Aunque políticamente se tiene la percepción que ya abortó la reforma constitucional electoral, y que bueno que se tenga este fuerte ánimo para seguir luchando, lo cierto es que, hasta el momento, como rezan los dichos populares, “la moneda está en el aire”, pues todavía, no obstante que se prefigura esta imagen, a ciencia cierta aún no cae al piso para saber si es “águila o sol”. Para decirlo con otras palabras, hasta que lo veamos en tinta y papel, pues bien dice un anuncio publicitario, “papelito habla.”
No quiero ser pesimista; solo son mis temores por algunas experiencias por las que ya se ha pasado. Repito, si bien hay quienes piensan que la reforma constitucional electoral ya está muerta, y que bueno que haya este elevado ánimo colectivo porque alienta y hace renacer el paso firme hacia adelante, la realidad es que el dinosaurio no está muerto, todavia está vivo y patalea, por lo que se puede decir que la referida reforma constitucional no está muerta, “todavía está pataleando”. Tan es así, que, aun cuando ya se había anunciado esta intención, ya se presentó la iniciativa para reformar la Constitución en este renglón, pues como dirían en el barrio, “en una de esas es chicle y pega”. La arrogancia del Poder no se da por vencida, respira y se mueve. Vivencias amargas de este tipo hay varias. Por eso “no hay que bajar la guardia”. No hay que confiarse.
Con más razón no hay que hacerlo, porque con malestar el coordinador de la Fracción Parlamentaria de Morena en la Cámara de Diputados, el 21 de este mes de noviembre, al presentarse la iniciativa de reforma constitucional, espetó de manera tajante a los legisladores de la oposición, que si no se aprobaba, de inmediato presentarían el plan B, y de manera amenazante les sentenció: “ … no se van a salir con la suya.”
¿Pero por qué destilan tanta fobia, rabia y odio contra las actuales instituciones electorales?, si finalmente, privilegiando la ley, con sus resoluciones les han dado todo; incluso en algunos casos, esto exclusivamente desde el sentir de la gente, algunas se las han entregado aún cuestionadas por la supuesta existencia de irregularidades en los procesos electorales. ¿Es tanta la arrogancia del poder, “que le vale” y que también quiere contar con todo el aparato electoral?
Esta es otra oportunidad que tienen los legisladores cuyo bloque partidista domina las dos cámaras legislativas, de demostrar verdaderamente de qué están hechos, porque lo que ahora está en juego es la democracia del país. Veremos si se purifican y regresan al buen redil de la constitucionalidad democrática, o siguen por el camino equivocado de la mala vida de la inconstitucionalidad, mostrando que no tienen remedio, y que ya están totalmente en la perdición, aprobando reformas que profanan el espíritu democrático.
De volverlo hacer, estos legisladores por su conducta contumaz pasarán a la historia negra del país, por su traición a la democracia y al país, si no es que incluso habrá hasta quienes los querrán borrar de los anales del parlamentarismo mexicano y de los del país, al no querer tener memoria ni registro alguno de su indeseable paso por estos recintos de la Constitución y de la ley; o por lo menos exhibirlos como ejemplo de lo que no se debe hacer, ya que es su democracia, la del poder; no auténticamente la del pueblo, ni la del país. Esto es contrario a la esencia y significado pulcro que aún rigen a la política en su versión pura de los juicios políticos grecolatinos, que podemos conjugar parafraseándolos en sentido inverso, en la siguiente expresión: “Res Pública”, “Demós Kratós”: en la cosa pública, el gobierno o autoridad del pueblo. Digámoslo con otras palabras: contar con un gobierno eminentemente democrático.
Ya que ahora con frecuencia se invoca al pasado, también podemos decir que lo curioso, en este caso, es que hay muchos actores políticos y varios son los mismos legisladores que, a través del tiempo, han participado en la configuración del sistema electoral que hoy tenemos; es decir, que han sido arquitectos del esqueleto electoral que nos rige, pero que ahora les parece inadecuado e indeseable, por lo que lo quieren regresar a ese pasado que tanto criticaron en varios espacios y momentos. Luego entonces, ¿en el fondo estaban de acuerdo con el esquema político electoral del pasado, o no? ¿O simplemente solo era un discurso que rendía beneficios cuando no se tenía el poder, pero ahora que se tiene, esa narrativa ya no acomoda ni favorece? ¿No les dará pena contradecirse?
Bueno, pero vamos a dejarles el beneficio de la duda en el aire, para con esta hipótesis, hacer una sugerencia. Si en el remoto caso, escenario desde luego nada deseable, los legisladores del partido en el gobierno junto con sus aliados incondicionales en esta legislatura, lograran imponerse, por la obediencia que le tienen al ejecutivo, para aprobar la reforma constitucional, o aunque sea una propuesta modificada en la Constitución, y si deveras se tiene el ánimo constructivo, institucional y democrático mirando por el bien del país y seguir avanzando en el desarrollo cuantitativo y cualitativo de la democracia, quizá sería una buena idea ratificar a los consejeros y magistrados electorales; esto es, eligiéndolos para otro periodo.
Si se puede, porque los actuales consejeros y magistrados electorales fueros escogidos con base en la normativa constitucional y legal aún vigente que quedaría en desuso; pero que al ser abrogada por la nueva normativa, con la que se tendría y empezaría un nuevo escenario jurídico, contemplando esta posibilidad en el diseño de la misma, no lo estarían haciendo con la normativa vigente, sino con la nueva. Esto es, como luego se dice, habría un “borrón y cuenta nueva”.
No se puede argumentar que no se puede, porque serían nuevas normas para nuevas formas y estructuras electorales. Tampoco se podría hablar de una indebida retroactividad de la norma, porque esta figura jurídica solo opera cuando las nuevas normas van en perjuicio de las personas; pero es completamente válida cuando es en beneficio. Y además sería la propia norma constitucional la que daría pauta para hacerlo, por lo que no habría ninguna contradicción entre sus respectivos preceptos.
Esto no es antijurídico, porque fueron nombrados y/o seleccionados por la Cámara de Diputados para el cargo, de un grupo propuesto que se fue decantando por sus capacidades y cualidades; no electos por voto ciudadano; es decir, que se pudiera pensar en una reelección, por lo que no tendrían impedimento alguno para ser ratificados por dicha Cámara legislativa con fundamento en la nueva normativa constitucional que se apruebe. Lo anterior, además, seria en ganancia de los indicados órganos electorales y del país. Si se quiere y hay buena disposición política, si se puede. Más todavía, si en el fondo y en verdad se está pensando en mejorar la calidad de la democracia.
Dejar a los que ya saben para aprovechar al máximo el capital de conocimiento y experiencia de alta especialización de trabajo positivo que ya se tiene. Hay que aprovecharlo, en lugar de que llegue nueva gente a aprender, porque la curva de aprendizaje es alta, complicada y se lleva su tiempo, además para no poner en riesgo la eminente elección que será compleja y altamente competida, toda vez que se renovarán muchísimos cargos de elección popular de los tres niveles de gobierno en numerosos lugares del país.
Al país le cuesta mucho preparar a sus servidores; a su capital humano público como para que “de golpe y porrazo” desecharlo y demoler lo construido. No hay que desperdiciar el conocimiento, capacidad y experiencia que ya se tiene. Hay que aprovecharlo en todo lo que vale, para que se desarrolle mejor el trabajo, ya con el pleno conocimiento y expertís que tiene, aplicando las nuevas reglas que se creen. Hay que “sacarle jugo” al talento que ya se tiene, porque, como a veces se dice, “ya están curtidos o cuereados” en este tema. ¿Para que empezar de nuevo a capacitar, aprender y adquirir experiencia para el manejo de todas y las muy variadas situaciones complejas que se presentan en cada proceso electoral?; máxime que éstas, dado el ambiente político “caldeado” por el que atraviesa el país, requerirán no solo de conocimiento y experiencia, sino también de mucho aplomo, prudencia y certeza jurídica y política electoral, para darle la mayor certidumbre al país sobre los próximos resultados electorados.
Al margen de lo anterior, desde luego que la prioridad es defender el actual andamiaje del sistema institucional electoral, porque hay confianza en estas instituciones electorales, y esa confianza, elección tras elección, la han venido ratificando los propios ciudadanos, al quedar conformes con los resultados que presentan sobre los procesos electorales. Una prueba de ello, es la alta calificación que le han otorgado al entonces IFE y al hoy INE por encima de otras organizaciones. Y esto no es cualquier cosa, pues ningún órgano público lo ha tenido tan alto, y ello es por la confianza de la propia gente. Por eso, dado el prestigio y reconocimiento internacional que ha logrado, en muchos países se le ha tomado como referencia y aprendizaje de su organización y trabajo, teniéndolo como modelo a seguir, Y esto ha sido gracias a la fuerza de voluntad de generación tras generación del cuerpo humano altamente especializado que ha transitado en estos órganos electorales para construir democracia electoral. ¿Y, aun así, ahora se le quiere matar?
La guerra por la subsistencia de la democracia todavía no termina, y menos está ganada. Todavía faltan varias batallas más por librar para ganarla. Repito, el animal está herido; sigue vivo y se mueve. No se nos puede olvidar que es el tiempo de los ciudadanos; que es nuestro deber primario proteger y preservar la democracia, y que el país nos necesita a todos, porque todos somos México. Las normas y las instituciones electorales tienen que ser duraderas para darles alta presencia, confianza, credibilidad, respetabilidad y vigor, para a fuerza de voluntad ir perfeccionando nuestra vida democrática.
Siempre debemos tener claro, que el país no es de nuestra propiedad como para dejar hacer y dejar pasar, como tampoco de nuestros sucesores inmediatos. El país solo lo tenemos prestado, por lo que debemos cuidarlo, conservarlo y heredarlo a las siguientes generaciones en mejores condiciones de vida, que las que nosotros recibimos de nuestros padres. Por eso esta es una lucha justa. Es la lucha por la democracia.