El poder corrompe. En nuestra historia hay muchos ejemplos al respecto, pero creo que una degradación tan veloz como la que ocurre en Morena no se había registrado.
Todavía no cumplen dos años en el poder, y una de sus principales dirigentes, Yeidckol Polevnsky, puede terminar en la cárcel por daño patrimonial y lavado de dinero, acusada por su propio partido.
Las acusaciones, entre otras, son por 395 millones de pesos que se pagaron a dos empresas inmobiliarias, sin que exista registro, según los denunciantes, de que se hubieran realizado los trabajos que significaron semejante desembolso.
En su defensa, Polevnsky, ha señalado que las compras de inmuebles y los gastos fueron aprobados por el Comité Ejecutivo Nacional, y que todo se encuentra en orden.
Estamos ante un presunto caso de desvío de recursos y lavado de dinero al que no se le puede achacar la culpa a gobiernos del pasado, ni a saboteadores conservadores, sino que responde a lo que ocurrió (y ocurre) en el partido mayoritario y entre sus propios militantes.
Cuando Andrés Manuel López Obrador asumió la dirigencia de Morena en noviembre de 2015, Polevnsky lo acompañó como secretaria general hasta que el tabasqueño dejó el cargo para ocuparse de lleno en la campaña electoral en diciembre de 2017.
Desde ese momento, Polevnsky se convirtió, de facto, en la dirigente más importante del partido. Le tocó parte de la operación electoral, y de ahí que cualquier acusación en su contra sea delicada, quizá no tanto por indagatorias que se pudieran generar, pero sí por las dudas que esparce.
Hay que tener presente que Polevnsky tuvo, entre otras tareas, la de reclutar a personajes que ahora forman parte de las bancadas morenistas en el Senado y la Cámara de Diputados.
Su poder solo debilitó, aunque en parte, hasta enero de este año, cuando Alfonso Ramírez Cuéllar, su principal acusador, resultó designado presidente de Morena.
Si bien la FGR tendrá que deslindar responsabilidades, es un hecho que el caso tiene cariz político y no podría ser de otra forma. Esto es, de cómo se resuelva dependerá la correlación de fuerzas en el partido en el poder.
Esto lo tienen claro quiénes presentaron la denuncia, y Ramírez Cuéllar cuenta con la experiencia para saber que abrió una puerta que los puede conducir a caminos inciertos y hasta riesgosos.
Quizá estemos ante un pulso entre corrientes y visiones de lo que debe ser Morena en el futuro, pero no deja de ser inquietante que algunas de sus disputas más importantes se den en las fiscalías y los tribunales.