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jueves 19 septiembre 2024

Misoginia en ¡Finlandia!

por Pedro Arturo Aguirre

Sanna Marin, la primera ministra finlandesa famosa en todo el mundo por su acertada gestión durante lo más álgido de la crisis del Covid, enfrenta un absurdo escándalo por asistir a una fiesta durante el reciente período vacacional. La joven gobernante (36 años) osó cantar y bailar alegremente en dicha ocasión y varias fotos del ágape llegaron de sospechosa manera (¿Putin?) a manos de un periódico amarillista, el cual se apuró a publicarlas en sus primeras planas. Un sujeto impresentable de nombre Riika Purra, líder del partido de extrema derecha llamado “Los Auténticos Finlandeses (sic)”, exigió a Sanna hacerse un a prueba antidoping porque, como recordó el señor, esta no ha sido la única trasgresión a las normas de conducta dignas de un jefe de gobierno. Ya antes la libertina se había atrevido hacer tropelías como ir a desfiles del orgullo gay y a festivales de heavy metal vistiendo ¡una chaqueta de cuero! En diciembre su rostro alimentó las portadas de los tabloides por ir a una discoteca con unos amigos ¡hasta las cuatro de la mañana! Por supuesto, todos estos grandes atropellos hacen palidecer los escándalos de Trump, Boris Johnson y Nixon juntos. Incluso eclipsan a las constantes y famosas borracheras de una buena cantidad de ex primeros ministros del país. 

Photo by Antonio Masiello/Getty Images

A Marin la atacan por ser una mujer joven, inteligente y políticamente muy sólida. Encabeza un gobierno integrado por once ministras y ocho ministros. Su carácter y sus convicciones políticas son las de una mujer progresista, tolerante y feminista con una gran capacidad para inspirar confianza y transmitir cercanía, virtudes muy características de los llamados “nuevos liderazgos femeninos” los cuales fueron tan útiles para las jefas de Estado de naciones como Taiwán, Finlandia, Noruega o Alemania. En el tratamiento de la pandemia. Con esta combinación de sensibilidad inteligencia y compasión, Finlandia se mantuvo como uno de los países europeos con menor incidencia del Coronavirus y menos víctimas mortales. Las restricciones fueron relajadas o endurecidas en función de la evolución epidemiológica, lo cual ayudó a minimizar el impacto de la pandemia en la economía. El producto interior bruto (PIB) de Finlandia se contrajo en 2020 solo un 4.2 por ciento frente al 7.4 por ciento registrado por el promedio de la Unión Europea, y según encuestas hasta el 82 por ciento de los finlandeses aprobó el trabajo de su primera ministra durante esta etapa crítica. 

Photo by Andrea Ronchini/NurPhoto via Getty Images

Finlandia, se supone, es el tercer mejor país del mundo más propicio para las mujeres, solo por detrás de Noruega y Suiza, (según el Georgetown Institute for Women, Peace and Security). Pero la esencia de la reacción de ciertos sectores sociales finlandeses al tema de la fiesta es indudablemente machista. Irritó a muchos la libertad, naturalidad y espontaneidad de la mandataria, lo cual atenta contra la imagen tradicional del “buen gobernante”, la de un hombre serio enemigo de la frivolidad. En un modelo dominado por hombres mayores, Marin es todo lo contrario. Y en realidad ni es tan así. Quienes la conocen describen a Sanna como una mujer bien preparada quien incluso es bastante rígida en su trato profesional y muy poco propensa a tolerar salidas de tono y gafes. Eso sí, es una apasionada de los temas ambientales y familiares, así como de los derechos de las mujeres. Entre otras cosas, quiere ver a Finlandia en la lista de países cero emisores de CO2 para 2035. 

Todo esto rompe el arraigado esquema de mujeres en el poder gobernando bajo la sombra de los arquetipos masculinos. Y ello en todos los ámbitos profesionales, no solo en la política. El desafío ya no es ganar el reconocimiento de la capacidad de las mujeres para ejercer puestos de alta responsabilidad, sino vencer un sesgo inconsciente el cual asocia la figura típica de líder a la de una persona ambiciosa, decisiva, resolutiva y fuerte, mientras se desdeñan virtudes características de la feminidad como la compasión la sensibilidad y la empatía. Ello levó en el pasado a dirigentes como Margaret Thatcher, Indira Gandhi o Golda Meier a enfatizar rasgos generalmente asociados a la masculinidad. Es el paradigma de la “Dama de Hierro”. Thatcher, Golda e Indira fue líderes por muchas razones extraordinarias, pero dedicaron grandes esfuerzos a minimizar el tema del género para no afectar su imagen de autoridad. Incluso rechazaron la etiqueta de “feministas” y llegaron a considerarlo un movimiento prescindible. De hecho, muy poco promovieron políticas orientadas a reforzar los derechos de las mujeres, en sus gabinetes hubo muy escasa presencia femenina y en sus políticas exteriores no dudaron ni un segundo en apelar al belicismo más descarnado. Según Helen Clark, ex primera ministra de Nueva Zelanda, exhibir dureza e inflexibilidad es la única manera para las mujeres líderes de no mostrarse como un objetivo fácil ante sus opositores políticos y los medios de comunicación, y aludió al muy lamentable caso de Julia Gillard, la única mujer hasta el día de hoy en ocupar el cargo de primera ministra de Australia, quien debió renunciar tras perder el voto de confianza en el Parlamento tras una campaña de desprestigio, abiertamente sexista, por parte de la oposición. Entre otras cosas se le reprochó a Gillard ser soltera con epítetos como “debería hacer una mujer honesta de sí misma y dejar de ser deliberadamente estéril”. 

Photo by Thierry Monasse / Pool/Anadolu Agency via Getty Images

Hoy nuevos liderazgos femeninos como los de Sanna Marín, la presidenta de Taiwán (Tsai ing-we) la primera ministra de Nueva Zelanda (Jacinta Ardern), la de Dinamarca (Mette Frederiksen), la de Islandia (Katrín Jakobsdóttir) y Angela Merkel (en su última etapa) desafían el arquetipo de la “Dama de Hierro y gobiernan, sin recelos, desplegando cualidades típicamente femeninas. Porque no son pocos los estudios opinión pública efectuados en contextos electorales donde la gente percibe a las mujeres como “más cooperativas e inclusivas, consensuales en general, accesibles, e incluso aparentemente más sensibles a las necesidades y demandas del electorado”. Se les considera más proclives a ser artífices y generadoras del diálogo, más capaces de procurar ponerse en los “zapatos del otro” y de ser dueñas de una intuición para la justicia. También saben (al menos las mejores) minimizar la polarización y los conflictos. Cuando las ellas se proponen realizar cosas grandes, y se vio durante la pandemia, su impacto llega a ser histórico al innovar y transformar al mundo con las características propias del genio femenino.

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