¿Cuál es la mejor manera de formar un Parlamento, un Congreso, una Asamblea? Se admite de manera casi unánime -incluso en mentes muy autoritarias- que la mejor fórmula consiste en: “tal porcentaje de votos, tal porcentaje de escaños”. Si el Parlamento está constituido por 100 legisladores y el partido rosa ha obtenido el 10 por ciento de los votos, entonces lo justo es que tenga el 10 por ciento de la Cámara o sea, diez. Esto es lo que los estudiosos llaman proporcionalidad pura. Votos = escaños. ¿Es sencillo verdad? Pero sobre todo, señoras y señores, es justo.
No obstante, la historia de los congresos y los parlamentos avanzó de cabeza (sobre todo en Inglaterra y en Estados Unidos) y allí el método de integración de sus parlamentos fue otro: sigues el perímetro administrativo de un territorio (una ciudad, o un pueblo por ejemplo) o trazas en el mapa un distrito electoral. Ese será el terreno en el que disputarán un escaño los distintos partidos. El que se lleva más votos en esa área, gana el escaño.
Esta fórmula también parece muy sencilla pero tiene un severo inconveniente: deja sin representación a los electores que no votaron por el ganador. Cuando son uno, o dos, o diez los electores sin reflejo en la Cámara la fórmula parece ser justificada por la ventaja de su sencillez pero ¿qué pasa si el 20 o el 35 por ciento del electorado no votó por el ganador? Casi la mitad se quedará sin voz y sin representación en su Parlamento. Lo cual ya es bastante injusto: el 20 o el 35 por ciento sólo mirarán cómo se hacen las leyes, sin ninguna participación.
La fórmula mayoritaria se convierte así, en una fórmula segura de exclusión, de no-consenso, no democrática.
Por eso debemos tener cuidado con las voces tontas que con tanta facilidad desprecian a la representación proporcional y reclaman desaparecer a los diputados plurinominales, pues como pueden observar pecan de ignorancia, cuando menos, pues la representación proporcional es con mucho más sencilla, más justa y más democrática.
Vamos a otro ejemplo. Tenemos un país que se divide en 100 distritos y una votación que le da 58 por ciento a un partido y 42 por ciento al otro. En un sistema mayoritario, como hemos visto el ganador se lleva todo. Tengo más votos, aunque sea solo uno más, me llevo todo. Pero en nuestro ejemplo, dentro de un sistema proporcional, el ganador se llevaría 58 escaños y el segundo lugar 42. Juzguen ustedes mismos ¿cuál sistema es mejor?
Las democracias de América Latina, y sus constituciones decimonónicas fueron poderosamente influenciadas por los sistemas inglés y norteamericano, por eso en todas partes de este subcontinente elegimos diputados por distrito.
En México, desde 1977, elegimos 300 diputados distritales. De modo que los diputados de representación proporcional aparecieron como una demanda de la oposición (una demanda de la izquierda, por cierto) para corregir las enormes distorsiones que provocaba el sistema puramente distrital. El PRI tenía el 75 por ciento y se llevaba el 95 por ciento de la Cámara. Pero la verdad es que los diputados plurinominales son mucho más que una “corrección” a las distorsiones de la fórmula mayoritaria, pues expresan mejor, de modo más nítido y exacto la voluntad popular.
Por eso, hay que volver a lo básico. Cuando hablamos de “los plurinominales” hablamos de muchas cosas importantes. Gracias a ese instrumento electoral, en México, se abrieron paso los que ayer fueron minorías, el pluralismo se hizo visible y en buena medida, la democracia llegó por nuestros rumbos. Gracias a los plurinominales.