Las estrategias de los tres principales contendientes están a la vista.
1.- Meade:
Es un ciudadano metido a la política, que acredita una experiencia exitosa en cuatro secretarías en dos gobiernos de ideologías diferentes, con los que aceptó trabajar como acepta cualquier ciudadano en una empresa a la que vende su capacidad.
Se baña de pueblo en actos organizados por la experimentada estructura priista, pero se dedica a hacer propuestas, explicar qué tipo de país pretende, sin enredarse en pleitos con sus adversarios, a quienes ni menciona por su nombre.
No se sale del perfil de ciudadano ajeno a la política clásica. El golpeteo que gusta a las gradas se lo deja a tres martillos que no dan cuartel: Aurelio Nuño, Enrique Ochoa y el recién fichado Javier Lozano.
Un estilo inédito: el candidato se dedica a ser serio, propositivo, y su equipo a dar codazos y cabezazos. Meade fue canciller, acercó a México a los 20 países con mayor intercambio comercial. Debió pescar la idea de sus muchos recorridos por el mundo.
2.- AMLO:
Genio y figura, a la vieja usanza. Marca la agenda con declaraciones estridentes (ofende a adversarios: “señoritingo”, “blanco”, “mafioso”…) y controvertidas (“perdón a narcotraficantes”), o con acciones curiosas (abraza un árbol, persigue palomas, escucha cantar a su mujer).
Llega a lugares recónditos (recorrió en 18 años, varias veces, los dos mil 457 municipios), pero condena la pobreza en similar tono al de hace dos décadas, sin entender que las exigencias cambiaron: mucha gente ya no se queja de falta de oportunidades… ahora quiere wifi.
Como protagonista único, endilga sus errores. “Es cosa de Yeidckol”, respondió cuando un acusado de narcotráfico, Fausto Vallejo, sería su candidato en Morelia. “El perdón no será para los capos, sino para campesinos cultivadores”, le ayudó a explicar Durazo, su “jefe policiaco”.
Es el mismo candidato de 2006 y 2012, con una cantidad de votos cautivos que no sube ni baja: 15 millones, según todas las encuestas. Se aferra a su estilo. No cambia.
3.- Anaya:
Alcanzó la candidatura al estilo del salmón que remonta el río desde el mar, hacia el pico de la montaña. Dejó atrás tantos obstáculos que necesita reponerse de las heridas. Por eso aún no tiene discurso claro. Anda extraviado en prometer lana gratis y cambiar el sistema. Dice todo y nada.
Busca conectar festejando públicamente que lleva a su hijo a la escuela, lo cual lo desconecta, porque hace reír a quienes lo hacen diario. Es candidato de una alianza con la izquierda, pero no se mezcla con nadie de la izquierda. Siempre está solo, porque reventó a todos en el camino. Pocos lo quieren.
Pero Mancera sí lo quiere. Anaya debería buscar al Jefe de Gobierno.
Por lo menos.
Este artículo fue publicado en La Razón el 12 de enero de 2018, agradecemos a Rubén Cortés su autorización para publicarlo en nuestra página.