Los días de noviembre suenan al tic tac del reloj, cada jornada es espera, todo lo que pasa, pasa por la ilógica lógica del destape, presupuesto 2018, reemplazo de Agustín Carstens, fiscales (tan carnales como Rómulo y Remo), uno general, otro electoral, más uno anticorrupción, tres mosqueteros del Estado ausentes al cuarto para las doce del ritual priista, del cisma peñista.
Aun cuando el plazo para aprobar el Presupuesto de Egresos de la Federación (PEF) en la Cámara de Diputados vence el día 15, el PRI presiona para evitar que el paquete económico quede rehén de las batallas predestape.
Del PEF 2018 deben salir 48 mil millones de pesos para la reconstrucción; hay 43 mil producto de la nueva Ley de Ingresos, 30 mil de ellos serán repartidos a entidades afectadas, pero la oposición al PRI quiere administrar directamente esa lana.
La reunión Meade-Mancera de antier destrabó 3 mil millones vía Fonden para obras urgentes en la capital, pero no logró reglas de operación y transparencia más aceptables para la punta de lanza del Frente Anaya-Barrales.
Morena y el Frente opositor quieren nuevos recortes federales, menos gasto corriente y reducir drásticamente la inversión en comunicación del gobierno. Éste a su vez quitó 10 mil millones del fondo para moches (Fortalece), para atar manos a legisladores que operan electoralmente y lucran sin empacho. Toma y daca en el ábaco presupuestal, guerra con tijeras que buscan mermar los alcances de unos y otros, gitanos que se leen las cartas entre sí.
Los operadores del Presidente en el Ejecutivo y en el Legislativo despejan, al menos intentan, la ruta para que el día 27 (cabalístico y mítico alfiler en el personal calendario de EPN) se dé un destape que sea nuevo amanecer en las bajas encuestas tricolores al tiempo que marque el principio del fin para el poder de Peña Nieto. La liturgia política que tanto goza el mexiquense, incluye por igual alabanzas y penitencias.
Mientras ese destape llega, Andrés Manuel López Obrador se tapa. Puntero en encuestas (aún sin rivales como en 2006), el dueño de Morena, cuyo dedito hace y deshace dentro de su feudo, se cubre, vuela bajo.
Nada de AMLO en la emergencia nacional por los terremotos y huracanes, nada de AMLO en el fratricidio de los fiscales carnales, nada en el próximo presupuesto ni en el relevo de gobernador en Banxico.
Para no desaparecer, el de Tabasco se divierte jugando y convidando a su nuevo turista nacional burocrático. Imaginario, ligero juego de mesa sobre el cual pone y quita fichas, tira dados y la Sedena acá, Marina allá, cambia Sagarpa por PGR. Casas nuevas, muchos créditos y millones de esperanzas. Todo para distraer y atraer. Particular juego de tronos que en noviembre alcanzan su zenit.
Este artículo fue publicado en La Razón el 9 de noviembre de 2017, agradecemos a Carlos Urdiales su autorización para publicarlo en nuestra página.