Seguro ya para hoy no es novedad. Invariablemente desde hace 20 meses y algunas semanas, cada mañana de lunes a viernes, el micrófono de Palacio Nacional marca la agenda informativa de México.
Desde ahí han emanado toda clase de mensajes, algunos auténticos disparates y absurdos, pero otros tienen una dinámica que puede haberse subestimado.
El problema no es que de esa voz salga información relevante, importante, con sentido, o al menos con la mínima utilidad. El problema es que esa voz realiza un ejercicio que luego es amplificado por los medios de comunicación, pero aún más, es repetido ad infinitum en el ecosistema digital, en especial en las redes sociales.
La capacidad de influir mediante las redes sociales tiene especial importancia. Este espacio digital que se construye con la participación de gente comentando los temas que le resultan de interés o relevancia y supera por mucho como fuente a otros medios, donde se recurre para buscar no solo información, pero aún más, la opinión de otros usuarios para entender la situación actual y su entorno próximo.
Los mensajes inducidos en ese entorno mediante una narrativa repetitiva tienen efectos a largo plazo y la capacidad de mover a la acción más allá de la pantalla.
Ya ha sido motivo de mofa, incluso, lo reiterativo de las respuestas, evasivas, burlonas, y casi siempre absurdas, pero que posteriormente son el eje de la conversación en línea en todas las plataformas o retomadas en los medios alternativos como parte de su línea de información.
El problema es que de esa repetición hay una consecuencia que se toma poco en cuenta. Buena parte de los mensajes tienen un grupo claro y definido en la audiencia a quienes están dirigidos: sus simpatizantes.
En la percepción de la audiencia, de los usuarios, la constancia de la repetición de ese mensaje debilita las barreras que generan resistencia para aceptarlos como verdaderos y válidos, generando si no la convicción, al menos la ilusión de que pueda ser verdad.
Repetir hasta el hartazgo ideas y palabras clave para contextualizarlas genera acepciones según conviene, e invariablemente ya ha logrado el efecto de convencer sin lugar a dudas a su audiencia acerca de distintos temas. O tal vez peor, de distintos elementos de contexto para la realidad.
Un mensaje que es recibido de manera repetitiva se acepta como válido más fácilmente que un mensaje, una idea, completamente nueva. Después de que una idea ha sido recibida por primera vez, sin importar su medio o formato, cuando posteriormente se vuelve a recibir, ya no es una idea nueva o desconocida, sino que es una idea que revive un recuerdo en la memoria, por lo que se percibe con familiaridad ante la audiencia y forma la percepción de ser verdad.
La pinza se cierra cuando el mensaje es inducido en una narrativa rodeada de argumentos, que aunque posiblemente no tengan relación, la manipulación del contexto los aprovecha para apalancar la idea inducida de forma que se refuerce la percepción de validez y veracidad.
Así, por ejemplo, no es de extrañar que López Obrador día a día recurra a justificar todas y cada una de sus acciones en términos que usa de manera machacona, aunque en el fondo no tenga sentido ni coherencia. La corrupción. Los neoliberales. Los fifís. Los adversarios. Todo sirve en tanto se repita tanto como sea necesario y posteriormente, ya sea por confrontación entre esferas antagónicas de interacción, o tan solo por ser parte del spin informativo en los medios de comunicación, alternativos o tradicionales, como sea, el mensaje se fijará en la audiencia y le encontrará sentido, validez, y lo hará verdad.
Es un problema complejo, porque esto también explota, en la audiencia correcta, la ausencia de los elementos previos necesarios para confrontar lo que está escuchando y sustentar desde su propio contexto la validez o no de esos mensajes.
También por eso el punto de fuga casi infalible es recurrir al pasado, donde la distancia entre la experiencia en forma de recuerdos ya dispersos, permite resignificar lo vivido. Basta repetir hasta el hartazgo términos conocidos, pero ofrecer un contexto conveniente y la audiencia no tendrá forma de refutar lo que se les presenta.
Escapar al pasado para huir del futuro es una forma efectiva de aprovechar mediante la repetición de mensajes las referencias existentes y comunes, donde el contexto personal de cada uno en la audiencia invariablemente encontrará un lugar para ese mensaje. Ante esa distancia entre el pasado y los mensajes inducidos en la conversación, la capacidad de discernir la validez y certeza de uno u otro es prácticamente la misma, por lo que el pasado si puede ser reescrito desde la posibilidad de inducir en la percepción de la audiencia el mensaje que convenga.
Tal vez eso dé un poco de luz también a entender por qué es posible hoy aceptar mentiras como verdades incuestionables, aunque el recuerdo a la distancia contradiga la narrativa presente. Como se ha dicho ya en otras ocasiones, el ejercicio de sostener una narrativa puede modelar la forma en que se percibe la realidad a partir de la repetición de las ideas que induzcan en ella.
La repetición de los mensajes simples, cortos, fácilmente asimilables, permite normalizar, encontrarle sentido, hasta hacer verdad, incongruencia, hipocresía y mentiras. No hay consenso acerca del autor, se dice que Joseph Goebbles propuso que “una mentira repetida mil veces se convierte en verdad”, pero para la mente humana es un principio que sí aplica. Tal vez ni Joseph Goebbels hubiera creído el potencial que un medio como el ecosistema digital ofrece, pero el medio si entendió el potencial de las teorías y métodos de Goebbels
Hagamos red, sigamos conectados.
Autor
Diseño y coaching de estrategias para manejo de redes sociales. Experiencia en análisis de tendencias en línea.
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