jueves 21 noviembre 2024

Lula y México

por María Cristina Rosas

No obstante la alegría -en muchos círculos políticos, académicos y diplomáticos- con que se ha recibido la victoria de Luiz Inacio Lula Da Silva en los recientes comicios presidenciales de Brasil y el afectuoso mensaje con el que el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador felicitó al hoy mandatario electo, el presente y futuro de la relación bilateral no parece que sufrirá grandes cambios.

En “México y Brasil: ¿buenos enemigos o amigos mortales?”¹ abordé a petición de colegas brasileños, la historia de los vínculos entre ambas naciones. Si se caracterizara a las relaciones entre México y Brasil, las palabras más adecuadas seguramente serían “encuentros y desencuentros”, en una especie de relación pendular. Pese a enfrentar problemáticas afines por su condición de países periféricos -o como se les llama ahora “emergentes”-, con una pésima distribución de la riqueza y estando fuertemente endeudados, no han logrado cerrar filas para contar con mejores capacidades de negociación frente a los más poderosos. Antes bien, la rivalidad entre México y Brasil ha sido la norma, quizá porque cada uno percibe al otro como un “intruso” en su respectiva región geográfica de influencia. Por supuesto que los dos países han tenido importantes coincidencias, por ejemplo, en la década de los 80 del siglo pasado, ante la crisis del endeudamiento externo, cuya magnitud hermanó a México y Brasil, aunque al final terminaron negociando de manera individual con los acreedores.

De hecho, los factores que han determinado el carácter de los vínculos entre las dos naciones, prácticamente se han definido en función de

  • la lejanía geográfica;
  • la interposición de Estados Unidos;
  • el reconocimiento mutuo a un liderazgo regional facilitado por la distancia; y
  • la naturaleza competitiva, no complementaria, de las dos economías.²

Un poco de historia

Para poner en contexto estos rasgos definitorios de las relaciones entre México y Brasil, es necesario hacer un breve recorrido histórico por los contactos desarrollados por ambas naciones. Así, en las primeras décadas del siglo XIX, luego de que México y Brasil nacieron a la vida independiente, la lejanía geográfica fue un factor que contribuyó a demorar el establecimiento de relaciones comerciales y políticas fluidas. Los representantes diplomáticos de los dos Estados se encontraron a menudo gestionando sus relaciones bilaterales en un tercer país, la Gran Bretaña, potencia de la época y de la que buscaban el reconocimiento como naciones independientes. Siendo tan importante el reconocimiento británico para los dos países, otras consideraciones parecían menos apremiantes. Con todo, México fue el segundo país en reconocer la independencia de Brasil el 9 de marzo de 1825, sólo detrás de Estados Unidos.³ Es en esa misma fecha que se establecen las relaciones diplomáticas entre las dos naciones. 

Un episodio muy interesante en las relaciones entre México y Brasil se produjo durante la intervención francesa en México. Como es sabido, Maximiliano y Pedro II eran primos hermanos -pertenecientes a la casa de los Habsburgo-, y una vez en el poder, el primero buscó el reconocimiento de los países latinoamericanos a su gobierno. Por supuesto que le era muy importante el reconocimiento de Brasil. Sin embargo, el resto de los países latinoamericanos reprobaban el imperialismo europeo, lo cual, a su vez, limitaba los márgenes de maniobra del gobierno brasileño. Este, ante las presiones, pospuso la audiencia a Pedro Escandón, el enviado de Maximiliano, haciéndolo esperar un mes –de enero a febrero de 1865- antes de que pudiera presentar sus cartas credenciales a Pedro II.⁴ En consecuencia, en los siguientes años, las relaciones entre México y Brasil se enfriaron debido al disgusto que el gobierno mexicano poseía por la decisión de Pedro II de haber reconocido al efímero régimen de Maximiliano 

El reencuentro entre México y Brasil se produciría hacia finales del siglo XIX, cuando cayó el imperio en aquella nación y se estableció la república. La celebración de las conferencias panamericanas en los primeros años del siglo XX fue el marco para que los dos países valoraran la necesidad de fortalecer las relaciones bilaterales. Pero la Revolución Mexicana marcó la gestación de una nueva crisis entre México y Brasil, en razón de la mediación que Brasilia efectuó, liderando al llamado Grupo ABC (Argentina, Brasil y Chile), mismo que favoreció los intereses de Estados Unidos en el conflicto y derivó, en consecuencia, en un apoyo de los brasileños al golpista Victoriano Huerta.⁵ Terminada la revolución, las relaciones se recompusieron y en la década de los 20, México y Brasil efectuaron intentos serios para profundizar sus lazos comerciales y también en el terreno académico. Empero, los desencuentros subsistieron, fuera por la guerra cristera, o por la Doctrina Monroe, rechazada por México en la Doctrina Carranza y que Brasil no apoyó,⁶ etcétera. La gran depresión capitalista y el declive del mercado estadunidense, obligaba a sus socios comerciales a buscar otros mercados para mitigar los impactos de la crisis económica. Así, en la década de los 30, Brasil se convirtió en el principal socio comercial de México en América del Sur.⁷ La relación comercial mantuvo un perfil alto durante la primera mitad de los años 40, dado que, con la guerra, ambos países estaban obligados a buscar opciones para sus exportaciones.  Asimismo, en la medida en que Brasil rompió relaciones con los países del Eje, se generó una empatía entre los brasileños y los mexicanos. En la posguerra, con la expansión de la economía estadunidense, por un lado, y la política de sustitución de las importaciones que llevaron a cabo los países latinoamericanos, por el otro, el alejamiento comercial entre México y Brasil era un hecho entendible. El nacimiento de la Asociación Latinoamericana de Libre Comercio (ALALC) en 1960 fue vislumbrado por Brasil sin México, como un acuerdo hegemonizado en el cono sur por los brasileños. México, a pesar de los intentos brasileños de exclusión se insertó en un organismo que terminó desapareciendo en 1980, víctima de una agenda irrealizable, para dar paso a la Asociación Latinoamericana de Integración (ALADI) de la que los dos son participantes activos.

Fue en los 80, en el marco de la crisis de la deuda externa, que se produjo un nuevo acercamiento con la idea de articular una posición concertada de parte de los deudores respecto a los acreedores. Estos, sin embargo, lograron romper la cooperación Sur-Sur en las negociaciones de la deuda, ofreciendo a México y Brasil por separado, mecanismos de renegociación que, de nueva cuenta, desarticularon los vínculos entre los dos países.⁸ En fechas más recientes, la geografía se ha impuesto de la mano de una regionalización de las prioridades de México, de manera que el país institucionalizó sus intensos vínculos con Estados Unidos a través del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), reafirmado hoy en el Tratado México, Estados Unidos, Canadá (TMEC) en tanto Brasil ha hecho lo propio con sus vecinos de la cuenca del Plata, con la creación del Mercado Común del Sur (MERCOSUR), el cual, sin embargo, a más de 30 años de existir, se encuentra en crisis.

Cuando México puso en marcha el TLCAN, Brasil pidió que dicho acuerdo se hiciera extensivo a todos los miembros de la ALADI -así lo establece esta institución. Como esto era políticamente inviable puesto que Estados Unidos no lo aceptaría, México explicó a los miembros de la ALADI la situación. Brasil pidió que México fuera expulsado del organismo regional. Al final la situación se recompuso con la negociación de una cláusula que exime a México de extender el TLCAN a los miembros de la ALADI, cosa que no dejó a Brasil muy contento.

Algunos desencuentros en el siglo XXI

A los aspectos contextuales descritos hay que sumar desencuentros frecuentes donde cada país lucha por acceder a un trato preferencial con Estados Unidos. Así, previo a los ataques terroristas contra Estados Unidos del 11 de septiembre de 2001, el entonces presidente mexicano Vicente Fox realizó una visita de Estado al vecino país del norte donde anunció la salida del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR) por considerarlo irrelevante para las necesidades de seguridad de la región. Días más tarde, cuando EEUU fue atacado, Brasil invocó el artículo 6 del TIAR, con lo que dejó en off-side a México. Es de destacar que el gobierno de Vicente Fox, para añadir más sal a la herida, tardó mucho en dar las condolencias a Estados Unidos ante los atentados, lo cual fue ampliamente criticado desde Washington. En aquel contexto Brasil era gobernado por Fernando Enrique Cardoso.

Dos años después llegaría la revancha mexicana. México signaría un Tratado de Libre Comercio con Uruguay, miembro del MERCOSUR -ante la imposibilidad de concretar un tratado con la totalidad de ese bloque comercial. En ese año (2003), Lula ya estaba al frente del ejecutivo en Brasil y la noticia no parece haber caído muy bien en Brasilia ante lo que se percibió como una intromisión mexicana en el “espacio de influencia” brasileño. 

Años más tarde las relaciones bilaterales experimentaron una nueva tensión, esta vez por el golpe de Estado contra el presidente de Honduras Manuel Zelaya. Este, como se recordará, inicialmente fue protegido por el gobierno de Felipe Calderón, quien lo recibió por la puerta grande. Zelaya, sin embargo, en un discurso ante medios en la Ciudad de México, se refirió a Calderón como “presidente espurio” lo que llevó a que las autoridades mexicanas lo despidieran por la puerta trasera. Brasil aprovechó la coyuntura para insertarse en la esfera de influencia mexicana -esto es, el espacio centroamericano- y albergar en su embajada en Tegucigalpa, al mandatario depuesto.⁹

Pero la cosa no quedó ahí. Un año más tarde, el 10 de junio de 2010, el gobierno de Evo Morales decidió abrogar el Tratado de Libre Comercio México-Bolivia, provocada esta decisión aparentemente por las presiones de Brasil a quien siempre le disgustó este acuerdo comercial gestionado por el gobierno mexicano con un país a quien Brasilia ubica en su esfera de influencia regional.

Un poco más tarde, en 2014, siendo Dilma Rousseff presidenta de Brasil, Lula se refirió a México despectivamente argumentando que sus indicadores económicos eran deficientes. Tanto el entonces presidente mexicano Peña Nieto como el canciller Luis Videgaray refutaron los dichos de Lula refiriendo el contexto electoral brasileño como posible explicación a las críticas externadas.¹⁰

Desde 2013 se habló de un posible tratado comercial entre México y Brasil. México propuso el fortalecimiento de las relaciones comerciales con la Unión Europea y la región de Asia-Pacífico, en especial con el arribo de Trump a la presidencia de Estados Unidos. La crisis económica, por su parte, hizo mella en Brasil quien apostó a acercamientos comerciales con diversos países y a una reducción de su proteccionismo comercial en la recta final de la década pasada. 2017-2018 parecía el momento propicio para finalmente cerrar un trato comercial prominente con Brasil. La propuesta, por supuesto, creó debates importantes en la comunidad empresarial mexicana. Los avicultores mexicanos que han criticado fuertemente la compra de pollo a Brasil y Estados Unidos -por considerar que la producción mexicana puede abastecer al mercado nacional pero no puede competir con el pollo extranjero subsidiado por los gobiernos de esos países- se opusieron al desarrollo de las negociaciones. El gobierno de Michel Temer y sobre todo el de Jair Bolsonaro, no hicieron gran cosa para acercarse a México. Antes bien, Bolsonaro, quien prácticamente rompió con el MERCOSUR, buscó una relación política especial con Estados Unidos aprovechando las empatías personales con Donald Trump. La relación llevó a hacer importantes concesiones de Brasil a Estados Unidos en diversos ámbitos, incluyendo ramas tan importantes como la aeroespacial.

Con Bolsonaro al frente del ejecutivo, la relación con México se enfrió notablemente. Brasilia se retiró de la Comunidad Latinoamericana de Naciones (CELAC), criticó a los gobiernos de izquierda y abrió la puerta para una importante relación -mayormente política, entre la Argentina de Alberto Fernández y el México de López Obrador. Empero, la llegada de Lula podría cambiar el escenario geopolítico regional. Ante la falta de una política pro-latinoamericana de Brasil durante la presidencia de Bolsonaro, México tuvo márgenes de maniobra en la región que no aprovechó del todo. López Obrador, por ejemplo, no ha hecho visitas oficiales a ningún país de la región más allá de algunos de América Central y el Caribe. El comercio con Argentina, que, se esperaría, floreciera dada el entendimiento político Fernández-López Obrador, se ha reducido en los últimos años (previo a la pandemia ya se veía una caída en el mismo). No ayudó mucho la crisis que se gestó con motivo del incidente que llevó al retiro del Embajador Ricardo Valero como jefe de la legación mexicana en la Argentina. En Brasil, la legación diplomática mexicana es encabezada por la escritora Laura Esquivel, quien no obstante el reconocimiento que posee como literata seguramente ha enfrentado momentos poco gratos frente al gobierno de Bolsonaro.

Con Lula instalado en Palacio do Planalto a partir del 1 de enero de 2023, es previsible mejorarán notablemente las relaciones de Brasil con Argentina. El presidente Fernández ha hecho una cálida salutación y felicitación a Bolsonaro con motivo de su triunfo electoral. Ello podría alejar a Fernández de la concertación que hasta ahora ha tenido con México. Brasil podría volver a la CELAC, pero ello disputará liderazgo a México. Hoy ambos países se encuentran el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas como miembros no permanentes, pero México concluirá su estancia en ese importante órgano el último día del presente año. La presencia brasileña en el Consejo de Seguridad en 2023, seguramente dará una importante oportunidad para el flamante nuevo gobierno de Lula brille en propuestas para enfrentar las crisis actuales que aquejan al mundo -aunque hay que reconocer que el Consejo de Seguridad se encuentra muy mermado en sus capacidades de gestión actualmente.

¿Qué viene para México y Brasil con Lula en la presidencia? López Obrador estará ya en la recta final de su administración, más centrado en la agenda nacional y sucesoria, en tanto Lula -quien, hay que decirlo, no la tiene fácil con un Congreso controlado por el bolsonarismo- estará arrancando su gestión, apelando a la unidad nacional, a la recuperación económica y a la reconstrucción de sus relaciones con la región y el mundo. Un elemento distintivo en estos momentos entre México y Brasil es que en el primero prevalece el dominio comercial y de inversiones de Estados Unidos en tanto en el segundo caso es la República Popular China el socio primigenio. Por supuesto que el Brasil de Lula seguirá buscando una relación especial con Estados Unidos en la que México se mantendrá como el obstáculo principal, por lo que, por ejemplo, lograr la negociación de un acuerdo comercial bilateral amplio se enfrentará a los mismos obstáculos y problemas que afloraron desde principios del siglo XIX. Dicho esto, será interesante observar la gestión de Lula Da Silva en un mundo necesitado de concertación, cooperación y sobre todo, liderazgo.


¹ María Cristina Rosas (enero-junio 2008), “México y Brasil: ¿buenos enemigos o amigos mortales?”, en Revista Mosaico, Vol. 1, no.1, disponible en https://www.researchgate.net/publication/332865151_MEXICO_Y_BRASIL_BUENOS_ENEMIGOS_O_AMIGOS_MORTALES (consultado el 1 de noviembre de 2022).
² Guillermo Palacios (2001), Intimidades, conflictos y reconciliaciones. México y Brasil 1822-1993, México, Secretaría de Relaciones Exteriores, p. 36.
³ Guillermo palacios, Op. cit., p. 17.
 Guillermo Palacios, Op. cit., pp. 59-60.
 Guillermo Palacios, Op. cit., p. 122.
 Agustín Sánchez Andrés (mayo-agosto 2019), “La Doctrina Carranza y el inicio del proceso de normalización de las relaciones exteriores del México postrevolucionario, 1915-1919”, en Boletín del Archivo General de la Nación, núm. 2, disponible en https://bagn.archivos.gob.mx/index.php/legajos/article/download/255/237 (consultado el 1 de noviembre de 2022).
 Guillermo Palacios, Op. cit., p.237.
 Ramón Tamames (1991), Economía internacional, México, Alianza, pp. 11-47.
⁹ Reuters (diciembre 22, 2009), “El hondureño Zelaya celebrará la navidad refugiado en la embajada de Brasil”, disponible en https://www.reuters.com/article/latinoamerica-honduras-zelaya-idLTASIE5BM00P20091223 (consultado el 1 de noviembre de 2022.
¹⁰ Bruno Donatello (11 de junio de 2014), “¿Lula contra México?”, en El Economista, disponible en https://www.eleconomista.com.mx/opinion/Lula-contra-Mexico-20140611-0070.html (consultado el 1 de noviembre de 2022).

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