Como sucede cada año, este 2020 todos se han propuesto una serie de propósitos, los cuales tienden a ser aproximadamente los mismos que en años anteriores. Lejos de compartirles los míos en lo personal, quiero hacerlo con los que me he planteado como analista político, particularmente como editorialista, con el fin de mostrarles mis inquietudes y búsquedas. Naturalmente, podré cumplirlos o no, pero en ese intento se verá la crítica que haga o la que se me haga. Sobra decir que, si les son de utilidad a otros, pueden tomarlos.
Primer propósito: escepticismo ante todo. Me considero perplejo antes lo que está ocurriendo. Tan es así que sólo conservo dos convicciones: la libertad es el bien más preciado del ser humano, y los problemas de la democracia se resuelven con más democracia, no restringiendo libertades. Por lo anterior, me sigo definiendo como liberal y como demócrata. Sin embargo, también se debe reconocer que el discurso liberal fracasó como se había venido manejando.
Si hubo un fracaso, hay aspectos del discurso que son parte del problema. El triunfo de Morena en 2018 se debe parcialmente a la ineptitud comunicativa de una élite política e intelectual que se había instalado en una zona de confort: ellos también son hoy parte del problema. Luego entonces, el reto es reconocer errores y calibrar. De lo contrario, podremos acabar en un entorno peor.
Al ser necesaria la calibración, puede haber propuestas por parte del gobierno que puedan ser aciertos, y las reacciones estarían motivadas por sesgos políticos, como pasa siempre. Creo que cuestionar problemas y errores y reconocer lo que puede estar bien ayudará a tender puentes; de lo contrario, abonaremos a la polarización.
Segundo propósito: representar más, reaccionar menos. Limitarse a reaccionar refleja soberbia basada en una presunta superioridad moral, lo cual sólo reafirma a quienes buscan imponer sus reformas. Por lo tanto, otra búsqueda personal será posicionar las alternativas, esperando representar las posibilidades que abre la coyuntura.
Tercer propósito: claridad en el lenguaje. Tenemos ante nosotros un régimen que busca premeditadamente cambiar la forma en que nos expresamos, sentando con ello las percepciones y los términos de la discusión. Por otra parte, el conocimiento experto se ha hundido en el desprestigio por su incapacidad para comunicar. Por lo tanto, mi tercera búsqueda es ser claro y accesible: si no lo pueden entender todos, no sirve.
Cuarto propósito: elegir con cuidado a quién magnificar. Hay una tendencia entre los tuiteros a favor o en contra del gobierno a mostrarse como “puros”, e incluso descalificar a quien busque ser moderado. Para mí la moderación no es “quedar bien”, sino reconocer que no vamos a salir de esto si no construimos puentes.
Si el sistema colapsó, Morena no es un mal sueño que desaparecerá en 2024: ahí se está formando una buena parte de la clase política que en 10 años estará en el poder, junto con las que formen los demás partidos. Por lo tanto, no pienso retuitear ni a “maromeros” ni a políticos “de siempre”, ni a los viejos expertos y mucho menos a quienes se viven descalificando al gobierno con insultos y poses “entronas”. Cuenten conmigo quienes busquen entablar diálogo entre posiciones encontradas, encuéntrense donde se encuentren.
Quinto propósito: insistir en la buena sátira. Si hay otra certeza que tengo es que el humor inteligente abre posibilidades que aterran a los líderes autoritarios. En la irreverencia y la sátira se esconde la vitalidad de una democracia, como he escrito a lo largo de los años. Por lo tanto, este propósito lo arrastro desde hace tiempo, esperando ser mejor cada vez.
Sin más por el momento, les deseo un feliz y próspero 2020.
Este artículo fue publicado en Indicador Político el 9 de enero de 2020. Agradecemos a Fernando Dworak su autorización para publicarlo en nuestra página.