El PRD lleva largo tiempo en agonía. Estamos siendo testigos del final. Terminó pasándole lo que a menudo le sucede a la izquierda: divisiones, protagonismos y luchas encarnizadas por el poder.
Todo esto y más terminaron por definir su destino. Ha sido un partido marcado por la gestión de dos personajes: Cuauhtémoc Cárdenas y Andrés Manuel López Obrador.
Cuando ellos se separaron del partido se entró en una crisis de la cual no salió, lo que acabó pasando es que el PRD se quedó sin pies ni cabeza. El cacicazgo que en algún sentido ejercieron Cárdenas y López Obrador no pudo ser sustituido, sin que por ello se insinúe que había que construir más cacicazgos para dirigir el partido.
El ingeniero Cárdenas siempre tuvo claro lo que tenía que ser el PRD. Tan es así que después de las muy dudosas y tramposas elecciones de 1988 se abocó a la construcción de un partido, siendo que bien pudo pelear la elección ante tantas irregularidades y confusiones que la rodearon.
Cárdenas entendió que para acceder al poder necesitaba de una organización partidista en donde confluyeron diferentes fuerzas políticas. Cárdenas era el presente del PRD y estaba claro que el futuro era López Obrador, de hecho, el propio ingeniero fue construyendo este escenario.
Muchas cosas aparecieron en el camino. Una de las más importantes fue la paulatina lejanía que se fue dando entre Cárdenas y López Obrador. El partido avanzaba más por el deterioro que se iba dando en el país, y no derivado de la forma en que se estaba desarrollando la estrategia del sol azteca. Se fue apareciendo el síndrome que lamentablemente distingue a la izquierda, las desgastantes peleas internas.
Lo que pasó en los últimos años ronda entre la confusión y la falta de dirección y objetivos. Con tal de que López Obrador no dejara de ser candidato por el PRD acabaron por aceptar que tomara una singular licencia, la cual no estaba contemplada en los estatutos. Acabaron por aceptar todo lo que el tabasqueño pedía y exigía antes que perder su candidatura.
A estas alturas ya no queda claro qué es lo que queda del PRD. De ser el partido que transformaría la vida del país acabó por ser un apéndice más de la vida institucional. La división interna se intensificó aún más en los últimos tres años.
Todo cambió para el sol azteca. Una de las grandes razones de ello se debió a la alianza que hizo con el gobierno de Peña Nieto vía el Pacto por México. Hoy andan cargando con el desprestigio de aquella decisión; al tiempo que durante la campaña una y otra vez López Obrador se los hizo ver, con todo lo que se ha visto estos días el PRD acabó en algún sentido en evidencia.
Al partido se le acabó el futuro. No hay día en el que algún militante informe que deja la organización. En medio de muchos debates sobre la izquierda y su futuro, nuestro país no tiene una organización que pudiera enarbolar sus principios.
Un sector del partido, bien podríamos decir que una de las tribus, el cual ha sido el hegemónico en los últimos años, ha tomado la decisión de ofrecer el registro como partido a un organización llamada Futuro 21, lo que acaba siendo el fin del partido como lo hemos conocido estos años.
Han colocado como su adversario a López Obrador. Antes lo hacían en voz baja, sobre todo cuando el tabasqueño era parte del partido, pero ahora tiene como estrategia las elecciones del 2021.
El futuro de Futuro 21 es abiertamente confuso y un enigma.
Lo que es un hecho es que el PRD ya fue. Por momentos cumplió con su función, pero en su final si algo queda claro es que terminó lejos, pero muy lejos de lo que en 1989 muchos y muchas soñaron al amparo y con base en sus profundas convicciones.
RESQUICIOS.
Van dos para pensarle con el firme propósito de entender, son de Carlos Slim.
-Este año es “intrascendente” el crecimiento económico.
-A la pregunta sobre el NAIM respondió “ya veremos a futuro”.
Este artículo fue publicado en La Razón el 28 de agosto de 2019, agradecemos a Javier Solórzano su autorización para publicarlo en nuestra página.
Autor
Javier Solórzano es uno de los periodistas mexicanos más reconocidos del país, desde hace más de 25 años. Licenciado por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales por la Universidad Nacional Autónoma de México, cursó estudios en la Universidad Iberoamericana y, hasta la década de los años 80, fue profesor de Comunicación de la Universidad Autónoma Metropolitana.
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