Tras la separación de Saúl Huerta (acusado de violar a un niño de 15 años) de la bancada morenista y la “condena” que sobre su conducta hicieron tanto Mario Delgado como Andrés Manuel López Obrador surge, inevitable, la pregunta: ¿Por qué a él sí y a Félix Salgado Macedonio no?
¿Por qué la conducta de Huerta (asquerosa y criminal) sí merece que se le sancione y repudie políticamente, mientras que la conducta de Salgado (asquerosa, criminal y además, porril) le vale ser llamado “víctima de falsas acusaciones” por parte del presidente?
¿Por qué Huerta está, considero, a un paso de la cárcel, mientras Salgado Macedonio cuenta con todo el apoyo posible para recuperar la candidatura en Guerrero, incluida la defensa del mismísimo titular del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, José Luis Vargas?
El diputado pederasta
Este 26 de abril despertamos con la novedad de que el diputado Saúl Huerta había sido “separado” de la bancada de Morena luego de una votación mayoritaria conducida por el líder parlamentario Ignacio Mier, quien apenas un par de días antes dijo, en esencia, que lo que el diputado hiciera en su tiempo personal (así fuera abusar sexualmente de niños) no era materia en que pudiera intervenir.
Yo no me meto en la vida privada de los legisladores, dijo “Nacho” Mier Velazco, quien posteriormente, por órdenes superiores, tuvo que corregir.
Fueron dos las indicaciones explícitas hacia Mier Velazco: una, la condena directa en contra de cualquier abuso a menores de edad que hizo el presidente López Obrador luego de conocerse las acusaciones contra Huerta por parte de un jovencito, que relató haber sido enganchado, engañado, drogado y luego violado por el diputado originario de Puebla. Es decir, AMLO retiró todo apoyo a Saúl Huerta (si alguna vez tuvo alguno).
La segunda, derivada de la primera, por parte del dirigente nacional de Morena, Mario Delgado, quien ordenó a la Comisión de Honestidad y Justicia de Morena que le retirara al legislador sus derechos políticos como militante. Esto fue el domingo 25 de abril.
También el domingo, horas después, tuvo lugar la votación en la que los diputados federales de Morena expulsaron de su bancada a Huerta. Sin embargo, conserva la curul, sus ingresos y el fuero, al menos por ahora, ya que no ha sido vinculado a proceso.
Llama la atención que, en un caso absolutamente análogo al de Félix Salgado Macedonio, la Fiscalía de la CDMX sí abra carpeta de investigación, el presidente demuestre que sí puede condenar el abuso sexual, la CHJ de Morena demuestre que sí sabe procesar acusaciones y retirar derechos políticos y hasta Nacho Mier de pronto entienda que la privacidad de la vida personal no protege el violar a niños.
Y aquí, un aparte: un jovencito de 15 años es un niño, de acuerdo a todos los tratados internacionales en materia de derechos de niños y adolescentes, que consideran como niño o niña a toda persona menor de 18 años. Son sujetos de protección especial y todo crimen en su contra se considera mucho más atroz que el cometido contra una persona mayor de edad.
El candidato violador
Mucho se ha hablado en meses recientes del indignante caso de Félix Salgado Macedonio. El lector sabe que sobre él pesan varias acusaciones de abuso y violación sexual, interpuestas por mujeres. Una de esas violaciones fue contra una menor de edad, Basilia Castañeda, (a quien, por cierto, este lunes la CHJ de Morena señaló como fallecida, a pesar de que sigue viva).
El lector sabe que las carpetas de investigación, algunas vez activas en la Fiscalía de Guerrero, han sido cerradas por presiones políticas. Que los testimonios de las víctimas han sido silenciados, desestimados y calificados de infundios por toda la cúpula morenista, el presidente López Obrador incluido.
Que la CHJ de Morena, que en unas horas quitó sus derechos políticos a Huerta, determinó que “no había elementos” para quitárselos a Salgado y los conservó, a pesar de que contra Huerta hay dos denuncias, y contra Salgado cinco, mujeres del propio partido incluidas.
Que si algo ha perdido Salgado no ha sido por órdenes de AMLO, sino por la decidida labor del Instituto Nacional Electoral y una mayoría de magistrados del TEPJF.
Que AMLO y Salgado Macedonio son viejos compinches de muchas batallas políticas y que, AMLO será lo que ustedes quieran, pero trata de pagar sus deudas (sobre todo con impunidad) y a su retorcida manera, guarda lealtad. Ejemplos hay muchos: Manuel Bartlett, Carlos Slim, la mamá del “Chapo” …
Que aunque Salgado fue acusado formalmente de violar a una menor de edad, en su caso AMLO no condenó nada, sino que aseguró que el guerrerense era una “víctima” y que hay una campaña de linchamiento en su contra. Se le han fabricado delitos y víctimas, dijo el 9 de marzo pasado.
Por Salgado, AMLO ha desgastado su capital político, se ha confrontado con la prensa, con las mujeres de su partido, con el movimiento feminista, con el INE y ha presionado indignamente al TEPJF (con la servil colaboración de José Luis Vargas).
Mediante el caso de Salgado, el gobierno demuestra que es capaz de ser ciego y sordo, protector de la impunidad, desalmado, machista, cómplice; finge ser encendido defensor de la “presunción de inocencia” y hasta atento escucha de la “voz del pueblo”.
Encuentre las diferencias
Entre Salgado y AMLO hay una larga historia de trabajo conjunto, compañerismo y complicidad. Además, Salgado es un personaje de gran arrastre en Guerrero, una innegable capacidad de operación política y para el partido, un elemento tan valioso que no quieren a ningún otro como candidato a gobernar el estado.
Ha sido senador, presidente municipal, varias veces candidato a gobernador, militante del PRI, PARM, PSD, PMS, FDN, PRD y Morena. Además, ha sido empresario de medios de comunicación y ha acompañado de manera cercana la obsesiva lucha de AMLO para hacerse con la presidencia.
Saúl Huerta, en cambio, es un oscuro político poblano con una trayectoria sumamente modesta, de diminutos cargos regionales. Nunca ha sido cercano a AMLO. Su mayor cercanía con la cúpula morenista la tiene con el gobernador de Puebla, Miguel Barbosa.
Saltó del PRI a Morena y su único logro importante fue convertirse en diputado federal de 2018 a 2021, representando a su estado. En 2010 quiso ser presidente municipal de Puebla, pero no lo logró.
En síntesis, Huerta no es nadie, absolutamente nadie para López Obrador. No existen registros periodísticos de eventos conjuntos, no hay fotografías de los dos, no hay nada.
Huerta es un peón sacrificable. Salgado no.
Ante las acusaciones contra Macedonio, AMLO pidió no hacer linchamientos, aunque fueran acusaciones “fuertes”, de violación. Expresó, harto, que “ya chole” con el tema.
Pero las acusaciones contra Huerta lo hicieron exclamar: “Yo como presidente de la República condeno cualquier abuso sexual, abuso en contra de la dignidad de las personas, crímenes de odio, feminicidios, de quien sea”.
No, no de “quien sea”, señor presidente. De las víctimas de su amigo no.
Y es que, además, hay una diferencia fundamental, y esto es una conclusión personal: Huerta está acusado de violar niños varones. Salgado Macedonio está acusado de violar mujeres.
No me parece una diferencia menor. Por supuesto, no desde el punto de vista de las víctimas, ya que no las hay unas más importantes que otras. Y, para quien esto escribe, es igualmente execrable el abuso sexual en contra de varones que de mujeres, en contra de niños que de niñas.
Pero sí hay una diferencia desde el punto de vista pacato, misógino, moralino y conservador de López Obrador: el machismo. Para un macho, una víctima mujer es de segunda clase. Y además, los actos homosexuales son, en sí, repugnantes.
(Por supuesto, insisto, repugnantes son las acciones de Huerta, no por su naturaleza homosexual, sino porque conformaron una violación contra un menor de edad).
El presidente ha desestimado de manera sistemática los crímenes en contra de mujeres. Se ha burlado, ha minimizado la problemática y la ha reducido prácticamente a un asunto de paternalismo. Hasta hace pocas semanas, ni idea tenía de lo que era un feminicidio, mucho menos conocía la noción de “pacto patriarcal” y para él, lo más relevante del 8 de marzo era que las feministas no le fueran a pintar las paredes.
Al tiempo, no ha ocultado su distanciamiento con los derechos del colectivo LGBTTTI. Sin reprobarlos abiertamente, porque tampoco es tonto, ha hecho lo menos posible para hacer avanzar los derechos de esta población.
Además, se ha asumido creyente, es afín al credo bíblico (de la denominación que sea, no es relevante) que, como sabe cualquiera, condena la homosexualidad como una “abominación”. Hacia el colectivo LGBTTTI solamente ha tenidos gestos cosméticos. Lo mismo hacia las mujeres. En cambio, hacia los evangélicos ha tenido deferencias inéditas, impensables en gobiernos anteriores.
¿Sorprende, pues, que vea con indulgencia las acusaciones contra Salgado, con quien le une una clara complicidad entre varones y vea con tajante reprobación las acusaciones contra Huerta, un homosexual?
No asombra, pues, que para su amigo tenga el beneficio de la duda y para el diputado poblano la severa instrucción de que debe ser castigado con todo el peso de la ley.