jueves 21 noviembre 2024

Opositores fijos, por Pablo Majluf

por Pablo Majluf

La semana pasada le comentaba a usted que la oposición no salvará a México en caso de recuperar la presidencia. Antes aprovechará las ruinas obradoristas para ejercer el poder. En esta coyuntura el votante está llamado a elegir perfiles de vocación democrática y liberal, pero estando consciente de que no habrá redentores aunque la oposición en su gesta heroica recurra a un mesianismo para emocionar que es más propio de la izquierda caudillista. 

Por ello no dejarán de ser necesarios los guardianes de la información, o gatekeepers, como se les conoce en la tradición inglesa. Uno de los gremios que más le falló al país en el ascenso del obradorismo fue precisamente el de la opinión profesional (comentaristas políticos, académicos, intelectuales, periodistas, analistas) que ante todas las evidencias acumuladas durante más de veinte años anunciando que López Obrador era un demagogo cavernario –la mayoría de las cuales se ha cumplido a cabalidad– decidieron silenciar, ya no digamos sus credenciales educativas, sino el más mínimo sentido común.

Los más honestos dieron volantazo temprano y reconocieron la miopía. Los menos honestos aún aducen que no se equivocaron sino que el demagogo los traicionó, pues siempre es más fácil echar culpas que reconocerse como un ingenuo. Todavía hay muchos que siguen casados hasta la ignominia con el proyecto, contorsionándose cotidianamente para poder justificar el sistemático atropello de los valores que decían defender cuando eran oposición. 

En la antesala del 24 es justo aprender de aquella obnubilación colectiva, pues veo a perfiles análogos en la comentocracia opositora comenzando a mover la matraca por priistas y panistas, ofreciendo lo imposible y colocándose inevitablemente en un nuevo ciclo de nopodiasabersismo. Evoco entonces un pasaje de la introducción que Mark Lilla hace a la Traición de los intelectuales de Julien Benda: 

“Una vez que le hemos dicho la verdad al poder, una vez que es expuesto y frustrado, el poder no se marchita ni muere. Hay una lucha por recuperarlo, después de lo cual los nuevos vencedores tienen poder sobre los recién vencidos y se hacen posibles nuevos abusos. ¿Qué debe hacer entonces el escriba moralmente clarividente? Para ser coherente, debe comprometerse a gritar el mismo ¡NO! al mismo volumen cada vez que se produce un abuso”.

Por eso el opinador verdaderamente opositor no debe estar casado a priori con ningún político ni con ningún gobierno –casi esperando la próxima bonanza oficialista–, sino con una serie de principios y valores que objetivamente han encauzado nuestro progreso, aunque sea modesto: elecciones libres, competencia económica, transparencia, división de poderes, libertad. Si el nuevo poder avanza en ese sentido, habrá que reconocerlo; pero siempre después del hecho, nunca antes.

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