En días recientes, López Obrador, hizo una de las declaraciones más nefastas e insultantes que se le han escuchado. El presidente expresó que los grupos de la delincuencia organizada, identifican y respetan a los Servidores de la Nación y los dejan pasar y trabajar.
Como si se tratara de una acción generosa, producto de su estrategia de “abrazos, no balazos”, el presidente intentó presumir que los delincuentes, esos que tienen azotadas regiones enteras del país y que instalan retenes en los caminos y carreteras para controlar quien entra y quien sale, tratan bien a sus operadores de programas sociales.
No es una inocente declaración, causa repulsión porque hace ver amigables a quienes, además de producir y traficar drogas, se dedican a la trata de personas, homicidio, extorsión, cobro de piso, secuestro, tráfico de armas de fuego, robo, venta de medicamentos adulterados, tráfico de migrantes, delincuencia cibernética, piratería, tala ilegal, robo de combustible… Y un sin número de actividades que tienen sumido al país en el horror.
El titular del Poder Ejecutivo y Comandante Supremo de las Fuerzas Armadas de nuestro país, además relató —con una sonrisa en la los labios—, el diálogo que tuvieron un Servidor de la Nación y un criminal, en uno de los retenes que los grupos de la delincuencia instalan en algunas zonas del territorio nacional, orgulloso, López resaltó que el criminal reportaba que su abuelita no estaba recibiendo su pensión y como se resolvió el asunto.
Con serena presunción, López Obrador, quien encabeza el sexenio más sangriento y con la cifra más alta de homicidios registrada —más de 156,000—, afirmó que él está atendiendo las causas de la violencia en el país.
La reprobable complacencia hacia los grupos de la delincuencia organizada, fue acompañada de afirmaciones falsas para justificar su fallida estrategia.
El presidente aseguró que los programas y becas del Bienestar han evitado que los jóvenes sean reclutados por los criminales, pero, organizaciones como Tejiendo Redes Infancia, han documentado que el reclutamiento de jóvenes — muchos de ellos adolescentes— se ha agudizado, lo anterior, debido a que han aumentado los territorios en guerra e incrementado el poder de los grupos criminales, además de que se ha profundizado la debilidad del Estado.
Otras organizaciones que evalúan políticas públicas, afirman que, las becas por sí mismas no resuelven el tema de la deserción escolar, porque no hay estrategia integral en materia de educación y el sistema se encuentra en un total abandono.
Pero la guerra de cifras pasa a segundo plano, cuando vemos con asombro, que al Presidente de la República le satisface que su gobierno pueda caminar tranquilo por todo el país, mientras el resto de la población es asediado. En pocas palabras, el mensaje a la Nación es “me basta con que los míos estén seguros…”
En una sociedad donde la seguridad pública parece una aspiración superior e inalcanzable y no un elemento esencial de cualquier Estado democrático, escuchar al responsable de brindarnos protección, satisfecho porque tiene buena relación con los delincuentes, nos deja sin esperanzas.
Más aún, cuando leemos los reportes del Observatorio Nacional Ciudadano, donde denuncian una evidente manipulación de la información y el manejo tendencioso de las cifras para engañar a la opinión pública sobre la situación real de la seguridad en nuestro país.
Las víctimas de la violencia son invisibilizadas por este Gobierno. Quisiera escuchar la opinión de los desplazados en Zacatecas, los atrapados bajo el fuego cruzado de las autodefensas y los cárteles en Aguililla, Michoacán, los que pagan los precios de la canasta básica impuestos por los delincuentes en Guerrero, los que no pueden transitar por las carreteras de Tamaulipas o Chihuahua, los que pagan derecho de piso en Guanajuato.
Hoy, podemos afirmar que la seguridad pública, es privilegio de unos cuantos, tal vez para gozar de ese privilegio hay que portar un chaleco guinda. Por lo pronto, al resto de los ciudadanos nos toca aguantar y tratar de sobrevivir.
México está de luto, cientos de miles han muerto, las madres buscan a sus hijos desaparecidos en las fosas y las víctimas se acumulan sabiendo que jamás recibirán justicia, el responsable de la seguridad, no sólo carece de estrategia seria y de idea para atender el problema, manipula las cifras y presume que los suyos… Son respetados por los delincuentes.