En una semana fuimos del “Trump usa a Peña” al “y ahora usa Clinton a Peña”, pasando por el “Peña sí sostuvo ante Trump que México no pagará el muro” de Rudolph Giuliani. O sea, México pasó de ser invitado de piedra en la campaña presidencial americana, a protagonista activo.
Conjeturas a lo Frederick Forsyth aparte, patriotismos lapidarios que impresionan, conclusiones inapelables que denotan inteligencia fina, enojos legítimos y, sobre todo, justificaciones políticas endebles… todo ello aceptado por su innegable integridad intelectual y emotiva.
Pero puede haber otras lecturas. Por ejemplo, la de otros hechos, como el que la candidata demócrata, Hillary Clinton, rechazó ayer la invitación del Presidente de México a visitarlo para explicarle (como a Trump el miércoles pasado) cuestiones locales que a él le interesa que sepan ambos candidatos.
Clinton tomó la decisión apenas tres días después de que empezó a difundir un spot de campaña en el que, además de fotos de Trump y sus dichos, incluyó la imagen del Presidente de México afirmando que no pagará por el muro:
“Imagina que (Trump) finalmente tiene la oportunidad de negociar (el pago del muro) con el Presidente de ese país (México). Imagina que lo exhiben por mentir, recriminado por un aliado”, dice el promocional.
Antes de éste, el spot estrella de Hillary era otro, en el que defendía a los inmigrantes indocumentados mexicanos:
“(Trump) dice que debemos castigar a las mujeres que tienen abortos, que los mexicanos son violadores”,comentaba una voz en off en tanto aparecían segmentos de declaraciones del candidato republicano e imágenes de una mujer y una familia mexicanas.
Aunque al justificar que no vendrá, Hillary no habló ya de los mexicanos, sino de los americanos: “No iré. Seguiré centrándome en lo que estamos haciendo para crear empleo en casa, en lo que estamos haciendo para asegurarnos de que los americanos tengan las mejores oportunidades en el futuro”.
Sin embargo, desde el jueves México entró de manera inexorable en el debate entre ambos candidatos, cuando antes de ese día sólo estaba como invitado de piedra, sin una intervención del país como aludido constantemente y de manera maniquea desde una y otra candidaturas.
Además, Hillary no viene cuando su ventaja sobre Trump se redujo en agosto a la mitad, a pesar de que agosto fue el peor momento de su rival, al extremo de que debió cambiar dos veces a su equipo cercano. Aun así, ella bajó siete puntos y él dos: van 47 por ciento a 37.
Así entran a la campaña de otoño: con el discurso antimexicano de Trump rebajado, y si se habló aquí o no del muro y Hillary centrada en “los americanos”.
Ésos son hechos.
Este artículo fue publicado en La Razón el 6 de septiembre de 2016, agradecemos Rubén Cortés a su autorización para publicarlo en nuestra página.