El presidente de EU, Joe Biden, en sus primeros 100 días de gobierno ha avanzado de forma significativa en muchos de sus proyectos, pero lo que sigue siendo un asunto difícil de superar, como se presumía, es el tema migratorio.
Es claro que al interior de su país existen un conjunto de intereses históricos de toda índole, lo que incluye un evidente racismo. Los republicanos en el Congreso difícilmente van a avalar una reforma migratoria, a lo que hay que sumar un amplio sector de la sociedad estadounidense, la llamada América profunda; no quieren a los migrantes, aunque no sepan qué hacer sin ellos.
La reforma era impensable en la pasada administración. Donald Trump iba por un rumbo totalmente contrario. La construcción del muro era la manifestación de la forma de pensar del empresario-presidente sobre migración y sobre los migrantes.
El gobierno de López Obrador asumió una actitud pasiva ante las acciones y adjetivos que lanzaba el entonces presidente a los migrantes y en el camino a nuestro país. Mientras el tabasqueño era candidato no paró de criticar a Trump junto con la “pasividad” del gobierno de Peña Nieto, incluso hizo un libro sobre ello.
Sin embargo, paradójicamente, el tabasqueño terminó por hacerse a un lado tomando distancia y, lo que son las cosas, teniendo una muy buena relación con “mi amigo”.
Entre los demócratas sigue siendo un enigma el porqué durante la visita de López Obrador a Washington no se reunió con ellos siendo que cuando el hoy presidente de EU, en su carácter de vicepresidente, visitó el país en medio del proceso electoral mexicano y se encontró con los candidatos de todos los partidos entre quienes estaba López Obrador.
La reforma migratoria con el mediático Barack Obama fue más bien un conjunto de buenas intenciones. No pasó nada y más bien las expulsiones de migrantes alcanzaron cifras históricas.
En los últimos años nuestro país ha terminado por ser como siempre un actor central y también como siempre un actor pasivo. Difícilmente los gobiernos mexicanos han exigido respeto a los migrantes quizá para evitarse presiones de cualquier tipo, pero también porque las “benditas remesas” le dan un impulso brutal a la economía mexicana; las cifras de los últimos meses están siendo históricas.
No hay manera de que el país viva sin las remesas. Imaginemos qué sería de la economía y la vida de millones de mexicanos sin ellas. Imaginemos qué sería del país en medio de la pandemia, el escaso crecimiento de la economía y el desempleo. Las remesas son lo que permiten que muchas familias puedan en medio de un sinfín de adversidades recibir dinero para su vida diaria.
Ante la imposibilidad de instrumentar una reforma, por parte de Biden ha ido creciendo una falsa esperanza entre mucha gente de Honduras, El Salvador y Guatemala, sin perder de vista el incremento de un buen número de mexicanos (hecho que ha colocado a la migración de nuevo como un eje en la vida del país).
Mientras esto sucede estamos bajo un serio y grave escenario, un gran número de migrantes está siendo expulsado de EU colocando a México como tercer país.
Se está pasando por alto el drama que se está viviendo en las fronteras. Además de la gran cantidad de migrantes que se encuentran en ellas, sumemos la esperanza cotidiana de poder entrar a EU, o colocarse en una lista que eventualmente les permita verse beneficiados con la reforma.
El hecho de que no se esté hablando del tema no quita la tensión, desinformación y drama. Las propuestas del gobierno han sido materialmente bateadas. Lo que por ahora nos corresponde es velar por los migrantes en nuestro país y ahora con mayor razón, debido a que la tendencia migratoria mexicana ha crecido de manera significativa.
RESQUICIOS
Se consumó la comedia de Morena en Guerrero. Nadie pone en duda que Evelyn Salgado aspire a ser gobernadora, pero en la forma está el fondo de lo que hicieron y se va a venir.
Este artículo fue publicado en La Razón el 03 de mayo de 2021. Agradecemos a Javier Solórzano su autorización para publicarlo en nuestra página.