Esta coincidencia me conmueve:
El 23 de julio de 2014, Rosa del Carmen Verduzco –“Mamá Rosa”– aceptó con total descaro: “soy muy buena para el soplamocos”, en medio de la conmoción por lo que significó el rescate de 438 niños y jóvenes maltratados en el albergue que ella dirigía, en Michoacán.
El 23 de julio de 2017, se informa que, en albergues de Guanajuato y Michoacán, conocidos como “La ciudad de los niños”, fueron golpeados y violados niños, niñas y adolescentes, se habla de 67 personas entre tres años y 17–; esos lugares fueron dirigidos por el sacerdote Pedro Gutiérrez Farías.
Me conmueve porque en México ocurren hechos que nos cimbran pero que poco a poco son olvidados y que, por ello, se repiten con una regularidad pasmosa. Eso es lo que sucede por la impunidad (“Mama Rosa” fue declarada inimputable y al principio fue defendida por varios intelectuales que nunca reconocieron su error, por ejemplo Elena Poniatowska y Roger Bartra), por lo que vale mucho la pena, creo que es un imperativo ético incluso, demandar la aplicación de la ley a los responsables.