“Estamos en un horizonte donde se aprecian las luces de un amanecer: estamos saliendo de la noche, está amaneciendo en esta tierra, es tiempo de su resurrección, es tiempo de un nuevo despertar, de un nuevo mundo, de una nueva patria”. Cada vez que alguien saca este tipo de metáforas a pasear, hay que llevarse una mano al bolsillo, y salir corriendo.
Héctor Aguilar Camín escribió sobre Hugo Chávez este párrafo hace mucho (10 enero; 2007), pero es tan actual, que también hoy puede provocar llevarse la mano al bolsillo y salir corriendo.
Después de leer su más reciente novela, Plagio (Random House, 2020), más que reseñar sobre la pequeña obra maestra que escribió Héctor, mejor es tomar la palabra al narrador:
Bien mirado, los autores no son sino mezclas de autores, plagiarios tímidos o inconscientes de lo que han leído y se ha quedado impreso en ellos, a veces sin que se den muy bien cuenta de esas huellas.
Copio entonces aquella columna de @aguilarcamin, aquel presagio:
La providencia ha sido muy estricta con los venezolanos: les ha enviado un redentor de ideas cortas y poderes largos, del que será imposible deshacerse sin que medie una tragedia o un fracaso nacional de proporciones históricas. Chávez ha exhumado las estatizaciones como utensilio de la grandeza de su nación y la felicidad de su pueblo. “Que se recupere la propiedad sobre los medios estratégicos de producción”, gritó, frente a una delirante y unánime asamblea. “¡Todo aquello que fue privatizado, nacionalícese!”. Ha de instaurarse así el reino de la burocracia del Estado en nombre de la justicia social. Los ciudadanos de la inminente República Socialista de Venezuela irán dejando de serlo para volverse clientes cautivos que otorgan sumisión y complicidad a cambio de los bienes que les da la burocracia en su reino de escasez, ineficacia y corrupción. Por encima de todo brillará, redentora y obligatoria, la luz de la dictadura carismática. No le faltan a Chávez talento ni astucia. Los ha puesto al servicio de una estupidez. Ha construido un poder dictatorial con métodos democráticos. Ha usado la democracia para destruir la democracia. Todo lo anterior sería digno de reflexión y lamento, si no lo opacara, en su infinita trivialidad, la cursilería del redentor, que une a su astucia de hierro una lírica traída del burdel retórico de las metáforas patrias. Augura Chávez: “Estamos en un horizonte donde se aprecian las luces de un amanecer: estamos saliendo de la noche, está amaneciendo en esta tierra, es tiempo de su resurrección, es tiempo de un nuevo despertar, de un nuevo mundo, de una nueva patria”. Cada vez que alguien saca este tipo de metáforas a pasear, hay que llevarse una mano al bolsillo, y salir corriendo.