La despedida del DF y bienvenida de la CDMX no pasó por deshacernos de las crisis ambientales, al contrario, nos devuelve a las mayores contingencias desde hace 14 años. La actual, además, con repercusiones políticas por exhibir las carencias de la autoridad y falta de atención del gobierno de la capital para tomar medidas justo cuando estrena autonomía y prepara su primera Constitución. Evidenció la irresponsabilidad del gobierno federal por desentenderse del problema y de los gobiernos de los estados del centro por actuar como si no estuvieran obligados a coordinar una política pública contra la contaminación en la megalópolis.
¿Por qué y cómo dejó de ser prioritario el combate a la contaminación para el gobierno de Mancera? ¿Ignorar el problema es una forma de populismo porque las medidas son caras y suman negativos a la imagen del gobierno en las encuestas? ¿Frivolidad política versus salud pública?
La CDMX sumó una semana con mala calidad del aire y tres días en contingencia ambiental, lo que dio lugar a medidas extraordinarias para restringir la circulación de vehículos y la gratuidad del transporte público para bajar las concentraciones de ozono. La crisis sirvió para recordar el olvido de un problema de salud pública pese a que sus precursores seguían creciendo. En los últimos años el parque vehicular aumentó casi 10%, se flexibilizó el programa Hoy No Circula con la reincorporación de 600 mil autos de modelos viejos, nada se ha hecho contra la corrupción en verificentros y desaparecieron las infracciones ambientales, sin que ninguna autoridad haya dicho esta boca es mía. Todo lo contrario, el PAN utilizó políticamente la propuesta de Mancera de endurecer la restricción vehicular hasta con amparos en la Corte.
Pero la aparición de la nata de contaminantes sobre el Valle de México exhibió la forma aparatosa de cómo la autoridad local venía ignorando este tema y, por eso, prefirió salir a repartir recriminaciones para eludir la responsabilidad. Según su gobierno sólo 20% de la contaminación se genera en la capital y el resto provendría de estados vecinos donde no hay normas homogéneas para la verificación de vehículos. En efecto, la segunda víctima de la contingencia fue la Comisión Ambiental de la megalópolis, que demostró ser una pieza decorativa para garantizar la coordinación efectiva de políticas contra la contaminación de los estados vecinos a la CDMX.
El lavatorio de manos de las autoridades directamente involucradas abrió la puerta al manotazo del gobierno de Peña Nieto y su iniciativa de una norma emergente en el plazo de 15 días. El gobierno de la ciudad se diluyó. La pérdida de iniciativa en la crisis ambiental debilita su liderazgo en un momento delicado por la elección del Constituyente y por dejar ver que sus programas de movilidad han sido más que limitados para mantener bajo control la contaminación, si además ignora las causas del problema.
La nueva crisis ambiental revive la discusión de los límites del programa Hoy No Circula y la urgente necesidad de medidas mucho más agresivas de políticas de movilidad alternativas al automóvil. Sobre todo, cuestiona hasta dónde la autonomía de la capital es una necesidad rebasada por la dimensión metropolitana, hasta ahora poco o nada atendida.
La propuesta de norma emergente no sólo tiene carácter de reactivo, sino que además requiere de una valoración profunda sobre la calidad de las gasolinas, al decir de los expertos. Si estas siguen siendo de mala calidad o los verificentros, lugares donde se pasa el trámite con una mordida, la calidad del aire no mejorará.
Las políticas públicas contra la contaminación son caras y poco populares en casi todas partes, pero se aceptan por salud pública. Las decisiones irresponsables y los populismos en estos temas acaban por ser lobos que devorarán a sus pastores más allá de las encuestas.
Este artículo fue publicado en Excélsior el 20 de marzo de 2016, agradecemos a José Buendía Hegewisch su autorización para publicarlo en nuestra página.