El Censo de Población y Vivienda efectuado en 2020 por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) concluyó que la población de México es de 126 millones 014 mil 024 habitantes, de los cuales, 64 millones 540 mil 634 –o bien, el 51. 2 por ciento- son mujeres y 54 mil 855 mil 231 son hombres, por lo que, en otras palabras, por cada 100 mujeres residentes en el país hay 95 hombres1.
La población de 60 años y más representa un 12 por ciento del total, lo cual corrobora una tendencia al envejecimiento. La edad promedio en el país es de 29 años2. Como es sabido, además de ser mayoría, las mujeres tienen también una esperanza de vida mayor que los hombres en la República Mexicana, de manera que ellas viven 78 años frente a los 72. 2 años de ellos, en promedio3.
Considerando los datos expuestos, se esperaría que las mujeres desempeñaran un papel prominente en la vida económica, política, cultural y social del país, lo cual, como es sabido, no es el caso. La organización El índice de equidad de género (IEG) correspondiente a 2020 del Foro Económico Mundial señala que México se ubica en la 25ª posición a nivel mundial en términos de equidad de género en una lista de 153 países. El índice muestra que el país figura por encima de Estados Unidos -que está en la 53ª posición-, Rusia -81ª-, Brasil -92ª- y Turquía -130ª. El país con la mayor equidad de género es Islandia y con la menor es Yemen4.
El IEG, que se aboca a la medición de las disparidades entre hombres y mujeres a partir del acceso que unos y otras tienen a la educación, la actividad económica y política, encuentra que, entre 153 países evaluados, México posee 75 puntos de 100 posibles. El informe, sin embargo, destaca que en México nunca ha gobernado una mujer, mientras que en rubros como participación económica y acceso a educación ocupa los lugares 124° y 54° entre los 153 países estudiados5. En salud y supervivencia, México se encuentra en la 46ª posición. Es en el rubro empoderamiento político donde ha mostrado más avances, según el informe, al estar en el 14° lugar6.
Idealmente los países que muestran progresos notables en la equidad de género deberían estar rozando los 100 puntos, sin embargo resulta que ninguno lo ha logrado y los que mejor perfilados se encuentran -Islandia, Noruega, Finlandia, Suecia, Nicaragua Nueva Zelanda, Irlanda, España, Ruanda y Alemania- que son los punteros, cuentan con 78 hasta 87 puntos. Sólo para comparar, Yemen, ubicado en la 153ª posición, es calificado con 49. Ahora bien, en América Latina y el Caribe, hay países más aventajados que México, por ejemplo, Costa Rica -78-, Colombia y Trinidad y Tobago -75. 8 y 75. 6, respectivamente7.
Parte del problema estriba, en el caso mexicano, en que las relaciones de género desafían formas tradicionales de poder, según reconocen las propias autoridades nacionales, lo que naturalmente genera resistencia y reticencias al cambio8. Cabe destacar, si es que sirve de consuelo, que las desigualdades entre hombres y mujeres han existido desde hace mucho tiempo y que subsisten en todo el mundo, aunque en distintas magnitudes, tanto en los países más desarrollados como en los más pobres. El propio IEG señala que pasará mucho tiempo, por lo menos 99. 5 años, antes de que el mundo logre la equidad de género9. La cifra podría parecer optimista considerando el impacto desproporcionado que el SARSCoV2, agente causal del COVID-19 tiene en las mujeres. Esta letal enfermedad ha exacerbado la carga de trabajo en el hogar, dado que el confinamiento ha llevado a que las y los infantes deban tomar clases a la distancia, cosa que lleva a que las mujeres tutelen su aprendizaje. Lo mismo pasa con enfermos en el hogar, cuyos cuidados recaen fundamentalmente en ellas. Con la crisis económica derivada de la pandemia, las primeras en perder su trabajo han sido las mujeres. Ello las lleva a vivir un confinamiento donde prevalecen la angustia y la incertidumbre, sin dejar de lado las tensiones familiares y la violencia física, verbal y psicológica a que están expuestas. Así que todo ello puede derivar en retrocesos dramáticos en la equidad de género, que será difícil revertir.
Las razones que explican la desigualdad de género
Como es sabido, a partir de las características biológicas de las personas se han justificado conductas, actitudes, roles, capacidades, participaciones y, a final, de cuentas, el lugar que ocupan éstas en las sociedades. El género, una construcción sociocultural, es invocado para justificar la distinción entre hombres y mujeres, asignando roles que asumen como natural las formas de vida de unos y otras.
De entrada, es conveniente recordar que el concepto de género, por lo general, suele remitir a diferencias en razón de la sexualidad. Sin embargo, el género es algo mucho más complejo y relevante que la simple valoración de las características físicas de hombres y mujeres. Por género se entiende una construcción simbólica que alude al conjunto de atributos socioculturales asignados a las personas a partir del sexo, y que convierten la diferencia sexual en desigualdad social. Por lo tanto, la diferencia de género no es un rasgo biológico, sino una construcción mental y sociocultural que se ha elaborado históricamente.
Conforme a lo expuesto, género no es equivalente a sexo: el primero es una categoría sociológica y el segundo es, en cambio, una categoría biológica. La importancia del concepto de género radica en hacer visible el supuesto ideológico que equipara las diferencias biológicas con la adscripción a determinados roles sociales –como, se explica, por ejemplo, en el ahora célebre libro de John Gray Los hombres son de Marte, las mujeres son de Venus10.
Así, el concepto nació, precisamente, para poner de manifiesto una relación desigual entre mujeres y hombres, entendiendo a unas y otros como sujetos sociales y no exclusivamente como seres biológicos. “El uso del concepto de género contribuyó a desarrollar el conocimiento de las ciencias sociales con una amplia gama de investigaciones, interpretaciones e interpelaciones sobre los mitos relacionados con el comportamiento, la preferencia y la orientación sexual de las personas. Las investigaciones sobre la sexualidad revelaron cómo se construyen, mantienen y refuerzan los roles sexuales en el proceso de socialización11.”
En este sentido, el concepto de género contribuye a dilucidar las posibilidades, expectativas y responsabilidades en el seno de una sociedad, de parte de los hombres y las mujeres, si bien más importante es su aportación para comprender la forma en que se distribuye el poder entre unos y otras. “Los roles de género varían de acuerdo a la cultura y están atravesando por factores como la raza, la edad y la clase social de los individuos en cuestión. Por lo tanto, las feminidades y las masculinidades no son una “condición natural” al ser humano. Las investigaciones sociales contemporáneas sobre las masculinidades y las feminidades muestran una amplia gama de posibilidades de ser hombre y de ser mujer”12.
En este sentido, desde la óptica del poder, entendido éste como la capacidad con que se cuenta para lograr que los demás hagan lo que uno (a) desea, la posibilidad de ejercerlo en el seno de una sociedad depende de diversos factores que incluyen la raza, la clase social, la orientación sexual, el género, etcétera. En este último caso, el poder de género se materializaría en el dominio de los hombres sobre las mujeres, y también de los hombres sobre otros hombres, por considerarlos débiles u afeminados13.
Lo más importante es que los usos del poder son, en realidad características aprendidas por hombres y mujeres en función de su masculinidad y feminidad, respectivamente. “Desde muy temprana edad a los niños se les enseña y se les exige ser dominantes, decididos, controladores; se les solicita actuar de forma independiente y a no expresar sus sentimientos más tiernos, lo cual es una manifestación del modelo hegemónico de masculinidad. La socialización de género hace que los hombres aprendan sobre el poder y lo ejerzan como un derecho inherente a su masculinidad”14.
Es en este marco que los hombres asignan, mediante la autoridad y el control que socioculturalmente se les ha asignado, las responsabilidades de las mujeres y de otros hombres considerados como “débiles” o afeminados, tanto en los espacios privados como en los públicos. “En la vida familiar o espacio privado, al hombre se le asigna el rol de proveedor y, por lo tanto, de sostén económico de la familia. Esto le permite atribuirse comportamientos particulares y ejercer el poder en el interior de su familia como un derecho y responsabilidad primordial. A las mujeres se les da la responsabilidad de la reproducción, la procreación y el cuidado de los niños en un rol de subordinación al patriarca familiar y a su poder. En el espacio público, el hombre domina las instituciones políticas y económicas, ejerciendo su autoridad y control en el ámbito del poder social”15.
La desigualdad de género en México
Crecientemente, las mujeres participan en el mercado laboral ante las exigencias de la modernidad y sobre todo tratando de procurar un mejor nivel de vida para ellas y sus familias. Sin embargo, no por incursionar en el mercado laboral las mujeres se desentienden del trabajo doméstico con el que tradicionalmente se les asocia. “La importancia del trabajo no remunerado doméstico y de cuidados de los hogares (TNRDCH) se manifiesta desde el punto de vista de su valor económico, al constatar que, a lo largo del periodo 2010 a 2017, equivale a una quinta parte del producto interno bruto (PIB) nacional, lo que significa que por cada 100 pesos contabilizados en la economía, adicionalmente debe considerarse el valor de los servicios realizados para el trabajo doméstico no remunerado en los hogares, que representa poco más de 20 pesos, a precio de mercado. Durante 2017, el valor económico del TNRDCH ascendió a 5. 1 billones de pesos valorados a precios corrientes, es decir, el 23. 3 por ciento del PIB de ese año. Del citado valor, tres cuartas partes fueron aportadas por las mujeres y el resto por los hombres”16. La pandemia generada por el SARSCoV2 no ha hecho sino profundizar esta problemática.
A ello hay que sumar múltiples casos de discriminación que enfrentan cotidianamente las mujeres. Entre enero de 2011 y marzo de 2020, el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (CONAPRED) recibió 723 quejas de mujeres que fueron despedidas de sus trabajos por embarazarse. Asimismo, el 13 por ciento de mujeres que han solicitado un empleo y que se encuentran en edad reproductiva, han debido cumplir con el requisito de la prueba de ingravidez, misma que constituye un acto discriminatorio. Así, cada 5 días es despedida una mujer por estar embarazada. En otro casos, el embarazo conlleva una reducción salarial o, como se sugería, la no renovación del contrato laboral17.
La brecha salarial entre hombres y mujeres en México, se estima que en 2019 fue del 18. 8 por ciento y que es una de las más altas entre los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), donde, el promedio es del 13 por ciento. Entre las causas de esta problemática, las autoridades identifican la discriminación en los centros de trabajo; la ausencia de mujeres en posiciones gerenciales; las diferencias en los sectores laborales donde tradicionalmente se desenvuelven mujeres y hombres; y las dificultades para reconciliar la vida personal con la vida profesional18.
Sin duda, uno de los problemas más graves que enfrentan las mujeres es la violencia y los feminicidios. Las cifras oficiales destacan que en 2020 se produjeron 969 de ellos, esto es, a razón de más de dos por día19. Sin embargo, el Observatorio Ciudadano Nacional del Feminicidio advierte que esta cifra corresponde únicamente a los casos que se encuentran bajo investigación, que equivale al 26 por ciento del total de los feminicidios perpetrados20.
La participación de las mujeres en la política nacional
Como se explicaba anteriormente, el ejercicio del poder se ha concentrado mayoritariamente en el género masculino, y en el terreno político y público, esta es una situación evidente. La mujer, en cambio, queda confinada a la esfera doméstica y privada. Inclusive el lenguaje existente para referirse a hombres y mujeres, da cuenta de esta desigualdad: un hombre público es alguien que se desempeña en el ámbito político y que tiene importantes responsabilidades ante la sociedad. En cambio, una mujer pública profesa la prostitución y es considerada como un mal para la sociedad.
Pese a que México es signatario de la Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer (CEDAW), mismo que suscribió en 1980 y ratificó en 1981; y que además reiteró las obligaciones contraídas en la citada convención al suscribir su protocolo facultativo en 2003, la situación dista mucho de los buenos propósitos establecidos en dicho instrumento21.
De hecho, aunque el derecho a votar y ser votadas a cargos de elección popular le fue garantizado a las mujeres mexicanas el 17 de octubre de 1953, su contribución a la vida económica, política, social, cultural del país es de larga data22. Llama por eso la atención que, con el desarrollo de la revolución mexicana y la redacción de una nueva Constitución, se omitiera el reconocimiento de los derechos políticos a las mujeres, situación que sería subsanada muchas décadas después.
Así, en 1975 se hicieron las reformas correspondientes a efecto de eliminar los elementos discriminatorios contra las mujeres que subsistían en la carta magna, por ejemplo, en el artículo 4° que en adelante establecería que “… el varón y la mujer son iguales ante la ley.” Asimismo, en el artículo 30° se estableció que “… la nacionalidad mexicana se adquiere por naturalización para la mujer o varón extranjero que contraigan matrimonio con varón o mujer mexicana y tengan o establezcan su domicilio dentro del territorio nacional.” El artículo 123, apartado B, fracción VIII también fue reformado para quedar en los siguientes términos “… los derechos de escalafón beneficiarán a los trabajadores al servicio del Estado, otorgándoles ascensos en función de los conocimientos, aptitudes y antigüedad. En igualdad de condiciones, tendrá prioridad en el goce de estos derechos quien representa la única fuente de ingresos en su familia…”23
Otros cambios efectuados incluyen al artículo 34, el cual señala que son ciudadanos de la república los varones y las mujeres que, teniendo la calidad de ciudadanos, reúnen, además, el requisito de haber cumplido 18 años y tienen un modo honesto de vivir. El artículo 35 precisa las prerrogativas políticas de los ciudadanos: votar en las elecciones populares y poder ser votado para todos los cargos de elección popular.
Cabe señalar que muchas de las garantías individuales reconocidas a las mujeres en la ley suprema se aplicaron parcialmente o bien, no corrieron al mismo tiempo en los tres niveles de gobierno. Así, por ejemplo, aunque se les empezó a reconocer el derecho a votar, no ocurría lo mismo con el “ser votadas.” Asimismo, antes que a nivel federal se garantizara a las féminas el derecho a sufragar, Yucatán se convirtió en el primer estado del país en instituirlo, esto bajo el gobierno de Felipe Carrillo Puerto (1922-1924), lo que posibilitó que en 1923 tres mujeres se convirtieran en diputadas al congreso estatal24. En 1923, en San Luis Potosí se aprobó la ley que permitió a las mujeres que sabían leer y escribir, la participación en procesos electorales; y en 1925, en Chiapas y Tabasco, se reconoció el derecho de la mujer a votar en elecciones municipales. Más tarde, en 1936, en Puebla se reconoció el voto femenino en sus municipios25.
Como es sabido, fue en el año de 1947, bajo la presidencia de Miguel Alemán, que se reconoció el derecho de la mujer a votar y ser votada en los procesos municipales, mientras que seis años después, en el gobierno de Adolfo Ruiz Cortines, se garantizó la plenitud de derechos políticos a las mujeres mexicanas. Sin embargo, tendrían que transcurrir 24 años más para que, tras la reforma política de 1977 se allanara el camino y que, por primera vez, una mujer fuese postulada a la presidencia, lo que ocurrió en 1982, cuando Rosario Ibarra de Piedra fue candidata a la primera magistratura por el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT).
Llama la atención, sin embargo, que desde entonces y hasta el proceso electoral de 2006, ninguno de los tres partidos políticos más importantes (el Partido Acción Nacional, PAN; el Partido de la Revolución Democrática, PRD; y el Partido Revolucionario Institucional, PRI) hayan postulado a una mujer al más alto cargo de elección popular. Esta situación cambió en los comicios de 2012 cuando el PAN, tras un proceso interno un tanto cuanto accidentado, decidió postular a Josefina Vázquez Mota a la presidencia, si bien en el interior de ese instituto político hubo poco apoyo a su campaña, lo que sin duda limitó las posibilidades de la candidata y al término de los comicios, ésta cayó al tercer lugar detrás de los candidatos Enrique Peña Nieto y Andrés Manuel López Obrador.
Con los partidos más pequeños hay una historia distinta, dado que, por ejemplo, en 1994 el Partido del Trabajo (PT) postuló a Cecilia Soto González como candidata a la presidencia; en tanto que Marcela Lombardo Otero fue la candidata del Partido Popular Socialista (PPS). De cara a los comicios presidenciales de 2006, el Partido Alternativa Socialdemócrata y Campesina postuló a Patricia Mercado como candidata a la Presidencia.
A nivel legislativo hay, por supuesto, una participación de las mujeres más temprana en la historia del país. En el año de 1923, Elvia Carrillo Puerto se convirtió en la primera mujer electa como diputada al congreso de Yucatán; y en el mismo año Rosa Torres fue la primera regidora en el ayuntamiento de Mérida. 15 años más tarde, Aurora Meza Andraca se convirtió en la primera presidente municipal en Chilpancingo. La primera diputada, Aurora Jiménez de Palacios, accedió al cargo en el año de 1952 y respecto a las primeras senadoras, éstas fueron María Lavalle Urbina por Campeche y Alicia Arellano Tapia por el estado de Sonora, electas en 1964 y en 1967, respectivamente26.
En todo este tiempo, sólo ha habido nueve mujeres gobernadoras en los estados de la república: la primera de ellas fue Griselda Álvarez, que en 1979 asumió el cargo de gobernadora del estado de Colima. Le siguieron Beatriz Paredes Rangel, en 1987, como gobernadora de Tlaxcala; Dulce María Sauri Riancho, en 1991, en Yucatán; Rosario Robles, en 1999, en el Distrito Federal; Amalia García, en 2004, en Zacatecas; Ivonne Aracelly Ortega en 2008, en Yucatán; Claudia Pavlovich, primera gobernadora de Sonora y quien dejará el cargo en este año; Claudia Sheinbaum, jefa de gobierno de la Ciudad de México y la mal lograda Martha Erika Alonso, gobernadora de Puebla, fallecida en un accidente al estrellarse el helicóptero en que viajaba con su esposo en la navidad de 2018.
A nivel legislativo, en la actual legislatura, las mujeres cuentan con una representación equivalente al 48 por ciento respecto a la totalidad de los diputados. En el Senado, el porcentaje es de 49 por ciento. La brecha, desafortunadamente, es mayor a nivel estatal y municipal. Baste mencionar que sólo hay 14 por ciento de municipios gobernados por mujeres; de todos los síndicos, sólo el 26 por ciento y de todos los jueces y magistrados, el 39 por ciento son mujeres27.
Las mujeres en la pandemia
Si bien a nivel mundial sólo 20 países son gobernados por mujeres, en la presente pandemia han hecho la diferencia muchas de ellas ante una excelente gestión de la crisis sanitaria. Los casos de Jacinda Ardern en Nueva Zelanda; Angela Merkel en Alemania; Sanna Marin de Finlandia; Mette Frederiksen de Dinamarca; y Tsai Ing-wen de Taiwán han acaparado los titulares internacionales por haber tomado buenas decisiones en torno al SARSCoV2, actuando con celeridad en términos del cierre de fronteras, interrupción de actividades económicas y confinamiento, lo que ha reducido contagios y defunciones en sus respectivas jurisdicciones.
Se considera que las mujeres en el poder han sido más sensibles a la importancia de preservar la vida por encima de consideraciones como los impactos económicos. Cierto, ello podría conllevar una recuperación económica más lenta, pero han apostado por privilegiar la vida. En contraste, los hombres que gobiernan en el mundo, han puesto énfasis en mitigar las consecuencias económicas de la pandemia, aunque ello resultara en más contagios y defunciones28. En este sentido, tener una mujer como gobernante ha resultado positivo para los países.
Las sociedades también han reaccionado positivamente a las decisiones tomadas por estas lideresas. Jacinda Ardern, por ejemplo, en los comicios de octubre pasado obtuvo, al frente de su Partido Laborista, una aplastante victoria, la mayor en 50 años, lo que hizo innecesario que recurriera a alguna coalición para gobernar. Su victoria evidencia que en un mundo polarizado, donde hay una creciente crisis de credibilidad en torno a las instituciones, hay un espacio para reivindicar el apoyo a quienes toman buenas decisiones, salvan vidas, promueven el bienestar social y la unidad -Ardern inició su discurso de agradecimiento tras conocerse los resultados electorales, en lengua maorí29.
En busca de la equidad de género
Como lo sugieren los casos de las féminas referidas en su gestión como gobernantes durante la pandemia la participación política de las mujeres puede ser tan destacada o más que la de los hombres, puesto que sus capacidades demostradas son tan evidentes como las de aquellos30.
Se necesitan, por tanto, acciones afirmativas al lado de políticas tendientes a transformar las relaciones de género en la familia, en la escuela, y en el trabajo, dado que todo ello posibilitará la equidad. En América Latina, donde sólo han habido 10 presidentas31, diversos estudios han identificado tres problemáticas principales en torno al ejercicio del poder por parte de las mujeres, a saber:
- mujeres que cuentan con capacidades mermadas y débiles para el ejercicio de su ciudadanía, resultado de diversas exclusiones, por ejemplo, étnicas, socioeconómicas, y, ciertamente, de género;
- mujeres con suficientes capacidades para el ejercicio de la ciudadanía, pero que no la ejercen en el ámbito público, sobre todo en los espacios de toma de decisiones; y
- mujeres con suficientes capacidades para ejercer su ciudadanía en el espacio social y que están decididas a ejercerla igualmente en el ámbito político, enfrentando numerosos obstáculos, como los ya referidos a lo largo de esta reflexión32.
Como se desprende de lo aquí expuesto, la equidad no sólo es una tarea de las mujeres, sino del conjunto de la sociedad. Como parte de la democracia, es menester fomentar y reconocer la participación equitativa de ambos géneros en los diversos ámbitos de la vida social, educativa, cultural, económica y política, lo cual demanda, por supuesto, una reeducación social que supone modificaciones sustanciales en los modelos y prácticas imperantes, un diálogo entre los padres y madres y los especialistas en derechos y deberes de las mujeres, etcétera. Es frustrante observar que gran parte de las mujeres en el país, desconocen los derechos que pueden y deben ejercer, lo que posibilita que sean víctimas de abusos, violencia y, en general, de todo tipo de discriminación. Es irónico que una de las mujeres más poderosas de México haya lideresa del magisterio y que ello no sólo no haya beneficiado sino, que, por el contrario, haya perjudicado seriamente al sistema educativo nacional, debido a las prebendas políticas existentes, sin que las autoridades hayan logrado revertir esta situación. ¿Qué decir de otra mujer, que en su momento gobernó a la capital del país como Rosario Robles? Que ahora esté en la cárcel revela que la corrupción no reconoce géneros, si bien, no deja de causar frustración que una de las pocas gobernantes que ha tenido la Ciudad de México -y de las poquísimas a nivel nacional-, enfrente graves acusaciones por corrupción. Un tema relacionado es la impunidad que posibilita que un personaje acusado de abusar contra las mujeres sea candidato a gobernar el estado de Guerrero.
Además de los cambios en la educación tanto de los padres y las madres como de los hijos y las hijas, debe buscarse la capacitación y orientación de las parejas en temas de salud reproductiva y otros más. Es menester trabajar en el reconocimiento de que la planificación familiar no es sólo responsabilidad de las mujeres. A final de cuentas, hay que reconocer que al mejorar el bienestar de las mujeres habrá importantes beneficios para el desarrollo nacional, lo cual no es sólo deseable sino, con la voluntad política requerida, posible y sobre todo, necesario.
1 Sin embargo, cuando se analiza la demografía por grupos de edades, la situación es distinta. Así, en el grupo de 0 a 14 años, hay 103 hombres por cada 100 mujeres (en todo el mundo nacen más hombres que mujeres). En las edades de 15 a 29 años, la proporción es de 95. 6 hombres por cada 100 mujeres y se reduce conforme avanza la edad, siento de 87 hombres por cada 100 mujeres en el segmento de 60 o más años de edad. El INEGI y el Instituto Nacional de las Mujeres refieren que la migración y la sobremortalidad masculina determinan el sexo en las edades jóvenes, mientras que en las edades avanzadas se observa la sobrevivencia femenina. De acuerdo con las estadísticas de mortalidad, en 2018 fallecen 132 hombres por cada cien mujeres. La sobremortalidad masculina se observa en todos los grupos de edad, pero se acentúa en la población de 20 a 34 años donde el índice sobrepasa las 346 defunciones masculinas por cada cien mujeres. Véase Instituto Nacional de Estadística y Geografía (8 de marzo de 2012), Estadísticas a propósito del año internacional de la mujer, México, INEGI y también INEGI/INMUJERES (2019), Mujeres y hombres en México 2019, México, Instituto Nacional de Geografía y Estadística/Instituto Nacional de Mujeres, disponible en http://cedoc.inmujeres.gob.mx/documentos_download/MHM_2019.pdf
2 Ibid.
3 A nivel nacional, la esperanza de vida en promedio, para hombres y mujeres en 2019 es de 75. 1 años. Ibid.
4 World Economic Forum (2020), Global gender Gap Report 2019, Geneva, p. 9, disponible en http://www3.weforum.org/docs/WEF_GGGR_2020.pdf
5 World Economic Forum, Op. cit., p. 10.
6 World Economic Forum, Op. cit., p. 13.
7 Ibid.
8 José Gerardo Mejía (23 de marzo de 2011), “SEGOB acepta rezagos en equidad de género”, en El Universal, disponible en http://www.eluniversal.com.mx/nacion/184325.html
9 World Economic Forum (16 December 2019), Mind the 100 Year Gap, disponible en https://es.weforum.org/reports/gender-gap-2020-report-100-years-pay-equality
10 John Gray (2010), Los hombres son de Marte, las mujeres son de Venus, México, Editorial Océano.
11 Idsa E. Alegría-Ortega y Eduardo J. Rivera-Medina (Fall 2005), “Género y poder: vida cotidiana y masculinidades”, en Centro Journal, Volume XVII, Number 2, p. 267.
12 Ibid.
13 Ibid. Existen análisis que sugieren que se ha sobrevalorado tanto la subordinación de las mujeres a los hombres, como la que impera entre personas del mismo sexo, amén de que se requiere una valoración más detallada acerca del impacto del feminismo en las sociedades. Asimismo, es importante ponderar a las sociedades matriarcales.
14 Idsa E. Alegría-Ortega y Eduardo J. Rivera-Medina, Op. cit., p. 268.
15 Ibid.
16 INEGI/INMUJERES, Op. cit., p. 124.
17 Itxaro Arteta (10 de mayo, 2020), “Discriminación laboral: cada 5 días despiden a una mujer en México porque será mamá”, en Animal Político, disponible en https://www.animalpolitico.com/2020/05/discriminacion-laboral-una-mujer-denuncia-ser-despedida-porque-va-a-ser-mama-cada-5-dias/
18 Instituto Nacional de las Mujeres (2019), Cuatro causas que propician la brecha salarial de género, disponible en https://www.gob.mx/inmujeres/es/articulos/cuatro-causas-que-propician-la-brecha-salarial-de-genero?idiom=es
19 El Financiero (20/01/2021), “En 2020 se registraron 969 feminicidios, más de dos por día en promedio, según cifras del gobierno”, disponible en https://www.elfinanciero.com.mx/nacional/feminicidios-aumentan-0-1-en-2020-secretaria-de-seguridad
20 Contralínea (noviembre 25, 2020), “En México, más de 2 800 feminicidios en lo que va de 2020: OCNF”, disponible en https://www.contralinea.com.mx/archivo-revista/2020/11/25/en-mexico-mas-de-2-mil-800-feminicidios-en-lo-que-va-de-2020-ocnf/
21 La CEDAW fue adoptada el 18 de diciembre de 1979 por la Asamblea General de las Naciones Unidas. Es considerada como la carta internacional de los derechos humanos de las mujeres y consta de un preámbulo y 30 artículos, en los que define el concepto de discriminación contra la mujer y establece una agenda para la acción nacional con el objetivo de poner fin a tal discriminación. Para la convención, la expresión “discriminación contra la mujer” denota toda distinción, exclusión o restricción basada en el sexo que tenga por objeto o resultado menoscabar o anular el reconocimiento, goce o ejercicio por la mujer, independientemente de su estado civil, sobre la base de la igualdad del hombre y la mujer, de los derechos humanos y las libertades fundamentales en las esferas política, económica, social, cultural y civil o en cualquier otra esfera.
22 Un recuento muy detallado sobre el proceso para lograr que se le reconociera a nivel federal a la mujer el derecho a votar y ser votada se encuentra en Enriqueta Tuñón Pablos (s/f), La historia del voto femenino en México, México, Ciudadanía Express, disponible en http://ciudadania-express.com/2008/10/17/la-historia-del-voto-femenino-en-mexico/
23 Diario Oficial de la Federación (30-11-2012), Constitución política de los Estados Unidos Mexicanos, México, disponible en http://www.diputados.gob.mx/LeyesBiblio/pdf/1.pdf
24 Enriqueta Tuñón Pablos, Ibid.
25 Inés Castro Apreza (2009), “La participación política de las mujeres en México. Mujeres en cargos de elección popular y toma de decisiones”, en Comisión Nacional de Derechos Humanos, Participación política de la mujer en México, México, CNDH, pp. 114-124.
26 Inés Castro Apreza (2009), Ibid.
27 IMCO (10 de diciembre de 2018), Paridad de género en el poder legislativo, disponible en https://imco.org.mx/informe-legislativo-2018-paridad-genero-poder-legislativo-2/
28 Adrián Francisco Varela (19 agosto 2020), “Los países gobernados por mujeres han gestionado mejor la pandemia de coronavirus, y han sufrido la mitad de muertes según un estudio”, en Business Insider, disponible en https://www.businessinsider.es/paises-gobernados-mujeres-gestionan-mejor-coronavirus-700247
29 Anna Jover (17 de octubre de 2020), “Jacinda Ardern logra una victoria aplastante en las elecciones generales de Nueva Zelanda”, en El País, disponible en https://elpais.com/internacional/2020-10-17/jacinda-ardern-arrasa-en-las-elecciones-generales-en-nueva-zelanda.html
30 Inés Castro Apreza (2009), Op. cit., p. 137.
31 Estela Martínez (Argentina), Lidia Gueiler (Bolivia), Violeta Chamorro (Nicaragua), Rosalía Arteaga (Ecuador), Janet Chagan (Guyana), Michelle Bachelet (Chile), Cristina Fernández (Argentina), Laura Chinchilla (Costa Rica), Dilma Rousseff (Brasil) y Mireya Moscoso (Panamá). Se podría incluir también a Jeanine Áñez, Presidenta interina de Bolivia tras la crisis política con motivo del proceso electoral que derivó en la salida de Evo Morales. Con ella serían sólo 11 féminas en la historia de la región.
32 Laura Becerra Pozos (septiembre 2007), Participación política de las mujeres en Centroamérica y México, México, Equipo Pueblo A. C./Asociación Latinoamericana de Organizaciones de Promoción, p. 40.