Habría que ver qué fue del muy interesante y aleccionador Parlamento Abierto sobre la Reforma Electoral organizado en la Cámara de Diputados, tanto en Jucopo como en el Canal del Congreso.
A lo largo de más de un mes debatieron especialistas, académicos, integrantes de partidos políticos, medios de comunicación, incluso los pomposamente llamados influencers, cuál sería el mejor rumbo que debiera tener una reforma que fortaleciera la actual estructura electoral.
Una de las constantes fue la necesidad de actualizar al máximo al INE en función de experiencias electorales recientes y de las necesidades de una mayor participación y mejor operatividad, propias de la dinámica en que hoy estamos viviendo en sociedad. Nadie se opuso, más bien donde se concentró en buena medida la atención fue en preguntarse cuál es el momento para los cambios y la urgencia en el corto plazo de disminuir los excesivos ingresos de los partidos.
La experiencia del Parlamento Abierto debió ser considerada, porque abrió una perspectiva en medio de un debate democrático y libre sobre lo que debiera ser el INE en mediano y largo plazo.
Es claro que la democracia va resultando imperfecta e insuficiente. Sin embargo, lo que pasó en los foros abrió perspectivas para encontrar nuevas vías de participación y representatividad. Los partidos políticos como instituciones para acceder al poder son cada vez menos representantes de la ciudadanía. Mientras no tengamos otras maneras de organización democrática, los partidos seguirán siendo el eje toral de participación, competencia, pluralidad y acceso al poder.
En algún sentido, los partidos caminan como un mal necesario, pero no por ello tenemos que soslayarlos, sino más bien fortalecerlos, exigirles y por encima de todo transparentarlos.
En este renglón han quedado a deber con creces. Los partidos se mueven a su antojo y bajo el prurito de que son autónomos no han estado necesariamente dispuestos a la exigente y obligada rendición de cuentas.
Lo que está pasando ahora con la Reforma Electoral y las maniobras que está haciendo el gobierno, vía una de las “corcholatas”, es llevar las cosas a la imposición más que al debate. Esta coyuntura debiera ser el momento para de nuevo sentarnos y buscar entendimientos y no andar tratando de aprobar las cosas a como dé lugar como lo andan haciendo.
El equilibrio de poderes se entiende bajo perspectivas de autonomía y respeto entre ellos. El gobierno está pasando por encima al Congreso, independientemente de que Morena tenga la mayoría. La cuestión es que en un asunto de tal envergadura, con evidentes diferencias, con manifestaciones en la calle, con voces del extranjero que proponen no aprobar la reforma, lo lógico y sensato sería abrir el debate o de plano posponerlo para el 2024.
Como hemos venido planteando, somos de la idea de que el INE sí se toca, la clave está en cómo se hacen las cosas. Hoy en día no hay institución que no deba ser analizada e investigada, lo que incluye a los tres Poderes de la Unión. La pluralidad y el derecho de las minorías es una de las esencias de la democracia.
Tan es evidente que no querían debatir que la Comisión de Gobernación en el Senado aprobó en 36 minutos el dictamen.
Podríamos estar entrando en un callejón sin salida. El Presidente es cada vez más poderoso y se fortalece sin contrapesos. No está para pasarse de largo que el presidente de la Corte pondere que el mandatario haya respetado a la institución porque pararon muchas iniciativas de la 4T, como si no existiera una división de poderes.
RESQUICIOS.
Marruecos es la sensación. Quienes quieren en la semifinal a los de siempre deberán saber que estamos bajo un lento, pero consistente proceso de recambio en el futbol. Los nuestros, después de ser sede de dos mundiales y cerca de un tercero, tendrían que estar en otro lugar; por cierto, Marruecos fue último lugar en México 70 y el Tri lo fue en Argentina 78.
Este artículo fue publicado en La Razón el 13 de diciembre de 2022. Agradecemos a Javier Solórzano su autorización para publicarlo en nuestra página.