marzo 10, 2025

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En más de 45 ciudades del país, principalmente en la Ciudad de México, y con presencia internacional en Los Ángeles, Madrid, Glasgow, Chicago, fuimos cientos de miles de mexicanos y mexicanas que salimos a defender lo que nos corresponde: la democracia de nuestro país, la cual no está al servicio de un solo hombre o de una sóla ideología, que nuestra democracia no tiene un dueño y que, aunque incomode a muchos y muchas quienes ahora ostentan el poder, el Instituto Nacional Electoral nos pertenece a todas y a todos.  

Con una narrativa que en los últimos años ha intentado dividir y confrontar, desde Palacio Nacional y otras trincheras oficialistas se intentó desestimar esta gran movilización del pasado 13 de noviembre en la demostramos que en la unión y las causas nos hicieron el gran llamado de tomar las calles para defender a las Instituciones que en los últimos 30 años nos han proveido de una certidumbre democrática por la que miles de mujeres y hombres lucharon. 

Sin duda, el Presidente López Obrador y muchos de sus simpatizantes que de manera previa y posterior pretendieron descalificar, minimizar e incluso obstaculizar el movimiento ciudadano que pintó de rosa nuestro país, tienen muy poca memoria. A ellos y sobre todo a los jóvenes hay que recordarles que crecimos con la fortuna de contar con un IFE hoy INE, producto del gran movimiento social que en 1988 levantó la voz para reclamar el fraude cometido contra el Ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas y exigir que las elecciones no se llevaran a cabo desde el gobierno. El bien conocido dedazo.  

Yo soy privilegiada, soy una heredera de esta gran Institución, porque este gran legado costó sangre de miles de mujeres y hombres que, literalmente murieron para que tuviéramos un Instituto Nacional Electoral como el que tenemos que nos ha garantizado elecciones con transparencia y que ahora se pretende desmantelar regresando a ese viejo esquema que no vamos a permitir, ¿otra vez al dedazo disfrazado? ¿una reforma regresiva que nos devolvería a una etapa de oscurantismo democrático?

La crisis electoral de finales de los 80`s ocasionada por la “caída del sistema” retrasó la publicación de los resultados de la elección presidencial y también evidenció la debilidad del régimen que se vio obligado a recurrir a un fraude para mantener el control del poder. A raíz de esa crisis, acontecieron dos hechos relevantes para la historia mexicana: se fundó el Partido de la Revolución Democrática (PRD) y se dio la reforma electoral de 1990 que creó el Instituto Federal Electoral (IFE) como un órgano formalmente independiente del gobierno. 

Hablamos de un INE que es, hoy por hoy, un órgano auténticamente ciudadano, que goza de una muy importante credibilidad y confianza. Una Institución en la que participamos los ciudadanos y las ciudadanas, instalamos y atendemos las casillas, registramos las actas, contamos los votos, levantamos las incidencias; participamos en consultas, capacitaciones. Hablamos de una Institución mediante la cual se consolidó la paridad en los procesos democráticos, la igualdad entre mujeres y hombres que aspiran a puestos de elección popular, a participar activamente en la vida pública de nuestro país. 

La marcha del pasado domingo organizada y convocada por más de 51 organizaciones sociales, como el Frente Cívico Nacional, al cual tengo el privilegio de pertenecer, no puede pasar desapercibida por más que desde el oficialismo se intente minimizar, la cual fue encabezada por jóvenes y que más alla de quienes convocaron, significa el inició de un ruta por la defensa de las causas que superan cualquier interés individual o de grupo y que el único objetivo es privilegiar el bien mayor México.

Sociedad civil organizada, jefas de hogar, empresarios, políticos, estudiantes, ciudadanos libres, sí, todos con nombres y apellidos, salimos en defensa del INE, pieza clave de nuestra vida política. Porque aunque hay varios desmemoriados, una mirada rápida al último medio siglo de nuestra historia demuestra que el árbitro electoral en este país se forjó a través de exigencias puntuales, de acuerdos y de discusiones con visión de Estado con diversos sectores de todas las sociedad. Porque si algo he aprendido de quienes encabezaron esa lucha es que era emprender esa causa o seguir por la senda de un régimen cerrado y encabezado por un partido hegemónico que centralizaba todo el poder, y justo hacia allá es a donde pretende conducirnos la reforma electoral del Presidente. El mensaje del pasado domingo fue claro: las mexicanas y los mexicanos no vamos a dar un solo paso  atrás y no vamos a volver a ser ciudadanos sin voz ni regresaremos a la penumbra. 

Más allá de las cifras; de si fuimos 100 mil, 120 mil, 300 mil, 600 mil (o 10 mil como algunos ingenuos intentaron confundir al insultar la inteligencia de la ciudadanía), las imágenes de la gente ocupando las calles son contundentes. El clamor no fue contra el Gobierno, sino contra su pretensión de imponernos una reforma electoral que busca minar la transparencia. La sola idea, por ejemplo, de elegir por voto directo a los consejeros del INE va a provocar que su lealtad sea con el poder que los impulsó y no con nosotros y nosotras.

Basta ya de que la confrontación sea su único lenguaje. La polarización no puede ser su única herramienta de comunicación todos los días. La democracia no puede ser vista como la debilidad de un gobierno, ésta es la fortaleza de toda una sociedad y socavar al árbitro electoral va a tener consecuencias para generaciones futuras y los daños podrían ser irreparables. 

No olvidemos que a cuatro años de que asumió el poder, desde la presidencia se han capturado a varios organismos autónomos como la Comisión Reguladora de Energía o la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, y todo sin mayor consecuencia; pero el INE es una pieza central de nuestro entorno político y por eso las protestas del domingo y las que siguen son tan importantes, porque el mensaje es que las y los mexicanos no vamos a dejar que el INE caiga ni se convierta en rehén de nadie.

El INE es una institución que ha costado a toda una generación forjar y profesionalizar, es la misma que avaló el triunfo de quien hoy pretende debilitarla. Por eso fue clave que los mexicanos saliéramos a las calles. Claro que toda Institución es perfectible, siempre se ha dicho, pero esta Reforma en específico no pretende mejorarla y menos cuando se trata de un capricho, o su permanencia en el poder. 

Realizar ajustes requiere de un debate amplio donde estemos todas y todos los ciudadanos incluidos y representados. Sin embargo, la reforma propuesta pretende sacar a la ciudadanía de la ecuación. 

La marcha del domingo 13 de noviembre fue el primer aviso de que eso no va a suceder. Fue la piedra angular para darnos cuenta que una sociedad unida es capaz de derrumbar muros de manera orgánica, sin acarreos, mediante convocatorias masivas a través de las redes sociales con usuarios reales, que fueron fundamentales en el llamado. 

Un efecto imprevisto, pero evidente de dicha movilización ciudadana es que por fin se quitaron la máscara aquellos que se presumían demócratas y que ahora se muestran tal cual son: personajes que insisten en regresar al pasado e instalarse en él.  La marcha por la democracia es sólo el principio de un gran movimiento nacional en la defensa que las y los mexicanos seguiremos emprendiendo para proteger, defender al gran bien mayor México, porque la Patria es de todas y todos. Así de sencillo: EL INE NO SE TOCA.

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