Parecería que el COVID-19 no quiere darnos paz ni descanso. Variantes van y vienen y como jugando ya llevamos dos años viviendo bajo esta amenaza. Y para acabarla de amolar, desde noviembre de este 2021 que ya acaba, la letra 15 del alfabeto griego, Ómicron, nos tiene a todos en alerta y preocupados.
La OMS y su Grupo Consultivo sobre la Evolución del SARS-COV 2 nos alerta sobre la aparición de esta forma de virus corregida y aumentada y nos pide que no nos confiemos y que asumamos que la pandemia no ha terminado.
A pesar de todo lo anterior, pareciera que en México no pasa nada. Las autoridades en su más puro estilo valemadrista ni se apuran ni se acongojan por cuidarnos de este azote que, dicen muchos expertos, llegó para quedarse.
Es más, a veces pareciera que quieren que nos contagiemos. Ni se promueve el uso del cubrebocas, ni la sana distancia, ni se acelera la vacunación. Más bien se invita a un mitin en el zócalo capitalino, y el propio presidente, que debería de orientar y dar el ejemplo, dice descaradamente que si quieren usen cubrebocas y si no… pues no. Lo más triste es que la satisfacción del gobernante se deriva de que se logren reunir en su honor y sin necesidad alguna, cientos de miles de ciudadanos tan solo para aclamarlo, aunque se ponga en riesgo la salud y la vida de todos.
Por si fuera poco, el ambicioso López Gatell persiste en sus objetivos políticos (que no médicos) y se atreve a declarar que en una de esas y gracias a la nueva variante ahora quizá lograremos la inmunidad de rebaño.
En fin, ¿que podemos esperar de un subsecretario de Salud, que sigue en su puesto a pesar de haber dicho el año pasado que si llegáramos a las 60 mil defunciones estaríamos viviendo una catástrofe? ¿Será que no quiere darse cuenta de que en nuestro país se han producido ya más de 600 mil muertes y no pasa, según él, nada?
Me molesta mucho decir, por enésima vez, que estamos solos. Que las autoridades de nuestra nación ni se ocupan, ni se preocupan por el temible coronavirus y sus mortales consecuencias y que si en enero volvemos a tener un inicio de año difícil por el número de contagios y muertes…pues a ellos no les importa.
Del Ómicron sabemos muy poco aún. Los estudios que se han realizado hasta ahora revelan que es tres veces más contagioso que las variantes anteriores, que al parecer sus síntomas son más leves, pero no sabemos aún si las vacunas que nos protegen de sus antepasadas son igualmente efectivas con esta nueva versión de la amenaza.
Estos primeros datos también arrojan que, en comparación con otras variantes, el Ómicron tiene un mayor riesgo de reinfección. Esto es, si a una persona ya le dio COVID-19 puede volver a sufrir la enfermedad, quizá con más probabilidades que los que nunca lo han padecido.
Tenemos un grave problema adicional, en México el numero de pruebas que se realizan son muy pocas, o sea que tardaremos mucho en enterarnos de cuantos casos de esta nueva modalidad estamos enfrentando.
Resumo: no se han tomado medidas preventivas para con la población mexicana y mucho menos medidas, aunque fueran limitadas, para detectar a viajeros que llegan a nuestro país enfermos. Esta es tierra de nadie y entran y salen personas de nuestro país sin que haya una política preventiva definida en cuanto a la pandemia para que se apruebe su ingreso.
Lo único que podemos hacer dada la evidente incompetencia gubernamental es comportarnos como adultos responsables, utilizar siempre el cubrebocas, evitar las aglomeraciones, preferir los espacios al aire libre para reunirnos, y reforzar estas y todas las herramientas a nuestro alcance durante estos tiempos de fiestas, reuniones y compras.
Una vez mas y aunque deteste decirlo: estamos solos y nadie nos va a proteger ni cuidar.