Nos conocimos a finales de los ochenta. Francisco Solís era uno de los líderes juveniles más prometedores del PAN. Colaboraba en el Diario de Yucatán, pero ya estaba metido de lleno en la política.
Fue diputado local en la Ciudad de México y se enfrentó a poderes que sostenían la extorsión en la vida nocturna. Trató de cambiar eso y le costó soportar campañas en su contra.
Pero Pancho fue, para mi, sobre todo y es lo que más importa, un amigo. Viajamos por Francia y España y no recuerdo un solo día en que no discutiéramos, en que no se nos encendieran los ánimos para rematar, como siempre, en un abrazo. El mundo cambiaba aceleradamente y estábamos a semanas de que cayera el muro de Berlín.
Un día me dijo: “si hubieras nacido en Chihuahua serías igual de socialdemócrata, pero votarías por el panismo”. No estuve de acuerdo, pero no he dejado de pensar en esas y otras reflexiones a las que Pancho era asiduo, pero como en un estallido.
Su última etapa política, en Yucatán, la marcó su corrimiento a la izquierda. Como liberal que era, tuvo que hacer ese tránsito e inclusive llegó a contender en un distrito por los colores del PRD. Cosas de la vida.
Un 15 de septiembre anunció su vista a la casa. Me espanté porque aquello podía significar meterse en un verdadero laberinto. Lo fue, pero al mismo tiempo queda el recuerdo de una de las noches mexicanas más divertidas.
Todos lo queríamos y a la vez lo sufríamos. Los tiempos de Pancho eran otros, porque privilegiaba la conversación sobre cualquier urgencia. Podía pasar días y días enfrascado en encuentros solo suspendidos por los trabajos de cada quien. Ahora lo veo, no quería dejar pendientes, aunque también sabía que la amistad es una materia que se queda suspendida en el tiempo.
La noche electoral en que se convirtió en diputado, fue a la oficina del diario para decirme: “ganamos”. Era verdad, de algún modo, porque Pancho alcanzó a representar muchos de los anhelos de nuestra generación, aunque a su modo y con la explosividad conocida.
Ahora mismo visualizo a Pancho caminando, transitando a otros proyectos y buscando nuevos horizontes. Se fue ese amigo arrebatado y sorprendente, esa inteligencia fuera de serie, ese yucateco ejemplar, digno representante de un linaje cultural y político tan profundo como su tierra.
Se fue un amigo y sí, duele mucho, pero me consuela saber lo que sí hizo y logró, su paso dejo huella.