Las palabras que se enuncian en los medios de comunicación o en los diversos espacios de poder, tienen potentes cargas simbólicas, que reflejadas en la percepción social y en la vida cotidiana de las personas, pueden significar reconocimiento, respeto y honorabilidad, aunque también lo contrario: desprecio, exclusión, estigma y discriminación.
En este sentido, es importante que cuando hablamos, tanto en público como en privado, seamos conscientes del poder simbólico de lo que decimos y cómo lo expresamos. Hay términos populares que se prestan al choteo, al relajo, a la carrilla o bullying, que derivan de prejuicios y estigmas sociales sobre las diferencias.
Ante ello, es importante reforzar una cultura de respeto a las diferencias y la no discriminación, y que una palabra, por muy popular y/o “graciosa” que sea, entendamos que puede ofender, humillar y excluir a las personas o a determinados grupos sociales.
Por ello, es importante generar conciencia sobre eliminar todo vestigio de discriminación en nuestros lenguajes cuando hablamos, particularmente quienes nos dedicamos a comunicar desde los diversos medios de comunicación o quienes desde el espacio político hablan con la sociedad, hacen leyes o políticas públicas.
En el uso correcto del lenguaje, subyace un imperativo ético, que es hablar con propiedad, más cuando se está en escenarios públicos, pues usar palabras discriminatorias genera en el imaginario social escarnio hacia grupos susceptibles de discriminación.
Esta exigencia está cada vez más presente en la sociedad civil con denuncias en los medios de comunicación cuando se emplean términos clasistas, racistas, sexistas, machistas o que generan odio hacia grupos vulnerados en función de sus diferencias, como es el caso de las mujeres, personas con discapacidad, indígenas o de la diversidad sexual.
No han sido pocas las ocasiones en las que conductores de televisión, periodistas o políticos son exhibidos por ofender a la gente por los motivos arriba mencionados. En el caso de quienes viven con VIH/sida, la batalla ha sido ardua, pues el estigma contra personas seropositivas ha tenido una carga moralista que cruza percepciones conservadoras en torno al ejercicio de la sexualidad humana.
Igualmente ha sucedido en el caso de la diversidad sexual y las mujeres, que además de la violencia simbólica y cultural de estos dos grupos sociales, hay una suerte de incitación al odio con el uso de ciertos lenguajes que pueden ser el primer paso para la ejecución de feminicidios y crímenes motivados en contra de gays, lesbianas, bisexuales y personas trans.
Por lo anterior, es de aplaudir que se edite el Glosario de Género y Diversidad Sexual por parte del Grupo Parlamentario del Partido de la Revolución Democrática, en el que se explica el significado de palabras que tienen que ver con la diversidad sexual y los temas de género, lo que permitirá entender mejor el sentido social, político y cultural del correcto uso de términos y que se eviten confusiones o tergiversaciones lingüísticas.
Este esfuerzo, coordinado por la diputada Elizabeth Pérez, vice coordinadora del Grupo Parlamentario del PRD, se suma a la exigencia de grupos feministas y de la diversidad sexual en su lucha por entender que las palabras y sus significados pueden ser generadores de cambios culturales y el establecimiento de relaciones sociales respetuosas de la otredad.
Este Glosario da la pauta para que diputadas y diputados de todas las expresiones políticas estén en el entendido de la importancia de conocer lenguajes propios del activismo feminista y de la diversidad sexual para que comprendan el significado de sus contenidos y les den uso y sentido desde la praxis legislativa, y puedan construir leyes tendientes al fortalecimiento de relaciones sociales libres de todas las formas de discriminación.