“Poesía nueva”, de César Vallejo, es uno de los ensayos más significativos que me ha sido dado leer. Son cinco párrafos, el último de ellos de una línea: “Es muy importante tomar nota de estas diferencias”. El poeta reflexionó en su texto sobre el elemento distintivo que constituye al arte. En “Poesía nueva” el escritor reaccionaba al ambiente literario de su tiempo y, como cualquier concepción del arte, la que expresó tiene carácter histórico: puede o no englobar a creaciones precedentes y posteriores. Aun así, la manera en que César Vallejo pensó la poesía al inicio del siglo XX ayuda a examinar el arte en 2021.
La publicación original del ensayo parece haber sucedido en una revista trimestral de la que hubo únicamente dos números, Favorables París Poema, en julio de 1926. También apareció en agosto del mismo año en Revista de Avance, en La Habana, y en Amauta, de Lima, en noviembre. El ensayo tuvo algunas correcciones que no alteran lo que aquí planteo —por ejemplo, perder su quinto párrafo—, en la versión publicada en el libro póstumo El arte y la revolución (1973).
La clave planteada hace casi un siglo por Vallejo fue que “los materiales artísticos […] han de ser asimilados por el espíritu y convertidos en sensibilidad”. Entonces, más que consignar el contexto con mayor o menor habilidad, la particularidad del arte radicaría en estar hecho a partir de que el artista experimentase su entorno desde una percepción despojada de lo trivial.
Vallejo contraponía la presencia de un “léxico” en los poemas de aquel momento con “una sensibilidad auténticamente nueva”, que encontraba ausente. Se refería a palabras como “cinema”, “avión” y “motor”, novedosas entonces, además de corresponder al revuelo que esas tecnologías provocaban, atiborrando los versos de ese tiempo e incluso llevando a la formación de movimientos de vanguardia. Es un fenómeno semejante al que globalmente vemos ahora con el furor alrededor de internet y las redes sociales o, en países como México y en sentido sociopolítico, en relación con la violencia asociada al crimen organizado: una postura que simplifica el sentido del arte como espejo de la realidad y al artista como voz de su tiempo.
Vallejo también advertía en contra de las “metáforas nuevas” que, en su visión, eran “función […] de ingenio y no de genio”. Más que “una imagen o un ‘rapport’ más o menos hermoso y perfecto”, haría falta, en la visión del poeta, que el material de que está hecho el arte haya “sido incorporado vitalmente en la sensibilidad”. En este punto podría entrarse en cierto terreno de ambigüedad, pero considero que la distinción de Vallejo se expresa cabalmente.
“Poesía nueva” se refería a la posibilidad de que las obras tuvieran como nutriente principal las experiencias que trascendieran lo evidente y los lugares comunes. En la actualidad esto implicaría algo distinto a que un artista asegure que sus obras son acerca del racismo o del exhibicionismo en las redes sociales. La perspectiva de Vallejo sería trabajar a partir de vivencias —propias o ajenas— que moldeasen las formas artísticas, sin la necesidad de aludir a los temas en boga del exhibicionismo y el racismo, sino más bien recuperando experiencias como la frustración, sin limitarla a argumentos a propósito de no alcanzar metas. Como escribió Vallejo, el objetivo no es “el de llenarnos la boca con palabras flamantes”. Así es, salvo que se conciba al arte como ejercicio dirigido a complacer a una comunidad cultural, en cuyo caso adoptar temas y léxicos es camino de colocación efectiva.
“La poesía nueva a base de palabras o de metáforas nuevas, se distingue por su pedantería de novedad”, así como las prácticas artísticas supuestamente políticas de nuestros días exhiben su conexión con problemáticas sociales vigentes —piénsese en las consignas anticapitalistas de cierto arte contemporáneo. Innumerables películas se postulan como a tono con la revolución digital por presentar en pantalla intercambios de WhatsApp. Sin embargo, escribió Vallejo, “la poesía nueva a base de sensibilidad nueva es, al contrario, simple y humana y a primera vista se la tomaría por antigua”. Es decir, la empatía con víctimas sociales y la conexión con maneras en que las redes sociales alteran nuestra convivencia podrían estar lejos de los poemas sobre desaparecidos, la vida nueva de la era digital podría tener poco que ver con “hilos” y “seguidores”.
Convendría discutir la idea de lo humano de Vallejo; no obstante, es claro que la representación de asuntos sociales no basta para acercarse a ellos ni para constituir al arte. Salvo, por supuesto, que se asuma un concepto del arte distinto al de Vallejo. Históricamente es inevitable el surgimiento de nuevas nociones del arte. En la época actual, de censuras y cancelaciones, una nueva idea del arte sigue en formación. Al valorar a los artistas “comprometidos” según sus propios paradigmas de involucramiento con problemas sociales, tales creadores suelen quedarse cortos por carecer de la materia que Vallejo llamaba “sensibilidad”. Hoy abunda no el arte radical, sino las prácticas artísticas apenas políticamente correctas.
Tendría mayor efectividad artística, e incluso política, la exploración de las vivencias, más que consignaciones temáticas, por más éticas que se pretendan. Como dijo Vallejo: “Muchas veces las voces nuevas pueden faltar. Muchas veces un poema no dice ‘cinema’, poseyendo, no obstante, la emoción cinemática, de manera obscura y tácita, pero efectiva y humana”. Esto, para ir más allá de representaciones y de convergencia con una comunidad, requiere de individuos que coherentemente escapen de los lugares comunes de su tiempo sin hacer de ello muletilla de batalla. Un personaje tatuado, alivianado, de meticuloso desaliño y ridiculez en el atuendo, vive en los tópicos de la supuesta creatividad actual. Alguien que ha tomado una opción personal de observación de la realidad puede pasar desapercibido e incluso ser clasificado como contrario a lo que se asume como creativo pero que en la práctica artística es apenas repetición de una payasada aceptada. No en vano, Vallejo notaba que en la “telegrafía sin hilos” de versos que lo rodeaban no había ni “poesía nueva ni antigua, ni nada”.