Si algo debería inquietar seriamente a Morena es el no caer en lo que le pasó al PRD. Un buen número de integrantes del Movimiento Regeneración Nacional fueron furibundos militantes del sol azteca y conocen bien las muchas razones por las cuales el PRD se rompió.
Si algo distinguió a los perredistas en sus procesos internos fue la falta de consensos. No había elección que no estuviera cargada de controversias y disputas, varias de ellas terminaron por repetirse en medio de gritos y sombrerazos, en el mejor de los casos.
El paso que debe dar Morena de movimiento a partido sigue siendo un enigma. Hace unas semanas el Presidente mandó un mensaje definitivo al afirmar que si no había acuerdos internos él sería el primero en dejar el partido; siendo como es, ni modo que no se le crea.
La división interna en la izquierda es una constante. El costo que tuvieron para el PRD las llamadas “tribus” fue muy alto porque el partido acabó organizándose en función de cuotas y de grupos, lo que al final terminó por atomizarlo.
Una de las razones por las cuales ganó Morena, repitámoslo una vez más, fue por López Obrador. Todo se organizó y se desarrolló en función del tabasqueño. Morena fue el instrumento para la creación de un gran movimiento que permitió sumar, sin distingos políticos, a una gran cantidad de ciudadanos. Es muy probable que muchos en Morena sigan viendo y viéndose como un movimiento social, pasando por alto la importancia de organizarse en función de un partido político.
Las abiertas diferencias ante la próxima elección o reelección de su Comité Ejecutivo, si bien tienen que ver con diferentes concepciones del partido, también tienen que ver con que en Morena no se han dado a la tarea de construir un partido.
No tienen un padrón confiable para conocer mínimamente cuántos militantes tienen. Los líos van a crecer porque para desarrollar la elección necesitan tener bases firmes para ver quién puede participar en ella, bien saben que están sistemáticamente en el centro de la atención pública, a lo que se suman los llamados “adversarios”.
No hay duda del peso y fuerza de López Obrador en el partido; sin embargo, el Presidente ha mandado mensajes que pueden interpretarse como que está tomando distancia, la única manera de saberlo va a ser cuando sean las elecciones; por lo pronto, mandó línea con eso de las encuestas.
El problema no es que varios militantes aspiren a la presidencia de Morena, la clave está en cómo van a ponerse de acuerdo cuando el partido sigue estando en construcción y, reiteramos, no tiene un padrón confiable.
A esto se podría sumar, hipotéticamente, que el gran elector termine, si no por hacerse a un lado del todo, sí viendo el proceso desde la tribuna para medir y ver en qué anda el partido. En conversaciones con la presidenta de Morena nos decía que en las reuniones con López Obrador hablaban muy poco sobre el partido.
El reto para Morena va a ser, en este supuesto caso, ver si son capaces de decidir sin el gran elector, al tiempo que tienen que atender y medir para cuánto da el tsunami. No van a ganar todas y, por lógica, tarde que temprano habrá desgaste por el ejercicio del poder. Todo indica que en el caso del Presidente el romance va para largo, pero en Veracruz y Morelos, con todo y que en este último estado el gobernador es producto de una alianza con Morena, están siendo ejemplos del desgaste y la incapacidad de los ejecutivos estatales y al final a alguien le van a pasar la cuenta, que todo indica que será al partido porque el Presidente se ve bajo otra dinámica.
El problema no son los líos sino cómo se resuelven. Sería lamentable que los morenistas repitieran lo que hacían cuando eran perredistas.
RESQUICIOS.
Como de seguro mañana aparecerán los “anarcos-conservadores” se asume que habrá problemas. Veremos hasta dónde llega la nueva estrategia del Gobierno de la ciudad, la cual no creemos que sea muy distinta de la que conocemos.
Este artículo fue publicado en La Razón el 1 de septiembre de 2019, agradecemos a Javier Solórzano su autorización para publicarlo en nuestra página.