Partidos y medios siguen en campaña; la farsa de la veda electoral

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La llamada veda electoral, o “periodo de reflexión”, en el que presuntamente los partidos, candidatos, personajes políticos y servidores públicos deberían abstenerse de cualquier acto de proselitismo o propaganda, difundir tendencias de voto o tratar de inducir el sufragio en favor o en contra de cualquier aspirante, es una simulación monumental.

Los candidatos ciertamente se han cuidado de guardar las formas, pero sus partidos, junto a sus aliados en los medios de comunicación se han encargado de echar a andar una serie de maniobras propagandísticas totalmente intencionadas, encubiertas como mensajes institucionales, coberturas periodísticas, iniciativas ciudadanas o simples publicaciones en redes sociales, que en poco o nada abonan a una verdadera reflexión del voto y más bien, son llamados a sufragar por unos y no hacerlo por otros. Ejemplos de la falacia que representa la llamada “veda” sobran, pero aquí van sólo algunos:

1.- Transmisión de spots sobre programas sociales, que en teoría están ajenos a cualquier partido político, pero que muy bien sabemos que no lo están.


2.- Escándalos mediáticos montados en videos o audios filtrados que tienen la misión de arrancar el halo de pureza con que un líder político se promociona a sí mismo y a su partido. El efecto es contraproducente porque sólo le dan más a oxígeno a este personaje, un maestro en el manejo del discurso de la victimización. Sin necesidad de estos recursos, aquel que quiera verlo, sabe que ese líder partidista se conduce como cualquier político en busca del poder y como tal, exhibe no sólo sus habilidades sino también sus limitaciones.


3.- Un observatorio ciudadano llamado Ni un fraude más, conformado por personajes vinculados a un partido político y cuya labor va exclusivamente enfocada a protegerlo, precisamente, de un presunto fraude orquestado por su principal adversario. Para este grupo sólo existen los ataques en contra del candidato de sus simpatías, no así los dirigidos a otros de los aspirantes que participan en el proceso. Más aún, sus integrantes fueron parte activa de campañas en contra de esos otros contendientes por considerarlos enemigos del aspirante al cual sirven sin ningún pudor y que han encontrado en la etiqueta de observatorio ciudadano, un mecanismo para promoverlo de uno y otro modo a través de sus cuentas de redes sociales, en forma sutil y no tanto y aun en periodo de supuesta veda.



4.- Un interés particular de medios como Proceso y Sin Embargo de presentar, justo en estos días previos al día de la votación, reportajes sobre diversas problemáticas que se viven en una de las entidades en disputa, aquella que tiene el padrón más numeroso de todo el país. Se les imprime un plus acerca de la responsabilidad del partido que actualmente gobierna esos terruños. O bien, otras coberturas donde se dice cómo ese partido busca asegurar el voto a su favor o evitar que se emita en contra de otro, específicamente aquel con el que estos medios simpatizan. Por eso mismo, casual, en Sin Embargo se cita un estudio sobre cuántos “bots” se usaron para atacar a ese candidato que les cae bien o replican reportes periodísticos de medios extranjeros donde se habla de su papel en dicha contienda y de cómo puede influir un posible triunfo suyo en el escenario político en México.


5.- Periodistas y analistas que, sin empacho alguno, ya dejan ver claramente a favor y en contra de quién se inclinan, y aunque para la prensa no aplica la llamada “veda”, es claro que con su activismo encubierto de periodismo buscan influir en quienes los leen. Por eso Denise Dresser insiste, cada que puede en su peculiar invitación a “sacar a patadas” a un partido. Álvaro Delgado publica en Proceso un texto donde plantea la disyuntiva de mandar al diablo a ese mismo partido o permanecer con él en el infierno. O Jenaro Villamil, graba un mensaje en Periscope donde acusa las consabidas maniobras del partido gobernante para inhibir el voto en perjuicio de un candidato con cuya foto ilustra su colaboración en las redes sociales.


6.- La cobertura de la prensa oficialista a los excesos verbales de un ex presidente o del dirigente del partido político actualmente en el poder que, periodísticamente no aportan nada, pero mucho ayudan a esparcir el espantajo de lo riesgoso que sería una alternancia encarnada por un líder opositor que para ellos es más una obsesión que otra cosa.


¿Así o más clara la farsa?

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