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jueves 26 diciembre 2024

No es racha de mala suerte, es racha de una mala gestión

por Gerardo Flores Ramírez

Hacia finales de la semana pasada, el presidente López Obrador presumía que México está saliendo de la crisis, que de hecho ya se ve la luz al final del túnel. Remató su expresión de esperanza con la frase “yo tengo la fe de que nos va a ir bien, de que ya va a pasar esta racha de mala suerte”, en referencia a la crisis económica y a la crisis sanitaria provocada por el Covid-19.

Pero no hay nada más alejado de la realidad que esa expresión. Por el lado económico es ampliamente conocido que incluso sin la presencia de la pandemia, la economía de México ya había registrado un mal desempeño durante el 2019, y que 2020 apuntaba a una muy mala tasa de crecimiento, de máximo 1%. El dato en sí mismo ya era malo. Lo único que provocó la pandemia fue exacerbar los puntos vulnerables de la economía mexicana que en su mayoría aparecieron a partir de la mala gestión de la administración del presidente López Obrador, particularmente la preocupante caída en la inversión privada que se ha acentuado a lo largo de este 2020.

El comportamiento de esa variable no fue producto de la generación espontánea, fue consecuencia de una serie de decisiones o anuncios del nuevo gobierno que provocaron incertidumbre entre los inversionistas, ya sea porque se enviaron señales en el sentido de que la 4T estaba dispuesta a no respetar contratos firmados por gobiernos anteriores o disposiciones legales vigentes, o bien, porque las decisiones sobre varios proyectos emprendidos por este gobierno se adoptaron con poco rigor o de manera precipitada, lo que también es signo de una mala planeación.

Por lo que hace a la crisis sanitaria, hay un consenso generalizado fuera del ámbito del gobierno federal en el sentido de que la gestión de la crisis ha sido deficiente. El tema del muy pobre desempeño en cuanto al número de pruebas realizadas por cada millón de habitantes raya en lo escandaloso, sobre todo porque ante la ausencia de información confiable sobre la dinámica de contagios y la necesaria trazabilidad de los mismos, cualquier otra política que se emprenda está destinada con alta probabilidad al fracaso. La obsesión del presidente y del subsecretario López Gatell para no reconocer con determinación que el uso del cubrebocas sería una medida con alta efectividad para atenuar el ritmo de los contagios en México ilustran también que más que el rigor en las decisiones de gobierno, lo que caracteriza a varias de las medidas sanitarias adoptadas en los meses recientes ha sido el capricho o la improvisación.

A este contexto, solo basta sumar el show creado por la 4T en torno a la supuesta rifa del avión presidencial, respecto del que han empezado a salir a la superficie datos sobre la precipitación con la que se llevó a cabo ese proyecto presidencial. Ahí está la danza de los dos mil millones de pesos que supuestamente había entregado la Fiscalía General de la República al Instituto para Devolver al Pueblo lo Robado para fondear la entrega de los premios prometidos para ser entregados por la Lotería Nacional a propósito de la rifa del avión presidencial. Todo indica que por las prisas, en todo el gobierno hubo la intención de esquivar las restricciones normativas para disponer de esa cantidad de dinero para los fines que se pretendían en el plazo que les impuso el presidente. Poco a poco empezará a trascender mayor información que terminará por empañar el supuesto éxito de ese engaño que se llamó “rifa del avión presidencial”.

Pero no me voy a detener ello, solo lo traje a colación porque es el ejemplo perfecto de cómo se han instrumentado muchas de las decisiones de este gobierno, sin el adecuado estudio, sin las consultas públicas serias que generalmente acompañan a las políticas públicas eficaces, con poco rigor pues. El número de decisiones, anuncios, programas o políticas públicas caracterizadas por su muy pobre o deficiente armado es ya extenso, pero en esa lista no podemos dejar de mencionar por ejemplo el Plan Nacional de Desarrollo 2019-2024 o el Programa Sectorial de Energía 2020-2024 que por cierto está fuera de frecuencia respecto a los planes de casi todos los países que están haciendo planes serios de mediano y largo plazo para sus sectores de energía, privilegiando desde luego las energías limpias, algo que prácticamente repudia la 4T.

Así que no es una racha de mala suerte, es una racha de mal diseño, de deficiente estudio, de caprichos y todos esos atributos negativos que lo único que han generado es incertidumbre y falta de confianza por parte de la inversión privada. Y bueno, eso se reflejará en que al cierre de 2020, el ingreso per cápita de los mexicanos se habrá reducido en cerca del 15% respecto al nivel con el que cerró la administración anterior. La racha que padeceremos es la acumulación de decisiones caprichosas, con poco rigor. La luz al final del túnel en realidad se ubica en el 2024.

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