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jueves 07 noviembre 2024

Pa’ luego es tarde

por José Antonio Polo Oteyza

La ventaja primaria de quien tiene una ambición sin medida es que está dispuesto a hacer cosas que gente menos enferma no haría. No es un tema de inteligencia, ni de cultura, ni de doctrina; puede haber toda la mala leche, desde luego, eso sí, pero fundamentalmente se trata de la disposición de traspasar umbrales que la mayoría no cruza. Es de ahí que la espiral violenta se convierte en destino inexorable, porque vivir fuera del poder significa vivir a la intemperie y a merced de enemigos con tambaches de cuentas por cobrar. La historia política del mundo es en buena parte la historia de estas fugas hacia abajo. Por eso, como en todos los tiempos, hoy no faltan países-cárcel, como Corea del Norte o Cuba; o países-manicomio, como Nicaragua; o países-mafia, como Venezuela; o zoológicos de cristal, con Estados panópticos, como China; o lugares donde se practica la cacería de jovencitas, como en Irán; o culturas acomplejadas y sádicas, como Rusia, que sólo ofrece libertad a los reos que quieran ir a matar a unos vecinos que osaron voltear para el lado equivocado de la historia y de la vida.

México produce sus propias pesadillas, pero el hilo de los acontecimientos políticos es más o menos normal. Un político ordinario, de ineptitud extraordinaria, que de antemano anuncia que no puede perder. Un desbordamiento de patologías sangrientas de las que nadie se hace cargo. Un abismo entre quienes se revuelcan en una violencia inaudita, y quienes se atrincheran en hogares mentales que les den calorcito emocional. Por eso, incluso después de años de conocer a López Obrador muchos dicen, sin pestañear, cosas como “no puedo creer que se venda piratería en el nuevo aeropuerto”, o “no entiendo por qué no va a la reunión de la OCDE”, o “vean nada más los insultos de la mañanera”. No es por falta de evidencia del desastre social y político que el primitivismo resulte todavía tan sorprendente, sino por una insistencia en vivir, por violento contraste, existencias apoltronadas. De ahí la atrofia de la sensibilidad política o, cuando hay lucidez, de su desarrollo cínico. Quizá algún día alguien quiera embarcarse en una historia psicológico-política de cómo se conformaron mentalidades y sistemas nerviosos extraños entre sí, universos autocontenidos de impunidades, de disciplicencias, de ingenuidades que por mucho tiempo flotaron en lejanísimas e irreductibles colindancias.

La marcha buena fue un éxito, pero de poco servirá si no sirve ahora para discutir y acordar qué se debe y qué se está dispuesto a hacer antes, durante y después de la elección. Porque la virtud de un movimiento civilizado y pacífico no se traduce, ni de lejos, en eficacia a la hora de enfrentar a una fuerza que es el sumun del porrismo político, además con aliados y recursos que le darán una enorme ventaja espuria, tanto en las dimensiones formales como en las cloacas de los procesos electorales por venir. Son alianzas y recursos que nadie antes hubiera presumido, pero que la nueva pedagogía arrabalera expone con claridad y consistencia designando blancos y exponiendo, orgullosa, sus amarres con dictaduras, con militares, con organizaciones criminales, con grupos informales de origen oscuro pero imaginable, con un selecto grupo de empresarios, y con quienes reciben dinero cuyo valor simbólico, y político, se incrementa, en perversa paradoja, conforme los precios suben y la economía se achica.

Por ingenuidad, por disonancia cognitiva, por ceguera voluntaria, por lo que sea, el caso es que no hay una conciencia clara de que, por primera vez desde que las elecciones cuentan, el problema no sólo es marchar, salvar al INE, votar y ganar la elección más puerca de que se tenga memoria. No, nada de lo anterior será suficiente porque, digan lo que digan las buenas conciencias, el tema no es defender el voto sino defender el voto en contra de un señor y sus huestes que, instalados en la cumbre del frenesí, no contemplan bajar ya nunca. Las colindancias se esfumaron y en el río revuelto avanza una pretensión de dictadura. No queda más que imaginar todos los escenarios, tomar todas las providencias, y reunir a todos los agraviados, que son legiones. Por cierto, la marcha buena mostró, entre otras cosas, que los políticos opositores van rezagados, una vez más. Y uno pensaría que ponerse las pilas es su obligación, que muchos cuentan con talento, y que todos ellos cuentan con instinto de supervivencia. Hacen falta. Y pa’ luego es tarde, diría el pueblo sabio.

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