Cuando digo o escribo la palabra pendejo no me refiero a las personas ladinas, a los jóvenes ni a los pelos del pubis, que es como se emplea en ciertos países de América Latina. Cuando digo o escribo pendejo puede ser un insulto o un retrato fiel de la falta de inteligencia del otro; en el primer caso puedo decirle pendejo a quien tuvo un descuido y, por ejemplo, me pisó en el metro, en el segundo caso puedo endilgarle a Donald Trump un pendejo por confundir la fecha del fatídico 11 de septiembre y lo que estoy haciendo es tomar una fotografía.
Yo no considero que una persona sea pendeja por creer que un terremoto puede predecirse, simplemente es ignorante, pero sí creo que aplica el adjetivo cuando alguien promueve que los niños no se vacunen porque las vacunas son una estratagema de los grandes emporios de la medicina internacional o cuando deplora el cuerpo despampanante de alguna modelo porque eso alienta los estereotipos. Desde luego que también hay pendejos con iniciativa como los que difundieron, llamándole pendejo al gobierno, que la bandera de México estaba al revés en el avión presidencial. Esos me dan risa, igual que quien cree que puede ser candidato a la presidencia y que, en el colmo de sus limitaciones, la pasa pendejando a los otros, para mí los más pendejos son quienes se sienten muy listos, como quienes acometen aquella candidatura presidencial que recién comenté o como quienes pregonaron a los cuatro vientos que la amenaza del huracán del año pasado fue un invento mediático. Con todo, los que más me dan risa son los que la pasan denunciando cortinas de humo sobre cualquier cosa y que con esa actitud, sin darse cuenta, se estan diciendo pendejos a sí mismos (aunque se sientan muy listillos).
A veces el tonto acierta y le llama pendejo a quien le preguntó una tontería, y entonces lo que ocurre es un divertido pleito entre personas limitadas, y ya en el colmo de esa viñeta se sitúa el hecho de que los pendejos tengan seguidores. En ese contexto hay otro tipo de pendejos, digamos que de doble moral, y son quienes se espantan por el empleo del término.
Esta es una pendejada en su acepción “descuido”, se trata del titular de hoy de Milenio diario, Según sus editores las drogas tendran acceso médico, así como lo leen miren: “Garantizar acceso médico a todas las drogas, pide Peña”. Creo que esos descuidos a todos nos pasan, nadie es perfecto, y quien no coincida con eso para mí es un pendejo.
Esta es una pendejada en su significado “pobre de inteligencia”: creer que a Nicolás Maduro sí le habló un pajarito chiquitico o que todos son pendejos menos ella o él o la periodista de su predilección. También lo es cuando un supuesto periodista difunde una supuesta reunión donde supuestamente estaba quien en realidad no se encontraba ni en México. No es una pendejada, en cambio, el dicho de una legisladora que recomendó a los indígenas continuar elaborando sus curiosidades, más bien ese es el reflejo de su degradada percepción social.
Un descuido es cuando el usuario de Facebook difunde alguna especie falsa sin saber que es falsa (y para ello hay ignorantes o tontos que lo creen), pero ya no es un descuido ni una pendejada, cuando ese mismo usuario mantiene el vínculo o el link de la información falsa y no reconoce el error, para mí esas son chingaderas. Me gusta llorar cada año por la muerte de Paul Neuman, por ejemplo, o consolar a los lectores, amantes de Claude Lévi-Strauss por su reciente fallecimiento que también ocurre cada año.